martes, 23 de diciembre de 2008
Sorpresas de un regreso.
Finalmente había pasado las agotadoras políticas burocráticas de la aduana y una vez más, continuaba mi camino hacia la sala común del aeropuerto. Aquella gigantesca área que aglutina gente de todos los puntos cardinales, el mejor ejemplo de lo que podría haber sido uno de los pisos de la Torre de Babel.
Llego a la salida de la rama por donde se ubican los arribos y observo la cantidad de personas que se encuentran del otro lado de la pared que separa a los que llegan de los que esperan. El número no me sorprende, comúnmente se suele juntar tal cantidad, pero con una salvedad: esta vez, yo no soy el que recibe al que llega.
En mis acumulados viajes a éste aeropuerto, muy raras veces fue para emprender una travesía o culminarla. Por lo tanto, internamente me sentía bastante satisfecho y era imposible dejar de notar como brillaba mi rostro. Llegaba al país de incógnito, por lo que nadie me aguardaba con mi apellido escrito en un cartel. Una vez en la sala común y habiendo conseguido el dichoso carrito para transportar mi equipaje, me dispuse a buscar algún taxi que me dejara en mi destino.
Luego de casi una hora de viaje, llegué a lo que en algún momento de mi vida, había sido mi casa. Todavía conservaba la llave y no habían cambiado la cerradura, por lo que pude entrar. Abrí la puerta y pude notar que alguien se había encargado de limpiar todo de vez en cuando. Debo decir que no esperaba eso, francamente creía que iba a estar tal cual lo dejé al irme; hecho un desastre. No tardé mucho en volver a salir, a lo sumo habré estado 45 minutos en la casa, lo suficiente para bañarme y cambiarme de ropa. Mi moto seguía en el garaje, cubierta por una manta, le di encendido y salí a las calles, con un nuevo destino resonando en mi cabeza. Mientras transitaba velozmente reparé en los cambios que habían alcanzado al familiar recorrido. Muchos negocios habían desaparecido, generando espacio para los nuevos, pero algunos se habían mantenido con vida, generándome varios recuerdos. El viejo barrio era lo único que no había sido tocado por el tiempo y yo esperaba que todo siguiera igual. Subí a la vereda y frené frente a una puerta enrejada, que daba a una entrada muy conocida por mis sentidos. Caminé hacia ella y toqué el portero. En verdad no fue todo tan sencillo, debo haber estado una media hora meditando mis posibilidades, y debo reconocer que antes de tocar el portero seguía sin estar muy seguro de lo que estaba haciendo.
Una voz acudió a mi llamado preguntándome quién era, conteste presentándome, mientras notaba como el nerviosismo hacían que mis manos temblaran más de lo que normalmente lo hacen.
La puerta de la casa se abrió y una figura se quedó frente a la puerta enrejada, sin abrirla. Había crecido un poco, modificando su línea sensiblemente, pero sus ojos seguían siendo los mismos y me hundí en ellos, por no sé cuánto tiempo.
No me di cuenta de cómo se dieron las cosas, yo seguía embobado mirándola, pero en algún momento la reja se abrió y volví a sentir su cuerpo pegado al mío. Dirigí mis labios a los suyos mientras olía ese maravilloso aroma que emanaba de ella como si fuese una flor. Pero sentí algo diferente mientras la besaba, algo que no había sentido antes pero en ese momento, con todo lo que pasaba por mi cabeza, no le presté atención.
Su mano tomó la mía y pronto estuve dentro de la casa; rápidamente la cruzamos y nos dirigimos a su habitación y la puerta se cerró a mis espaldas.
Podía notar la luz de la Luna a través de la ventana, habían pasado varias horas y todavía estaba recostado en su cama, con su cuerpo dormitando a mi lado. Hacía memoria de todo lo que había pasado hasta ese momento. De algunas cosas estaba arrepentido, aunque con los años había aprendido a no vivir del pasado. Pero estando donde me encontraba, no podía evitar sentirme algo nostálgico. Evidentemente no podía auto engañarme, sabía que esa situación no tenía mucha más esperanza, pero mientras tanto, disfrutaba todo lo que podía.
Al día siguiente su mano me condujo hacia la salida, saqué la moto de la entrada y la conduje a la vereda. Esta vez la reja no se interpuso entre nuestros ojos y una vez más me hundí en ese mar amarronado.
- Nunca dejé de amarte- me dijo a la vez que una lagrima cruzaba su hermoso rostro.- Y creo que nunca lo podré hacer-. Quedé estupefacto ante tal declaración; rodee su cuello con mis brazos y volví a besarla. Una vez más, aquella extraña sensación del día anterior volvía a aparecer, pero ésta vez comencé a comprender.
El beso se terminó pero no podía soltarla, con los últimos momentos abrí mi corazón y le dije todo lo que sentía por ella.
Su sonrisa me despidió mientras subía a la moto y me marchaba. En el viaje de regreso, entendí que era eso diferente que había sentido y supe que ella también había llegado a la misma conclusión. Era el sabor del adiós.
For my sweet love. Allways so shiny, allways so warm.
miércoles, 8 de octubre de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo IX y final.
Los últimos tres días habían sido los peores en la vida de Harry; Aurors recorriendo toda su casa y la Madriguera en busca de pistas, los entierros de los miembros de su familia y especialmente, el del amor de su vida. Hasta ahora, no habían encontrado nada; lo único que sabían a ciencia cierta era que a los Weasley la muerte se los había llevado rápidamente. Por otra parte, los niños no recordaban nada de lo sucedido antes de que los aturdieran, ya era demasiado duro para ellos saber que crecerían casi sin familia.
Los tres amigos se encontraban en la cocina de la Madriguera, cada uno sentado a la mesa. Hermione abrazaba a Ron, quien lloraba con el rostro hundido en el hombro de su amada. Harry miraba hacia la nada, concentrado en comprender por qué había pasado todo esto; una vez más, la fatalidad teñía su vida.
Minutos atrás les había relatado lo que Dumbledore le había contado años atrás, esto generó que Ron se indignara con él y estuviese muy cerca de echarle una maldición.
-No puede ser que nunca nos hayas contado esto, a veces puedes llegar a ser un imbécil –le dijo Ron agarrándolo de la ropa y levantando el puño para golpearlo. Pero en ese momento, Hermine actuó deteniendo al pelirrojo.
Harry no le dijo nada, a duras penas había podido contarles lo que había guardado tantos años, pero desde la muerte de Ginny ya no hablaba y se quedaba horas enteras, sentado sin hacer nada, culpándose silenciosamente una y otra vez.
Fue entonces que Hermione habló y lo hizo volviendo a mostrarse dura y racional.
-Si Dumbledore estaba en lo cierto -le dijo mirándolo directamente a los ojos-, mañana tendrás que ir a Hogwarts.
Harry tardó en contestar, la Madriguera ya no le transmitía esa paz y felicidad que sentía cuando era niño. Ahora, el pensar que había sido el hogar de Ginny durante tantos años, lo destrozaba y sentía que ya no pertenecía a ningún lado, salvo al viejo Castillo.
-Mañana temprano iré -. Dijo finalmente.
-Te acompañaremos -. Dijo Ron levantando la vista y mirándolo fijamente.
-Está bien -. Dijo Harry. Aunque sentía en lo profundo de su ser que debía ir solo al Colegio, pero sabía que la situación también concernía a Ron.
Fue el cumpleaños más miserable de su vida, superando incluso a los padecidos antes de enterarse que era un mago. Apenas pudo dormir y se la pasó llorando toda la noche, acariciando el lado de la cama que ocupara Ginny.
A la mañana se despidió silenciosamente de sus hijos. Fue un adiós muy duro y le costó una gran fuerza de voluntad, aunque no los despertó, solo besó sus frentes.
Se vistió con las túnicas que usara en Hogwarts, todavía le entraban cómodamente y de todas las que poseía eran las que más le gustaban, dado a que le recordaban viejos tiempos y todas las grandes aventuras que había vivido.
Se apareció en la entrada al Castillo, aquella por la que muchos años atrás huyeran Snape y Draco. Qué lejos le parecía todo lo que había ocurrido en esos tiempos y ahora, volvía a ese lugar sufriendo la misma sensación de pérdida que en esa fatídica noche; aunque en estos momentos, la punzada era mucho más aguda.
El día era hermoso, no había ninguna nube en el cielo y el calor del sol comenzaba a sentirse; el clima parecía burlarse de él. Sus dos amigos ya lo estaban esperando. A pesar de los reproches de Hermione, habían decidido resolver todo sin la ayuda de nadie. Por lo tanto, ninguno de los miembros del Departamento de Arurors se enteraría de lo sucedido.
-Ya abrimos la reja –dijo Hermione.
-Bien –dijo Harry sacando su varita del bolsillo-, entremos.
Los tres ingresaron en los terrenos. Fue una caminata muy larga hasta la puerta del Castillo y mientras duró, no advirtieron nada extraño, salvo que todo se encontraba bajo un silencio sepulcral. Parecía que el Bosque Prohibido no tenía vida, ningún tipo de animal se asomaba para observarlos, ni siquiera el viento soplaba moviendo las copas de los árboles. A lo lejos vieron el lago y la tumba blanca, a Harry se le hizo un nudo en la garganta. La cabaña que en otros años había pertenecido a Hagrid, se encontraba completamente cerrada, al igual que la gran puerta principal.
A pesar de la información brindada por Dumbledore, nadie los estaba esperando.
Toda la quietud se hacía cada vez mas insoportable, Harry sentía la necesidad de decir cualquier cosa con tal de escuchar un sonido, pero algo no lo estaba dejando.
Esperaron unos minutos en forma callada, nadie apareció. Sin embargo, Harry sentía que lo estaban observando desde que se había aparecido.
-Ingresemos al Castillo –comenzó a decir Hermione-, podríamos esperar mas tranquilamente…- Pero no pudo terminar de proponer lo que quería, un haz de luz verde la envolvió y su cuerpo cayó al suelo.
-¡¡Hermione!! – Gritó Ron y se agachó abrazando el cuerpo de su mujer - ¡Maldito hijo de puta! –Dijo mirando en la dirección que había venido el rayo, mientras tomaba su varita entre las manos. Harry se había quedado estupefacto.
-¡Avada Ke...! –Gritó el pelirrojo, pero no alcanzó a convocar la maldición, porque un chorro de luz blanca lo golpeó de lleno y lo hizo volar hacia atrás, desintegrándolo por completo.
-¡¡Ron!! –Gritó esta vez Harry -¿¡Que demonios!? –Dijo mirando hacia todos lados, intentando distinguir quienes los había atacado. A unos treinta metros de donde se encontraba, un mago alto y delgado venía caminando hacia él; la barba y los cabellos le llegaban a la cintura, vestía túnicas rojas y negras y ocultaba las manos en su espalda.
Harry hizo ademán de levantar su varita y responder al ataque, pero a pesar de que la rabia y el dolor fluían en ese momento por todo su cuerpo, decidió esperar a ver que sucedía. Hacía tiempo había entendido que sus emociones no lo ayudarían en un duelo.
-¡Vaya, vaya! -exclamó el mago mientras se acercaba- el gran Harry Potter en persona. Por cierto, feliz cumpleaños -. Dijo sonriendo.
Harry le lanzaba dagas a través de sus ojos color verde. -¿Quién rayos eres? –Escupió con rabia.
-Me llamo Henry -. Dijo el mago sin dejar de sonreír-. Y como creo habrás descifrado, soy quien te citó en este hermoso lugar -. Dijo en tono burlón.
-Con el propósito de asesinarme… –dijo Harry, quien finalmente comprendía la verdad.
Henry solo respondió con una carcajada.- He esperado este momento durante muchos años Harry-.Dijo.
-Pagarás por lo que me has hecho- dijo Harry.
-Eso –contestó Henry irónicamente-, me lo han dicho varias veces -.
Rápidamente Harry levantó su varita y una maldición asesina salió de ella. Henry se movió con una velocidad sorprendente y la maldición se perdió en los terrenos. Varios haces de luz verde continuaron saliendo de la varita de Harry, pero ninguna dio en el blanco.
Henry apuntó con su varita hacia Harry acompañándola con un movimiento de su muñeca, pero ningún tipo de rayo salió de ella. Su adversario volvió a atacarlo con un ‘Avada Kedavra’, pero éste reboto contra una especie de escudo invisible que rodeaba al mago. Harry se quedó muy sorprendido.
-Eso es imposible, no existe conjuro para bloquear la maldición asesina – dijo, pero en ningún momento bajó la guardia.
-Nada es imposible en el universo de la magia, Harry – le dijo Henry- ¿Te preguntarás para que te traje hoy aquí? Bueno, pase gran parte de los últimos años observándote muy de cerca, al igual que a tu familia, esperando el momento correcto…-
-¿Por qué los mataste, maldito? –le preguntó.
-Porque quería que sufrieras, y puedo notar que lo he logrado. Si, no hace falta que preguntes, se Legeremancia –dijo Henry ante una mueca de Harry.
-Pero ¿Con que necesidad? ¿Qué te he hecho? – preguntó nuevamente.
-¿En verdad creíste que el vencer a Lord Voldemort no traería alguna consecuencia negativa? El bien no siempre triunfa, Harry. Estoy cansado de que suceda eso –dijo Henry-.
Harry lanzó otro haz de luz verde, las palabras de Henry le habían recordado por que estaba tan furioso. Pero otra vez, la maldición asesina fue bloqueada por el escudo de Henry. Harry buscaba en su mente algún tipo de ataque, pero no se le ocurría ninguno y mientras tanto, Henry continuaba la charla.
-Durante algún tiempo intenté comprender por qué habías ganado –dijo-, buscando entre datos, crónicas y relatos, llegué a la conclusión de que ganaste por un combo de suerte y estupidez. La suerte te acompañó durante todos esos años en Hogwarts y luego en la búsqueda de los Horcruxes. La estupidez… Bueno, Lord Voldemort demostró ser menos inteligente de lo que algunos suponían –dijo sacudiendo la cabeza-. Fue el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos y no pudo con un simple estudiante inexperto. No se debe subestimar a la gente.
-Exactamente –dijo Harry-, y él pagó ese precio con la muerte que tanto temía. Así que por eso en realidad estas aquí, para vengarte de mí.
-No seas tan soberbio, Harry –dijo Henry-. No todo pasa por tu persona. Como ya te explique anteriormente, estoy aquí para demostrarte que los finales felices no existen. No soy ningún mortifago o algún loco admirador de Voldemort. Solo te enseñaré que la vida puede darte esta clase de sorpresas y que no deberías haberte confiado tanto -. Dijo y comenzó a reír.
Harry volvió a pensar en Ginny, como aquella noche en el Bosque Prohibido momentos antes de recibir el segundo ‘Avada Kedavra’ de Lord Voldemort. Henry sabía lo que había logrado con lo que le había dicho y aprovechó ese momento de distracción en el Elegido para lanzar su primer ataque. Movió velozmente su varita apuntando a uno de los árboles y, ante el estupor de Harry, uno de los árboles cobró vida. Tardó un poco en sacar las raíces de la tierra, pero ni bien estuvo libre del todo, se dirigió hacia donde estaba parado Harry, moviendo sus ramas para intentar golpearlo. El mago respondió con varias maldiciones que tocaban el tronco sin dejarle grandes daños; pero una de ellas logró incendiarlo y mientras tanto (gracias a sus reflejos de Auror y de ex jugador de Quidditch) esquivaba cada golpe lanzado por el árbol. Hasta que finalmente, con el encantamiento “Incendio” logró consumirlo bastante como para que se derrumbara por completo y no se volviera a levantar.
Henry se había contentado con observar la escena y reía mientras Harry se defendía.
-Te defendiste bastante bien –dijo socarronamente.
Harry no contestó, solo alzó su varita nuevamente y continuó su ataque hacia Henry. Era notable su estado físico y mágico, cualquier otra persona hubiese estado pidiendo tiempo fuera luego de quince minutos del ritmo que ambos mantenían. Pero con cada minuto que pasaba, Harry se iba agotando; pelear en los terrenos de Hogwarts era algo complejo dado a que no se podía aparecer o desaparecer a gusto, por lo tanto había que utilizar la resistencia física. Esto Henry lo sabía muy bien y cuando planeó todo, eligió el colegio por esa razón: representaría un obstáculo tanto para él como para el otro.
Una y otra vez, Harry atacaba lanzado maldición tras maldición, pero Henry solo esquivaba o bloqueaba los hechizos utilizando Legeremancia.
-¿No te cansas de fallar una y otra vez Harry? –Preguntó Henry-. ¿Por qué no admites que nunca fuiste tan extraordinario como se cuenta por allí? Sabes, todos hablan muy bien de ti, creen que eres un gran mago por haber logrado vencer al bobo de Voldemort. ¡Y lo hiciste con un Expelliarmus, por dios! ¿Qué clase de mago gana un duelo a muerte con un hechizo desarmador? -.
-Nunca me gustó matar –contestó Harry.
-Y por eso ahora no me estas lanzando maldiciones asesinas. Yo creo que la suerte con la que contaste durante todos esos años fue una exageración. No tiene otra explicación; y de no ser por tu amiguita –dijo Henry señalando el cadáver de Hermione-, tampoco hubieses logrado eliminar ningún Horcrux.
-¿Y eso de que importa? Logré lo que quería y mucho más. –Dijo Harry cada vez más enojado.
Henry comenzó a reír nuevamente. – ¡Y ahora lo has perdido todo! Gente como tú no merece todo lo que disfrutaste durante estos años, solo merece ser exterminada. –Dijo Henry y lanzo una seguidilla de maldiciones que obligaron a Harry a retroceder hasta las puertas mismas del Castillo mientras se defendía a penosamente.
En el momento más crítico de la batalla, ante una distracción de Harry debido a las palabras desconcertantes de Henry, el mago contraatacó velozmente con una maldición “Cruciatus”, tomando por sorpresa al Elegido, que cayó estrepitosamente al suelo, retorciéndose de dolor. La varita le había volado de las manos y con ella toda posibilidad de respuesta, el duelo había terminado.
-¡¡Crucio!! –volvió a gritar Henry. Se acercó lentamente a donde se encontraba el otro mago y bajó su varita, observando como Harry se convulsionaba.
-Todo acto, querido Harry, genera consecuencias. ¿Creíste que el Mundo Mágico se concentraba en Europa solamente? ¿Creíste que tus acciones no iban a ser advertidas por alguien? Todos se equivocaron –dijo-. Dumbledore tenía razón, hay peores cosas que la muerte y tu eres un claro ejemplo, espiritualmente estas acabado y la continuidad de tu vida ya es insostenible. Solo me queda por decirte que hoy comienza una nueva era. Adiós.
Harry no dijo nada, pero antes de desmayarse miro unos segundos a su vencedor.
Cuatro palabras llenaron los terrenos de Hogwarts. Para cuando todo pasó y Henry levantó la vista, no quedaba casi nada. El Castillo estaba parcialmente en ruinas, la tumba blanca había sido desintegrada y junto con ella, la “Elder Wand” también.
-Jaque Mate –dijo Henry y luego desapareció.
Fin.
domingo, 29 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VIII
No se escuchaba sonido alguno, el silencio reinaba en la oscura habitación. De repente, se sintió una corriente de aire y con el movimiento de sus largas túnicas, los dos amigos pisaron el suelo. Una vez terminada su aventura en el tiempo, volvieron a su época; el departamento de Tommy lucía como lo habían dejado minutos atrás (aunque para ellos había pasado casi un mes); Henry ni siquiera se sentó a descansar, todavía llevaba su bolso de viaje sobre el hombro. Tommy se despojó de sus atavíos y se recostó a lo largo del sofá más próximo a él.
- Bueno mi amigo, aquí me despido. No hace falta que te levantes – dijo Henry ante el gesto de su amigo.
- ¿Hacia donde vas?- le preguntó
- Primero a mi departamento, necesito dejar mis cosas y cambiarme, las túnicas apestan- le contestó Henry.
- Está bien, yo me voy a quedar durmiendo un rato, estoy demasiado cansado- le dijo Tommy.
- Que así sea compañero, hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, cuídate- dijo Henry y desapareció sin emitir sonido alguno.
Los años pasaron bastante rápido para los dos jóvenes magos. Henry volvió a ver a su viejo amigo varias veces al año siguiente; luego las visitas se interrumpieron un tiempo. Pasados cinco años volvieron a verse en la reunión de ex alumnos del Instituto de Cultura Mágica, con el gran revuelo que generó la aparición de Henry. Pasaron otro tiempo sin verse muy seguido; en ocasiones el mago aparecía por la noche en el hogar de Tommy en North Hood, y desaparecía a la mañana temprano.
Henry reapareció finalmente, luego de una larga ausencia, una mañana de Julio. Los rayos del sol calentaban el frío despacho de Tommy, estaba sentado espaldas a la puerta, mirando la ciudad a través del hermoso ventanal. Un suave “pop” se oyó detrás de él y cuando se volvió para observar quien osaba aparecerse de manera tan grosera, quedo boquiabierto.
Vestido con una túnica negra que le cubría el cuerpo por completo, las barbas y cabellos largos hasta la cintura y fumando de su pipa de saúco, su viejo amigo Henry lo miraba dedicándole una sonrisa.
- ¡Tanto tiempo!- dijo Tommy y parándose fue a su encuentro y le dio un abrazo. – Si que has cambiado- observó.
- Ñañas de la edad- dijo Henry riendo- Vos no cambiaste en nada- le dijo a su amigo observándolo de pies a cabeza.
Tommy le pidió noticias sobre él y lo que había hecho durante estos años, pronto estuvieron charlando hasta largas horas de la noche. Así, Henry se enteró de que su amigo no había estado ocioso, tan pronto volvió de Inglaterra, se metió en el Ministerio y gracias a sus cualidades, había escalado posiciones y ahora era el Jefe del Departamento de Justicia. A su vez, Henry le contó parte de sus viajes, había vuelto a recorrer Europa y había logrado aprender algunas cosas más, aunque el decía que eran “los trucos de siempre” pero se notaba que su aura y poder mágico habían crecido notablemente.
- Supongo que imaginarás por que estoy aquí- le dijo Henry mientras tomaba un poco de té.
- Es por el viejo asunto “Potter” ¿Verdad?- preguntó Tommy.
- ¡Exacto!- exclamó Henry- A fin de este mes se cumple el plazo que le dimos a Harry para que se preparara-
- Cierto- dijo Tommy cayendo en la cuenta- Que rápido pasa el tiempo-
- Volando- agregó Henry-, y te voy a contar algo que te va a gustar. Todo este tiempo, no descuidé el asunto ni un segundo, me ocupe de observar su vida. Actualmente es el Jefe del Departamento de Aurors del Ministerio ingles, y vive con su esposa e hijos en Grimmauld Place-
- Predecible- interrumpió Tommy
- Aja- afirmó Henry-, dos de sus hijos ya están en Hogwarts y en cuanto a Ron y Hermione, ambos viven en un departamento del Londres mágico-
- Bien, parece que todo está preparado entonces- dijo Tommy -¿Cuándo nos vamos?- preguntó.
- Ya- dijo Henry sonriendo, desapareció de la silla donde estaba, reapareció al lado de Tommy, lo tomó del brazo y volvió a desaparecer.
*
Diagon Alley se encontraba en el mismo esplendor de las épocas previas a la guerra contra Lord Voldemort. Cientos de negocios florecían por todas partes, y a diferencia de tiempos pasados, la oscuridad no amenazaba con retornar.
A pesar de que no había tantos compradores en potencia colmando las calles, un buen número recorría los negocios. Muchos eran extranjeros y otros eran padres que hacían algunas compras para evitar la locura previa al primero de Septiembre.
El comercio de los gemelos Weasley era una parada obligada para cualquiera que caminara por el lugar, sobre todo los niños, que eran atraídos como por un imán.
George había llevado el negocio adelante, luego de la dolorosa muerte de Fred; y aunque al principio no quería saber nada, la ayuda del pequeño Ron fue de gran provecho. Éste último ya casi no trabajaba en la tienda, estaba muy ocupado con su amigo Harry en el Departamento de Aurors, pero de vez en cuando pasaba y le daba una mano al gemelo.
George había ampliado considerablemente al local, unos años atrás había comprado los locales con los que limitaba el suyo y de esta forma se había transformado en el negocio de ventas más grande del lugar.
Eran alrededor de las cuatro de la tarde y el último comprador salía con las manos repletas, George bastante satisfecho consigo mismo, cerró la puerta de entrada.
- Verity- gritó-, voy a recostarme un rato, estoy algo cansado- y diciendo esto se disponía a subir al altillo donde vivía, cuando la campana de recepción sonó repentinamente. Pero al darse vuelta para ver quién había entrado, lo único que pudo advertir fue un destello verde y la luz se apagó.
Momentos después, un grito de horror se oyó en todo Diagon Alley.
*
Harry Potter apareció de repente en la puerta de la tienda de los hermanos Weasley. Todavía no lo podía creer, la noticia le cayó como un balde de agua helada. Una docena de Aurors iban y venían por el lugar, tomando notas para las pericias. Harry ingresó y observó de lado a lado el local; todo estaba en perfecto orden, nada roto o desparramado, no había ninguna señal de lucha. Se acercó al mostrador, el dinero todavía estaba en la caja, y a los pies de la escalera, el cuerpo de un hombre de cabellos rojos yacía boca arriba. A su lado otro pelirrojo abrazaba su cabeza y las lágrimas caían por sus mejillas.
- Lo siento mucho, Ron- dijo Harry.
Ron Weasley alzó su mirada, tenía los ojos inyectados de sangre. – ¿Por qué?- fue lo único que le dijo, Harry no contestó.
La noticia seguramente destrozaría a la Sra. Weasley; ya había perdido a uno de sus hijos en el pasado. Harry sabía que no podía hacer mucho, por lo tanto ni bien se llevaron el cuerpo de George al Ministerio, habló seriamente con su amigo.
- Deberíamos contarle a tu madre, Ron- le dijo.
- Tienes razón, mejor ahora que esperar a que se entere de otra forma- dijo Ron pesadamente.
Harry le puso una mano en el hombro y lo observó largamente. – Atraparemos al hijo de puta que hizo esto- le dijo a su amigo. Ron solo lo miró y asintió.
Se aparecieron a unos metros de la entrada a la Madriguera; la casa que se sostenía por arte de magia y que tanto amaba Harry, se veía pacífica. Los amigos tardaron en dar el primer paso hacia la casa, estaban como clavados en la tierra y no emitían sonido alguno. De repente un “pop” se escuchó a sus espaldas, se dieron vuelta rápidamente, y una mujer de cabellos castaños y enmarañados abrazó fuertemente al pelirrojo.
- ¡¡Oh, Ron!!- dijo Hermione llorando – No puedo creerlo…-
- Yo tampoco `Mione, todavía no caigo- le decía su mejor amigo a su mujer, sin romper el abrazo - ¿Qué hiciste con los niños?- le preguntó.
- Los dejé con sus primos, en Grimmauld Place- contestó Hermione sin parar de sollozar.
- ¿Ginny se enteró? ¿Por qué no está aquí?- Preguntó Harry algo nervioso, rompiendo el silencio por primera vez desde la llegada de su amiga.
- Ginny no estaba, supongo que todavía no volvió del trabajo- le dijo Hermione sin soltar a Ron.
- Cierto- dijo Harry-, luego de contarle a Molly iré a buscarla-
- Vamos- dijo Ron y pasándole el brazo por la espalda a su mujer, se dirigió a la puerta de la cocina.
Harry se quedó detrás de ellos, no manejaba muy bien esta clase de momentos, por eso prefería entrar una vez todo estuviese dicho. Y todavía no sabía que como se lo diría a su amada Ginny.
De repente, dos terribles gritos llegaron del interior de la casa, interrumpiendo sus pensamientos; con la varita en mano y veloz como un rayo entró en la casa de los Weasley, pero el horror lo golpeó con puños de acero:
Ron estaba arrodillado en el suelo y tenía la cara cubierta por sus manos, Hermione miraba hacia él y lloraba sin contenerse. Harry quedo estupefacto, en la mesa de la cocina y todavía sin terminar sus platos, se encontraban los cuerpos sin vida de Molly, Arthur, Percy y Bill. Apartó rápidamente la vista de ese espectáculo macabro y se desplomó en el suelo, llorando; golpeaba el piso con sus manos, lastimándose con cada puñetazo, pero en ese momento no sentía dolor físico.
Fue entre golpe y golpe que recordó algo; unos años atrás, Dumbledore le había contado algo en la noche de su cumpleaños número veinte. Algo que en ese momento le había parecido muy extraño, pero no le había dado la importancia suficiente.
Había ido a visitar a su viejo amigo y mentor para charlar un rato con él. Pero Dumbledore lo recibió de forma rara y no se notaba su humor característico; le había hecho rememorar su charla luego de la muerte de Sirius.
- La noche de la batalla con Lord Voldemort- comenzó a contarle el anciano ex director-, vinieron a este despacho dos jóvenes magos. Al principio se mostraron muy corteses y me contaron que habían venido al país para visitarlo y conocerme personalmente. Muy atípico me pareció en verdad, pero continuamos la charla. Sabían que se estaba desarrollando la batalla, pero no querían participar, me dijeron que no era su intención. Pero lo que me revelaron a continuación, me dejo estupefacto (si Harry, con todo lo que eso pueda significar para ti), sabían que ibas a ganar. Yo lo suponía, dado al tiempo que conocía a Lord Voldemort y lo que ya te había contado sobre la conexión que mantenían los dos, pero no estaba cien por ciento seguro. Y no solo esto, sino que me dijeron que te matarían, lo más confuso de todo, querido Harry, es que me dieron una fecha para que te encontraras con ellos: el día de tu cumpleaños 38…-
- ¿Cómo?- dijo Harry sorprendido.
- Es todo lo que se, porque luego de decirme estas palabras cerraron el marco de esta pintura por arte de magia- dijo Dumbledore amargamente.
Minutos de silencio siguieron luego de las palabras del anciano, ambos lucían pensativos.
- ¿Qué piensa que debería hacer?- dijo Harry-.
- Prepararte lo mejor que puedas, querido muchacho-.
En verdad, lo que Dumbledore le había contado, le parecía la amenaza de dos Mortifagos chiflados. Harry confiaba en que al haber encerrado a todos los seguidores de Voldemort, que habían quedado en libertad, jamás pasaría lo que Dumbledore le había advertido. Pero la vanidad es el pecado favorito del Diablo y mientras mas grande uno se cree, mas ruido hace al caer.
*
Se levanto del suelo de la cocina y no sabía por que, pero sentía muy adentro de él que algo malo estaba por suceder. Fue entonces cuando pensó en su Ginny; imaginando lo peor y raudo como el viento, desapareció de la “Madriguera” y llegó a la entrada de su casa en el número doce de Grimmauld Place.
Su miedo creció al notar que la puerta estaba abierta; corriendo atravesó el vestíbulo y llegó al living. Se detuvo de repente, por un segundo se quedó sin aire y empalideció completamente; había encontrado los cuerpos de sus hijos y los de Ron, desplomados frente a la chimenea. Llorando los contempló unos instantes, pero entonces el alma le volvió al cuerpo: los niños seguían respirando, solo habían sido aturdidos.
‘Ginny’ pensó y luego grito con todas sus fuerzas – ¡¡Ginny!!
No hubo respuesta. Corrió hacia su habitación, la misma sensación que había tenido en la cocina de los Weasley le decía que debía ir hacia allí. Llegó a la puerta y la encontró cerrada, sin dudarlo un segundo, la hizo volar con un encantamiento y entonces entró y la vio: tendida sobre su cama matrimonial, los largos cabellos colorados cubriendo su rostro angelical. Harry se acerco y la observó, pero ella ya no estaba en la habitación, se había marchado para nunca regresar. Se arrodillo, tomó su cuerpo entre sus brazos y lloró.
*
Golpearon la puerta del Departamento de Aurors. Uno de los que estaban de guardia abrió la puerta, un mago vestido con túnicas violetas estaba parado en la entrada.
- Los horarios de atención son...- comenzó a explicar el joven Auror, acostumbrado a la visita de gente fuera de horario, pero el mago del otro lado levantó la mano.
- Nada de eso- dijo-, vengo a declararme culpable por la muerte de George Weasley-.
El guardia quedo estupefacto y no dijo nada, las palabras lo habían abandonado. Quien había golpeado la puerta ingresó en el Departamento, se sentó frente a uno de los escritorios y tomó una postura relajada. Otros integrantes de la oficina aparecieron y observaron la escena, luego de unos segundos, uno de ellos le habló al que todavía estaba en la puerta.
- ¿Qué pasa?-
- Este hombre viene a declararse culpable por el asesinato de George Weasley- dijo señalando al mago sentado, quien esbozaba una sonrisa. Acto seguido, lo tomaron y lo encerraron en la sala de declaraciones; previamente lo despojaron de su varita y confirmaron lo que decida: efectivamente era el asesino.
- ¿Por qué se entregó, sabe lo que le espera, o no?- le preguntó uno de los Aurors encargados de interrogarlo. Más o menos había una veintena de ellos en la habitación, formaban un círculo cuyo centro era ocupado por el asesino, sentado en una silla de acero.
- Francamente- dijo el mago relajadamente-, lo hice porque si esperaba a que ustedes consiguieran atraparme, me iba a poner demasiado viejo-.
- Bien- dijo quien lo interrogaba, bastante molesto por el tono burlón del otro-, con que tenemos a un mago asesino y bastante engreído ¿Cuál es su nombre, y qué hace en el país?- le preguntó, en realidad, le ordenó contestar.
- Cuatro palabras- contestó el mago sin dejar de sonreír.
- ¿Cuatro palabras?- preguntó el Auror, muy sorprendido.
- Si- afirmo el mago. Sin esperar otra pregunta, chasqueó los dedos de su mano derecha y, ante el estupor de los demás, la varita se materializo en su mano.
Rápidamente, el mago se levantó de la silla, y mientras los Aurors se apuraban por tomar sus varitas y apuntarlo, él dirigió la suya al suelo.
- ¡Exevo gran mas vis!- dijo antes que todos.
Una cegadora luz blanca llenó la habitación y no se pudo ver nada más.
martes, 17 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VII
La noche cubría el cielo que se extendía sobre los terrenos del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Se podían distinguir infinitas estrellas, pero sobre todas ellas una gigantesca Luna, con su completa forma esférica, se imponía iluminando los terrenos que rodeaban al castillo. La vieja construcción de piedra se elevaba colosalmente sobre sus dominios; iluminada internamente por sus majestuosos candelabros, los cuales le daban el último toque al halo de misticismo que envolvía al colegio en su exterior.
Ya había pasado la hora de comer y aunque todo parecía estar en una paz absoluta, se acercaba una tormenta que dejaría su marca en la historia de la institución mágica.
Paz que no existía en el poblado que se encontraba a tan solo unas leguas del castillo, porque horas atrás, el ejército de Lord Voldemort había decidido activar las barreras para detectar cualquier aparición indeseable. Harry Potter no lo sabía, y jamás lo descubrió, pero esa trampa se la habían dejado dos viajeros, deseosos de gastarle una pequeña broma al “Elegido”. Ni bien apoyó sus pies sobre una de las calles del pueblo, varios Mortifagos aparecieron de la nada y estuvieron a punto de descubrirlo a él y a sus dos fieles amigos. Como siempre la suerte jugaba de su lado, y no solo estaba protegido por la Capa Invisible, sino que Aberforth Dumbledore había actuado oportunamente y lo salvó una vez más como cuentan las crónicas oficiales.
Lejos del pueblo, momentos después de su llegada, dos personas se acercaban a las puertas que conducían a los terrenos del colegio. Aparecidos de la misma nada, ambos volvían a lucir túnicas, diferentes a las de la noche anterior pero sin dejar de ser extravagantes: las de Tommy eran negras y coloradas, pero las de Henry eran violetas y azuladas.
Contemplaron por un tiempo al mágico castillo; era la primera vez que lo veían con sus propios ojos, y como si ambos fuesen alumnos de primer año, los había dejado sin palabras.
- Bien- dijo Henry pasados unos minutos-, llegamos algo temprano, vamos a tener que esperar un tiempo hasta que comience la batalla-.
- Podríamos pasearnos un rato por la Cámara de los Secretos ¿Qué te parece?- Preguntó Tommy.
- Está bien, pero no debemos atrasarnos demasiado, debemos entrar en la oficina dentro de unas horas- dijo Henry observando el portón en forma calculadora.
- ¿No conoces la clave, no?- Preguntó Tommy al observar su consternación.
Su amigo volteó para mirarlo y arqueando una de sus cejas le respondió – Pero por supuesto que la conozco. ¡Reducto!-. Un rayo rojo salio de la varita de Henry, impactó de lleno a la puerta y la destrozó.
- Seguramente se haya activado algún tipo de alarma- comento Henry despreocupadamente, mirando la reja y rascándose la cabeza.
- Ese no es ningún problema, no necesitamos una capa para ser invisibles- Contestó Tommy, dirigió hacia él su varita con un rápido movimiento y dejó de ser visible.
Henry largó una risotada e, imitando lo que su amigo había hecho, desapareció.
Si en verdad habían detectado la destrucción del portón, Henry y Tommy nunca lo supieron, pero era de prever que algún Mortifago informaría de lo sucedido.
Caminar siendo invisible era una de las cosas que mas le gustaban a Henry, la posibilidad de hacer lo que quería sin ser detectado generaba una emoción particular en nuestro joven protagonista amante de las excentricidades, y acumulaba varias aventuras en sus viajes por Europa en las que se había hecho invisible.
Los dos amigos ingresaron en los terrenos de Hogwarts caminado ávidamente y se dirigieron a la entrada del castillo; en su trayecto vieron a lo lejos la tumba blanca, pero no era algo que les interesara ver ya que no eran simpatizantes de los sepulcros. Atravesaron el portón y tomaron las escaleras hasta el tercer piso, donde se encuentra el baño y la entrada a la Cámara. En su trayecto advirtieron algo de movimiento, algunos alumnos subían y por las escaleras, y los dos magos ya conocían hacia donde se dirigían: el Cuarto del Requerimiento.
Una vez dentro del baño descubrieron que Mirtle “la llorona” no se encontraba, agradeciendo su buena fortuna, se acercaron a los lavatorios y se hicieron visibles otra vez.
- Bueno- dijo Tommy -pensemos los pasos a seguir ¿Esperamos a que vengan Ron y Hermione a abrir la entrada e ingresamos con ellos? O ¿La abrimos nosotros?-
- No hace falta- dijo Henry -, entremos ahora, todavía falta un rato para que lleguen y no tengo ganas de estar mucho tiempo en este baño decrépito- comentó y le hizo ademanes a su amigo para que comenzara.
- All’right- exclamó Tommy que a continuación emitió un extraño silbido, y de repente el grifo brilló con una luz blanca y comenzó a girar. Al cabo de un segundo, el lavabo empezó a moverse. El lavabo, de hecho, se hundió, desapareció, dejando a la vista una tubería grande, lo bastante ancha para meter un hombre dentro.
- Hablar “pársel” sin ser genéticamente apto, no tiene precio. Para todo lo demás, MistarCard, número uno en mi mundo- dijo en broma- Después de ti, Charles- le dijo a su amigo inclinando su cabeza y señalando la entrada.
- Gracias, Charles- contesto Henry, quien se elevo unos centímetros del suelo, se acercó a la tubería y bajó por ellas, levitando.
Era un tobogán interminable. Mientras el muchacho descendía podía ver otras tuberías que surgían a medida que se abría paso, pero ésta se curvaba y retorcía, descendiendo súbitamente. No bajaba tan rápido como Harry en aquella oportunidad, pero luego de un tiempo llego al extremo del gran túnel que conducía a la puerta de la Cámara. Todavía se podía apreciar que la humedad y la inmundicia adornaban la caverna por todas partes, por ésta razón Henry continuó levitando sobre el suelo, y antes de que Tommy llegara hacia donde él se encontraba le dijo -Procura seguir flotando y no tocar el suelo-
- Tenés razón, no hay que dejar huellas, y sobre todo las túnicas son demasiado caras como para ensuciarlas con ésta porquería- comentó Tommy divertido.
De ésta forma se acercaron hasta donde se situaba la parte derrumbada de la cueva, movieron unas piedras más para darse paso y llegaron ante la gruesa pared con las serpientes talladas en ella. Nuevamente Tommy hizo los honores y una vez dentro se encargó de cerrar el pasadizo.
La sala seguía tal como Harry la había dejado años atrás, avanzaron por entre las altísimas columnas de piedra y rápidamente se toparon con la imponente estatua de Salazar Slytherin. Ésta continuaba con la gran boca abierta y a sus pies, el cuerpo del basilisco yacía descomponiéndose, aunque ya casi no quedaba nada más que sus huesos.
Siempre levitando, continuaron admirando la inmensidad de la caverna. Pasado un rato, Tommy optó por recorrer la extensión rocosa, mientras Henry permanecía a los pies de la estatua. Una vez que su amigo termino su paseo, se acercó hacia donde él se encontraba.
- Siempre quise saber a donde lleva el agujero desde donde salía el monstruo- comentó Henry señalando la parte más alta.
- Date una vuelta si querés, yo me quedo vagando por acá. El olor ahí debe ser insoportable.- Le dijo Tommy y siguió deambulando por la cueva.
- Ok- contestó Henry y se elevó hasta la abertura. Ésta era casi tan alta como él, así que no tuvo problemas para entrar.
La guarida tenia alrededor de veintiséis pies de largo por diez de ancho, era bastante amplia y desde afuera uno no se daba cuenta de su verdadero tamaño. Tanto el piso, como las paredes y el techo estaban hechos con bloques de piedra de color verde, y su superficie era tan lisa y resbaladiza que parecía de vidrio. Pero más allá de eso, no había mucho que apreciar, salvo un olor que no era nauseabundo, pero suficiente como para hacerte picar la nariz. Para lamento de Henry no había nido ni huevos que significaran una futura amenaza. Cuando iba a saliendo del lugar escuchó dos voces que hablaban rápidamente, por lo tanto volvió a pasarse rápidamente su varita sobre sí mismo y desapareció.
Ubicarlo a Tommy fue sencillo, utilizando el encantamiento “Humanum Revelio” advirtió que él lo esperaba en la entrada a la Cámara; mientras se acercaba vio como Hermione cortaba varios colmillos de la calavera del basilisco.
Recorrieron el camino de vuelta y velozmente se encontraban, en el baño del tercer piso, otra vez; pero la quietud había sido interrumpida; varias voces podían escucharse yendo y viniendo por los pasillos del Castillo.
- ¿Para dónde vamos ahora?- preguntó la voz de Henry.
- ¿Qué te parece si vamos para las cocinas a pedirle algo de comer a los Elfos? Le propuso su amigo.
- Tenés razón, me estoy muriendo de hambre- confesó Henry.
- Además te veo demasiado delgado- comento su amigo y ambos comenzaron a reír.
El camino hacia la cocina del Colegio era por la parte baja del castillo, parecido al que había que tomar para ir al salón de Pociones. Mientras iban caminando se cruzaron con muchas personas y los hechizos volaban por todas partes, era evidente que la batalla estaba desarrollándose, pero como tenían bastante hambre, optaron por no hacer nada y continuar en dirección a la cocina.
Una vez que llegaron ante la pintura de un gigantesco frutero de plata, se hicieron visibles otra vez. Henry le hizo cosquillas a una enorme pera verde, que comenzó a retorcerse entre risas, y se convirtió en un gran mango verde, el cual accionó y abrió la puerta. Pasando por las ollas y sartenes colgadas en los muros, se acercaron hasta una de las mesas y allí se encontraron con uno de los Elfos.
- Queríamos comer algo ¿Podrían ser unos sándwiches de carne con jugo de calabaza?- Le preguntó Tommy.
- ¡Si señor!- Afirmo el Elfo y haciendo una reverencia se fue a preparar todo.
- Me caen bien estos bichitos, son geniales- comentó Henry riendo- siempre quise tener uno-.
- Yo también- le aseguró su amigo-, son muy útiles-.
Varios minutos después, el Elfo Doméstico retornaba con una bandeja repleta de sándwiches y una jarra de jugo. Los jóvenes magos se pusieron a comer tranquilamente, casi no dejaron sobras, y una vez que terminaron se sentaron, sacaron sus pipas y se pusieron a fumar. Mientras tiraban humo escucharon la voz de Lord Voldemort imponiéndose sobre el clamor de la batalla; ésta fue su señal de partida, abandonaron la cocina, volvieron a hacerse invisibles y retomaron unas escaleras ya casi sin gente.
Se tomaron su tiempo para llegar al despacho del Director, observando todo el destrozo que habían provocado los Mortifagos y los gigantes, varias veces tuvieron que sortear los escombros que obstruían el paso, pero finalmente llegaron a su destino. Cuando estaban doblando por la esquina del pasillo que llevaba a la oficina, un muchacho flaco y desgarbado pasó por su lado con la cabeza mirando al piso: Harry Potter se dirigía hacia el Bosque Prohibido, donde lo esperaba su destino.
Sin prestarle mucha atención, se detuvieron ante la gárgola que abre el paso hacia la escalera que conduce al despacho, esperaron unos momentos a por si alguien irrumpía en el pasillo y volvieron a hacerse visibles.
- Nuevamente el dilema de la contraseña, todo tuyo mi amigo- dijo Tommy y se apartó unos metros de figura de piedra.
- Será un placer- le dijo Henry, quien apuntó su varita a la gárgola y diciendo - Reducto- otro rayo rojo salio de la punta y dio de lleno con la escultura haciéndola pedazos.
Despojada de su guardián, la pared de piedra se deslizó y reveló la conocida escalera en espiral. Ambos magos se subieron a sus escalones y ésta los fue llevando en suaves círculos hasta la puerta que daba a la oficina del Director. Entraron y la encontraron tal como Harry la había dejado, los portarretratos seguían vacíos y el pensadero estaba sobre el escritorio.
- ¡Finalmente!- exclamó Henry y se acercó hacia el portarretrato que se ubicaba mas cerca de la silla del Director, sacó su varita y con ella toco uno de los extremos del cuadro, esto generó un leve resplandor y luego de unos momentos una figura apareció en el centro.
- Hola Albus- dijo Henry sonriente e hizo un ademán en forma de saludo.
- Hola muchachos- contestó el viejo mago- ¿Quiénes son ustedes?- Preguntó luego de unos momentos, no podía reconocerlos
- Mi nombre es Henry y él es mi compañero de aventuras, Tommy- el cual repitió el ademán de saludo- Es un gusto hablar con usted- continuo el muchacho en forma sonriente. Los jóvenes ocuparon las dos sillas enfrentadas a la del Director y comenzaron con la charla.
- Valla, valla, hacía tiempo que no me encontraba con dos muchachitos tan educados ¿Puedo preguntar a que debo la visita? Me arriesgaría a decir que por la forma de hablar, ustedes no son de estas regiones- Les dijo Dumbledore, con su habitual brillo en los ojos.
- Tiene razón, Albus. Vinimos desde muy lejos para hacer algunas cosas, y dado a que nos encontrábamos en el país no queríamos irnos sin cruzar unas palabras con usted- dijo Tommy.
- Son muy amables- dijo Dumbledore -Aunque me parece extraño que estén aquí tan tranquilamente sentados. Afuera se está librando una de las batallas más importantes de los últimos años-
- Preferimos no intervenir, Albus- dijo Henry - no es el objetivo de nuestro viaje, a decir verdad, nadie sabe que estamos aquí. No fue difícil, sabemos ocultarnos bastante bien- dicho esto sacó rápidamente su varita y agitándola hizo aparecer dos posillos y una tetera de porcelana. Con otro movimiento de la varita la tetera comenzó a llenar los dos posillos con un humeante té.
- Gracias- dijo Tommy agarrando uno de los posillos y dándole un sorbo - Espectacular- le dijo a su amigo.
- Veo que no son magos comunes y corrientes- dijo Dumbledore
- No lo somos- dijo Tommy- hemos recorrido varios países del ancho mundo tratando de profundizar nuestros conocimientos-.
- Cierto- agregó Henry que había terminado de beber su té y cruzó las piernas adoptando una posición relajada -, en un principio creímos saber lo suficiente como para cumplir nuestros designios. Pero descubrimos que estábamos completamente equivocados-.
- A partir de entonces intentamos no dejar ninguna rama de conocimiento sin abarcar- dijo Tommy.
- ¿Y cuáles eran esos designios?- Preguntó Dumbledore algo curioso.
- Bueno, a mi con ser mago me alcanza y así será siempre, pero a mi amigo le gustaría meterse en política; llegar a gobernar algo pequeño (no es tan ambicioso), tal vez todo el mundo mágico- dijo Henry, y ante la mirada llena de sorpresa de Dumbledore, ambos empezaron a reír.
La conversación cambió drásticamente, incluso el aire del despacho no era el mismo; Dumbledore ya no sonreía y solo se mantenía expectante. Los ocupantes de los otros cuadros ya no disimulaban y observaban atentamente. Henry le dio otra veloz sacudida a su varita y el juego de té desapareció.
Luego de apreciar a quienes se sentaban frente a él unos instantes, Dumbledore volvió a hablar - Si Harry gana esta noche, y confío en que así será, sus planes se van a complicar significativamente-.
- Harry va a ganar esta noche. Eso ya lo hemos visto y es la verdadera razón por la que estamos aquí- dijo Tommy -Nos gustaría que le de un mensaje de parte nuestra-.
- Dígale que su muerte ya está fechada. Será el 31 de julio del 2018, ante las puertas de este hermoso Castillo- dijo Henry.
Dumbledore se quedó boquiabierto - ¿Por qué dentro de veinte años? ¿Por qué no lo hacen ahora si se creen tan hábiles?- preguntó.
- Suficiente- dijo Tommy levantándose de su asiento y el cuadro no dijo nada más, había sacado su varita y lanzado un encantamiento que lo dejó vacío al igual que el de los otros ex directores.
- Con eso bastará para que le avise en el momento oportuno- dijo el joven mago.
Henry todavía estaba sentado, juntando los dedos de sus manos y lo miraba algo serio.
– Esperemos que Harry sea lo demasiado obstinado y orgulloso como para pedirle instrucciones a Dumbledore. Si eso sucede, se complicará todo. Pero pase lo que pase, estaré preparado – le dijo, cosa que sorprendió mucho a Tommy, quien no esperaba semejante reflexión de su amigo.
Mientras se podía observar como la Luna cumplía su viaje y algo de luz matinal comenzaba a aparecer en el cielo, la oficina volvía a estar vacía.
jueves, 12 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VI
Era la tarde del primer día de Mayo y los jóvenes caminaban por las calles londinenses, cada uno bebiendo ese elixir Muggle que tanto amaban. Esperaron unos días antes de aparecerse en Hogsmeade y pasaron todo ese tiempo en la capital inglesa, dado a que era su ciudad favorita y una de las que mas conocían de Europa. Disfrutando de la magnificencia de la gran ciudad Muggle y del fresco clima primaveral, cortesía de Lord Voldemort, recorrieron gran parte del centro, donde la parada obligada eran las Casas de Té.
La parte mágica de la ciudad se encontraba completamente desolada, obra del poder del Mago Oscuro; los que no apoyaban al régimen y fueron afortunados huyeron al campo u otros países, y los que tuvieron la mala suerte de quedarse, se escondieron como pudieron; por eso, Tommy y Henry supusieron que visitar Diaggon Alley, u otros reductos del mundo mágico, no tendría sentido. En años posteriores el esplendor con el que resurgirían estos lugares, opacaría a los tiempos en los que Fudge todavía era Ministro.
Los muchachos habían salido de un restaurante de comidas rápidas muy conocido; el día era bastante bueno, casi no había nubes (cosa extraña para una ciudad como Londres), el sol irradiaba una luz calida bastante reconfortable y las calles estaban repletas de personas que iban y venían. Era el último día de la semana laboral y la gente estaba desesperada por llegar a su casa y comenzar a disfrutar del fin de semana. Mientras tanto, los magos caminaban entre la multitud, chocando con cada peatón apurado que pasaba.
- Fue buena idea la de hechizar a la que nos atendió- dijo Henry-, creo que es la primera vez que salgo satisfecho de comer en ese lugar-.
- La verdad que si- dijo Tommy riendo-, comimos muy bien-.
Las horas pasaron y la oscuridad empezó a cubrir el cielo. Faltaba poco para que decidieran aparecerse en la aldea vecina al Castillo. A la mañana siguiente seria el ingreso de Harry en Gringotts y esa misma noche se desarrollaría la “Batalla de Hogwarts”. Por lo tanto debían aprovechar estos últimos momentos de relajo antes terminar la misión.
Las calles de Hogsmeade se encontraban vacías, la oscuridad llegaba a casi todos los rincones de la aldea, aunque se podía notar que algunas ventanas emitían luces. El frío que les había dado la bienvenida la noche de su llegada había recrudecido. Faltaba muy poco para que
A unos metros de las ventanas tapeadas de Honeydukes se encontraba un callejón. A pesar de la luz no se podía apreciar donde terminaba, tampoco era muy ancho y evidentemente era el deposito de las cajas desechadas del negocio de dulces. En el preciso momento en que un gran gato negro salía de una de las cajas para comenzar su cacería nocturna, se escucharon dos suaves “pop” y el gato corrió espantado.
Los recién llegados salieron del callejón para contemplar las solitarias veredas de la aldea. Esta vez no vestían ropa muggle, Tommy lucía túnicas negras y violetas hasta los pies, y éstos estaban cubiertos por un calzado de color blanco. Henry también vestía túnicas, pero eran completamente oscuras y su calzado era de un colorado intenso.
Con un rápido movimiento sacó su varita del bolsillo y luego de dibujar un círculo sobre su cabeza exclamó - Exeta Res-.
De la punta de su varita salieron unos destellos azulados que cayeron sobre parte de los locales que los rodeaban; pero lo que el hechizo había conseguido no se reflejó de inmediato, varios minutos pasaron y todo siguió igual pero los magos todavía seguían parados en la entrada al callejón. De repente se escuchó el ruido de varias puertas abrirse y el correr de al menos 10 pares de pies. Henry había conseguido lo mismo que un niño destrozando un hormiguero con una rama: alborotar a sus habitantes.
Quienes habían salido de los locales estaban todos encapuchados y tenían las varitas en sus manos, listas para cualquier acción.
Sin preocuparse por la cantidad de personas que los rodeaban, los dos magos solo caminaron hasta la mitad de la calle, convirtiéndose en el centro de un círculo formado por los temidos Mortifagos.
La sorpresa de los seguidores de Lord Voldemort era tal que el murmullo fue lo único que rompió el silencio, que hasta ese momento había reinado en la noche: - ¿Quienes son?-, - ¿Por qué están aquí?-, - Deben ser aliados de Potter-. Distintos comentarios que no eran dirigidos a sus verdaderos destinatarios (que seguían en el mismo lugar), sino que iban y venían entre el grupo de magos.
Fue entonces cuando uno de ellos caminó unos pasos hacia los dos jóvenes y les pregunto: - ¿Quienes son ustedes?-
- Hasta que decidieron hablarnos- dijo Tommy-, nuestro nombre es irrelevante y de no ser así, tampoco es de su incumbencia-.
- ¿No saben que esta prohibido aparecerse en Hogsmeade?- dijo el mortifago bastante enfadado por los comentarios de Tommy - ¡Lárguense de aquí!-.
- Creo que tenemos un problema, porque no nos vamos a retirar-dijo Henry jugando con su varita.
- Entonces vamos a matarlos- sentencio el mortifago, alzo su varita y le lanzo una maldición asesina a Henry; pero antes de que ésta llegara a su objetivo, ambos magos habían desaparecido.
Los mortifagos rompieron el círculo y varios de ellos se acercaron hacia el punto donde antes habían estado Tommy y Henry. Fue entonces cuando dos rayos de luz verde golpearon a dos de los que se habían acercado al centro de la calle y cayeron sin vida. El resto se volteó rápidamente hacia donde creían que estaban quienes habían lanzado las maldiciones asesinas, pero no lograron ver nada.
Desde el techo de uno de los locales, que se encontraba frente a Honeydukes, surgieron más destellos de luz verde que envolvieron a otros dos Mortifagos. Quienes todavía quedaban en pie empezaron a correr por las calles, intentando huir de una muerte segura, puesto que seguían sin ubicar a quienes los estaban eliminando poco a poco. Pero sin darse cuenta, las puertas de los locales habían sido cerradas, evitando que se pusieran al resguardo de los asesinos.
Uno de los Mortifagos (el que había hablado con los jóvenes) comenzó a lanzar varios rayos hacia las terrazas de los locales, otros tres intentaban sin éxito abrir las puertas y los dos que restaban comenzaron a correr hacia el corazón del pueblo para dar la alarma. En ese momento, se escucharon dos “pop” cerca de donde estaban los cadáveres de los primeros caídos; el mortifago que acuchillaba el aire con sus maldiciones giro hacia su izquierda y lanzo otro haz de luz verde hacia los recién llegados, pero Tommy conjuro un gran escudo de titanio el cual hizo rebotar la maldición en la dirección opuesta. Mientras se escuchaba un ruido parecido a un “gong”, Henry, a espaldas de su amigo, apuntó su varita en dirección a los mortifagos que huían y luego tiro de ella, logrando que éstos fuesen arrastrados hacia atrás por una soga invisible. Tommy hizo desaparecer el escudo, giro hacia su derecha y apunto su varita hacia dos de los que intentaban abrir las puertas, dándole un golpecito un fogonazo de luz blanca salio de la punta de la varita, alcanzó a los desesperados Mortifagos y los desintegro en el acto. A su vez, Henry dirigió su varita hacia el ultimo que quedaba en pie y murmuro unas palabras en un idioma desconocido; el Mortifago comenzó a elevarse mientras gritaba sin emitir sonido alguno, moviendo los brazos y pataleando, luego de ganar varias decenas de metros, su cuerpo comenzó a hincharse y termino explotando en una bola de fuego.
Habiendo terminado el espectáculo, Tommy caminó hacia la entrada del callejón y se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared de Honeydukes. Henry se quedó en el centro de la calle, observando a los dos mortifagos que había capturado momentos atrás y que se encontraban a unos treinta metros de distancia.
- El trámite fue un poco mas complejo que la noche anterior- dijo Tommy sacando su pipa, encendiéndola y dándole una pitada- bueno, esta vez eran cinco más- culminó pensativo.
- Se complico un poco- dijo Henry acercándose a su amigo-, pero valió la pena- puntualizó y se sentó al lado de su amigo.
- ¿Que pensas hacer con esos dos?- pregunto Tommy señalando a los mortifagos sobrevivientes.
- Crearles un recuerdo en sus mentes, para que cuando se despierten mañana activen las barreras de la aldea y así detecten cuando Harry aparezca. Quiero darle un susto- dijo Henry y acto seguido hizo un movimiento con su varita y apareció su bebida preferida.
Se quedaron allí casi diez minutos, descansando y saboreando el momento.
- Bueno ¿Te parece ir yendo?- pregunto su amigo.
- Si, pero antes desásete de esos cadáveres mientras yo implanto los recuerdos- dijo Henry y se acercó tranquilamente a los Mortifagos. Los desmayó y giró tres veces su varita sobre la cabeza de uno y murmuro unas palabras, luego hizo lo mismo con el otro. Al terminar los hizo levitar a cada uno y los dejó apoyados contra las cajas de Honeydukes que estaban en el callejón; allí quedaron, luciendo profundamente dormidos y jamás recordarían los eventos de esta noche. Para ese entonces Tommy ya había hecho desaparecer los cinco cuerpos de los desafortunados Mortifagos, acercándose a Henry que terminaba su bebida le dijo - ¿Listo para irte?-
- Si- contestó su amigo. Y con dos suaves “pop” desaparecieron de las calles de Hogsmeade.
jueves, 5 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo V
Era pasada la media noche y la oscuridad era casi absoluta. No corría mucho viento por el valle, sin embargo la temperatura era notablemente baja para ser primavera y se podía apreciar que los picos montañosos todavía se conservaban bastante blancos.
A los pies de la montaña más alta había una pequeña laguna, franqueada por varios árboles que también cubrían parte de la extensión del valle.
De repente, como salidos de la nada, aparecieron dos figuras en las proximidades de la laguna. Eran dos personas, una de ellas de unos
Observaron detenidamente en donde se encontraban, tratando de reconocer el lugar. Avanzaron hacia un extremo de la laguna y se instalaron cerca de los árboles. Uno de los hombres, el más alto, se adentro en el bosque mientras el otro se sentó sobre el pasto, sacó una pipa de madera y comenzó a fumar. Pasado varios minutos, el que se adentrado en el bosque volvía cargando algunos leños; se acercó a su compañero, acomodó los maderos en el suelo y los encendió
Henry sacó una botella de plástico, con una etiqueta negra que rodeaba el centro y que contenía un líquido negro el cual comenzaron a beber.
- ¿Te parece que éste es el mismo lugar?- preguntó Henry a su amigo- Apenas lo observé antes de partir-.
- Creo que si- respondió Tommy y bebió un trago de la botella.- Sin duda estamos en el lugar correcto, a este lago lo conozco casi como la palma de mi mano. Lo que me pregunto es si estamos realmente en abril, este frío no es primaveral- continuó y le paso la bebida a su amigo, que lo miro pensativo.
- No caben dudas en cuanto al vórtice, te transporta a la misma fecha pero en el pasado. La diferencia climática se debe a los Dementotes que azotan al país- dijo Henry dándole un trago a la botella- Independientemente de eso el plan salió tan bien como esperaba, no podría haberse dado una situación más óptima. Hace mucho tiempo que deseábamos esto, Tommy, y finalmente lo logramos- le dijo sonriente.
Tommy asintió con la cabeza, termino la bebida y la botella desapareció - Si, nos vamos a divertir bastante, vamos comprobar si las crónicas eran ciertas-.
Henry se alzó y sacudió la tierra de sus jeans - Bueno, solo hay una forma de despejar cualquier duda que nos quede- dijo mirando a su alrededor mientras sacaba su varita - Vamos a entretenernos un rato-. Esperó a que su amigo se preparara, y una vez listo pronunció el nombre maldito, “Lord Voldemort”.
El más alto y fornido de los cinco habló primero, su voz, aunque bastante ronca, denotaba cierta alegría.
Eso fue suficiente para que los Snatchers dejaran de reír y el líder saco una lista de su bolsillo. - ¿Nombres?- preguntó bruscamente, toda posibilidad de jugar con su presa se había desvanecido.
-Tommy Castechulix- contestó el mago.
-Henry Persico- dijo su amigo -¿Con quien tenemos el placer?-
El líder los miro de arriba abajo, con desden, pero respondió - Mi nombre es Jack y estos son mis hombres- y luego de buscar durante unos momentos en su lista agrego - No los encuentro, pero su acento no es de estas regiones, vamos a tener que llevarlos al Ministerio para que allí vean que hacen con ustedes- y con un ademán a los otros cuatro dijo - encadénenlos-. Entonces ambos jóvenes rompieron a reír, tomando por sorpresa a los cinco Snatchers. Todavía riendo Henry dijo - Siguen estando equivocados si creen que vamos a ¿Como se dice? Ir calmados- y dejando de reír continuó - No tenemos intención de ir al Ministerio y francamente me parece una perdida de tiempo-. Mientras Henry hablaba, la expresión de los caza recompensas era cómica. Parecía como que los habían golpeado con un hechizo paralizante, manteniendo por unos largos segundos las caras de sorpresa.
- ¿Creen que dos magos solitarios, en medio de un descampado, son suficientes para ganar un duelo contra cinco?- preguntó Jack levantando su varita al igual que sus subordinados. Los dos jóvenes movieron sus cabezas afirmativamente- Entonces vamos a tener que jugar un poco con ustedes- sentenció finalmente.
Frente a ellos quedaban Jack y su secuaz que apuntaba su varita temblorosamente hacia Tommy.
- Parece que dos magos solitarios fueron suficientes para liquidar a tres de ustedes en quince segundos- dijo Henry -Ahora que estamos mano a mano, veamos si pueden aprovechar esta segunda oportunidad-.
Dos rayos de luz verde salieron dirigidos hacia los jóvenes, pero la mezcla de miedo y sorpresa hizo que erraran su blanco por varios centímetros. Tommy contestó con otra maldición asesina que golpeo a su contrincante mientras Henry decía -Crucio!-Ésta le dio de lleno a Jack quien cayó al suelo gritando y retorciéndose de dolor.
-Bueno- dijo Tommy -, dale un respiro para que disfrute los últimos momentos de su vida- Henry levanto la varita y Jack dejo de gritar. Luego de unos minutos se acercó hacia él, quien parecía a punto de perder el conocimiento; Henry dirigió su varita directo al corazón de su enemigo y dijo - Avada Kedavra!-
Los dos jóvenes magos se miraron y volvieron a reír, pero esta vez con más ganas, como si lo que acababan de vivir fuera inmensamente cómico.
- Nunca en sus vidas habían visto a alguien moverse tan rápido- dijo Tommy mirando a su alrededor y observando los cinco cadáveres.
- Cierto- dijo Henry -; pobres tontos, nunca tuvieron una chance. Creá un pozo, yo los voy a transformar en algo que no llame mucho la atención-.
Algunos minutos después Tommy había cavado mágicamente un pozo bastante profundo cerca de los árboles (donde todavía ardía la fogata) y Henry se acercaba levitando los cadáveres de los Snatchers, los cuales habían sido transformados en huesos tan grandes como el fémur de una vaca. Los dejo caer en el pozo y Tommy lo volvió a llenar con tierra.
- ¿Qué te gustaría hacer ahora?- Preguntó Henry.
- Mmm, no se. ¿Qué te parece ir Hogsmeade? Potter todavía no va a andar por ahí y la ciudad esta repleta de Mortigafos- dijo Tommy.
- Ok, tenemos varios días para disfrutar antes de que debamos volver. Y espero que los Mortifagos presenten más pelea que estos pobres Snatchers-
- Yo no me ilusionaría- le recomendó Tommy-, ver para creer-.
Apagaron el fuego y unos minutos después habían desaparecido. Dejando todo casi como estaba antes de que llegaran.
sábado, 31 de mayo de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo IV
- Hola mi amigo, no me vas a creer lo que pasó- dijo Henry por teléfono. - Quédate tranquilo, prepara todo para hacer el viaje, después te explico bien-.
Colgó el tubo y la sonrisa todavía no desaparecía de su rostro. ‘Tantos meses’ pensaba una y otra vez; el tiempo suele ser tirano, pero uno cosecha lo que siembra, y en este caso, Henry había invertido gran parte de su tiempo físico (y mental) en desarrollar éstos aspectos de la magia. Tanto para él, como para los norteamericanos en
El sol matutino entraba por el ventanal del despacho de Tommy. Un amplio escritorio se encontraba frente a él; de un lado estaba el muchacho cómodamente sentado y del otro lado, Henry, dándole unos sorbos a una gran taza de té.
La cara de Tommy denotaba una gran sorpresa, casi no había emitido palabra mientras Henry le contaba los sucesos de la noche anterior.
- Si, benditos sean- dijo Henry sonriendo.
- Ahora me doy cuenta de que me contaste muy por encima sobre lo que estudiaste en Europa- dijo Tommy.
- No creas- dijo Henry agarrando la taza de té nuevamente – no fue tanto, pero viajé con la intención de aprender cosas nuevas y lo logré-
- No me creo nada de esa repentina humildad, amigo mío- dijo Tommy en forma burlona - ¿Crees que el experimento éste nos puede llegar a hacer algún tipo de daño?- le preguntó sirviéndose un poco de té.
- Me parece que no, la energía fluye por el vórtice pero no toca a quien se introduce en él, en todo caso no creo que llegue a matarnos – dijo Henry –. Si la energía nos toca la pasaremos mal, es cierto, pero no moriremos. En todo caso no deberías preocuparte-
- Bueno, ya no me quedan dudas – dijo Tommy-. A propósito, me llegaron comentarios del Ministerio, aparentemente no tienen idea de quien causó el desastre en la plaza de Silverburg. Están bastante sorprendidos y molestos, incluso me pidieron información tuya, saben que viajamos a Europa juntos.
- Sucede que no quedó nadie como para documentar lo sucedido – le comentó Henry-, y hace rato que me perdieron el rastro. Supongo que me consideraban muerto, pero anoche me reconocieron y de alguna forma, un mensaje llegó al Ministerio ¿Por casualidad que les comentaste?- le preguntó a su amigo.
- Que no te veía desde hacía unos años y que desde que te dejé en Praga, no supe mas- le contestó Tommy.
- Gracias-
- No hay por que agradecer. Aunque hay algo que no me cierra del plan ¿Por qué debemos esperar hasta el 2018? Podríamos terminar todo hoy mismo- dijo Tommy.
- Por una simple razón, querido amigo, para ese entonces su círculo familiar se habrá completado- dijo Henry y su amigo quedó más sorprendido que antes.
- ¿Cómo sabes eso?- le preguntó.
- Lo descubrí en el último libro de las “Crónicas de Rowling”- contestó Henry-, aparentemente eran siete tomos y no seis como habíamos pensado en un primer momento. Lo que sucede es que el último de ellos no salió sino hasta unos años luego de nuestra visita a Londres. Actualmente Harry ya tiene tres hijos-.
Al oír esto a Tommy se le escapó una carcajada.
- Bueno- dijo- los próximos años serán provechosos, por lo menos en lo que a mi concierne- y con éstas palabras, termino de beber su té.
Los preparativos para el viaje llevaron un tiempo y las semanas pasaron bastante rápido. El verano había finalizado y el otoño se habría paso velozmente. Henry se había instalado en la morada de Tommy, dándole los últimos toques al hechizo y perfeccionando su ejecución, no deseaba que algo le saliera mal. También recorrió la ciudad natal de su amigo y cada tanto volvía a su hogar para ver como iban las cosas por allí.
Para cuando todo estuvo finalmente preparado, el calendario marcaba la segunda quincena de Abril. El frío se había adueñado poco a poco de la ciudad, cosa que fascinó a Henry, hacía tiempo que no padecía un verano por completo, siempre cambiaba de hemisferio cuando el calor comenzaba a molestarlo.
El dieciocho de Abril, los amigos se encontraban nuevamente en el despacho de Tommy, resolviendo cosas de últimos momentos y observando si no habían olvidado nada. Los bolsos de viaje lucían en unos sofás, en el estar que estaba tres metros detrás del escritorio. Henry estaba sentado en el suelo, con sus piernas estiradas y apoyando su cabeza y espalda en la parte baja del sofá. Tenía los ojos cerrados y meditaba los pasos a seguir por enésima vez, mientras jugaba con su varita entre los dedos de la mano derecha.
En ese momento Tommy ingresó en el despacho, observó a Henry unos instantes y finalmente le dijo –Todo está listo-.
Henry abrió los ojos, se levantó del piso – ¡Excelente!- exclamó-, cuando gustes nos vamos hacia tu departamento en Londres-. Tommy agarró su bolso, se puso su campera negra con interior de lana y dijo – vamos-. Los amigos dieron una vuelta en el lugar y con dos suaves “pop” desaparecieron.
Luego de la muerte de su padre, Tommy había pasado unos días en Europa visitando a sus hermanos, y como había quedado tan impresionado con la capital inglesa, decidió volver a verla. Dado a que le gustaba tanto, decidió comprarse un hogar donde parar para descansar de las obligaciones empresariales que le había dejado su padre. El departamento se encontraba en las afueras de la ciudad, en el ultimo piso de un edificio bastante alto, tendría unos veinte pisos, y desde allí se podía apreciar toda la extensión urbana y como la cruzaba el Támesis. Tenía varias habitaciones, pero la preferida de Tommy era la biblioteca, donde pasaba la mayor parte del tiempo cuando estaba en el país. La sala era bastante amplia, en el centro se podía observar una mesa de estudio y alrededor, contra la pared, se ubicaban las repisas atestadas de libros.
Los jóvenes magos entraron en la habitación y se dirigieron a la mesa del centro, habían encogido sus bolsos y los llevaban en los bolsillos de sus pantalones, para que no los molestaran, y ahora se preparaban para ir al lugar donde crearían el vórtice. Mientras Henry se ponía un buzo negro para abrigarse del frío local, Tommy le comentaba a donde irían.
- Bien- dijo Henry guardando su varita en el bolsillo trasero de su pantalón-, vas a tener que guiarme hasta allí.
- Ningún problema- le dijo Tommy ofreciéndole su brazo derecho para que se agarrara de el. Henry apenas lo alcanzó y desaparecieron rápidamente.
- Sorpréndeme- le pidió Tommy.
Del pequeño agujero negro, surgió una intensa luz blanca, que ilumino el lugar donde estaban casi por completo, obligándolos a cubrirse los ojos. Mientras la luz perdía fuerza, el vórtice se iba expandiendo, hasta el punto de ser lo suficientemente amplio para que los magos lo crucen.
- Increíble- dijo Tommy con los ojos bien abiertos.
- Después de ti, Charles1- le dijo Henry, notablemente agotado por lo que acababa de hacer. Tommy dudo unos instantes, pero cruzó el vórtice por completo y desapareció; Henry se recupero unos segundos y lo imitó, y mientras su cuerpo desaparecía se escucho una voz que venía desde el interior del agujero – Finite incantatem-, y con esto el vórtice se cerró.
1 Así solían llamarse el uno al otro, en los años del Instituto. Era un código interno que tenían, el cuál hacía referencia a los modales ingleses.
miércoles, 28 de mayo de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo III
La habitación estaba iluminada solo por una lámpara, que emitía una luz amarilla ubicada arriba de un escritorio de madera. El único sonido que se alcanzaba a escuchar en el cuarto, era el “tic-tac” de un reloj a cuerda que se encontraba arriba de una cómoda de tres cajones frente al escritorio.
Si uno entraba por la puerta de la habitación lo primero que veía era la cómoda; frente a ella había escritorio con un sillón de cuero donde sentarse cómodamente, y a su lado una biblioteca llena de libros. Contra la pared del medio había una cama de dos plazas y por sobre ella un gran ventanal. Las dos cortinas, que de día la cubrían en toda su extensión, estaban corridas hacia los costados y a través del vidrio se podía ver una noche cerrada. Unas pocas estrellas se apreciaban en el cielo, debido a las luces artificiales que alumbraban las calles, edificios y casas de la ciudad. Casi todos sus habitantes se encontraban durmiendo, con excepción de algunos.
La cama estaba tendida, pero tanto las sabanas como las cobijas lucían desordenadas; aparentemente el ocupante la había dejado horas atrás y no se había preocupado por poner algo de orden.
El mago volvió a mirar el reloj, eran las cuatro y veinte de la mañana y no había conseguido nada. De hecho, desde que había charlado con Tommy semanas atrás, todavía no había conseguido avanzar en el proyecto. Se levantó, agarró su abrigo y decidió dar una vuelta por la ciudad.
Caminó varias cuadras antes de llegar a una de las plazas que solía frecuentar cuando tenía unos años menos. Ésta era bastante grande, tendría unos novecientos metros cuadrados y era la imitación de una plaza parisina; los fundadores habían reproducido muchos de los paisajes y edificios de París, sobre todo al construir la catedral, que era una imitación de la de Notre Dame.
Distintos cuadrados de de hierba se recortaban alrededor del centro de la plaza y estaba iluminada por varios postes de luz. Tenía cuatro fuentes de agua y en el centro se ubicaba gran piedra negra, tallada en forma rectangular y con una superficie parecida al cristal; medía unos dos metros de largo, por otros dos de ancho y uno de alto. El mago atravesó tranquilamente todo el trayecto hasta la piedra y al llegar se sentó en el centro de ella.
Henry no deseaba padecer el mismo infortunio que esas pobres víctimas, además tenía el vivo recuerdo de lo que había sufrido años atrás a manos de los Hombres Oscuros.
Lo que estaba por ocurrir Henry lo sabía muy bien, los Aurors harían su aparición. Al rato de volver a sentarse en el centro de la piedra, varios “cracks” se escucharon a su alrededor; hasta que oyó el último, el joven pudo contar al menos unas veinte apariciones. Apretó con fuerza su varita, se levantó, los observó unos instantes y desapareció al primer grito de los recién llegados. Reapareció detrás de varios de ellos, se encontraban en uno de los cuadrados de hierba delimitados por setos; agitó nuevamente su varita y ésta escupió otras maldiciones asesinas. Antes de que la replica lo golpeara, desapareció y reapareció en el centro de la piedra, habían activado unas barreras mágicas y no podía aparecerse fuera de los limites de la plaza; mató a otro par de Aurors que estaban frente a él, pero sabía que era una pelea sin sentido: primero porque seguían apareciendo los magos del Ministerio y segundo, si continuaba el ritmo con el que estaba peleando, tarde o temprano se cansaría y lo atraparían.
Sabiendo todo esto, dibujo un circulo a su alrededor con la varita, murmuró unas palabras olvidadas por los magos de hoy en día y un campo energético de color dorado apareció rodeándolo y protegiéndolo de los ataques. El escudo solo serviría unos momentos y debería aprovecharlos al máximo para ideal algún plan; mientras tanto, los Aurors lo habían acorralado y apuntaban sus varitas hacia él. Algunos habían lanzado hechizos paralizantes, pero éstos habían rebotado contra el campo protector y regresado contra ellos.
Fue entonces cuando el líder habló:
‘Ilusos’ pensó Henry, pero continuó sin emitir palabra.
Le estaba quedando poco tiempo y esto comenzaba a enfadarlo, no le gustaban éste tipo de situaciones y una vez más era blanco del prejuicio gubernamental hacia su apellido.
El líder volvió a hablar, pero esta vez las palabras respetuosas habían desaparecido y el ultimátum no tardó en llegar - Persico, haga lo que ordeno o sino…-
Y fue entonces cuando recordó algo que había encontrado en sus años de investigación en Europa; era un viejo poema de la tradición mágica germana, muy poco conocido, que recordaba las maldiciones imperdonables.
“Serán hechizos prohibidos,
Tres de ellos conocidos, salvo uno.
¿Que llevaban cada uno consigo?
El control, la muerte, la tortura
Y cuatro palabras”
- Cuatro palabras- dijo Henry hablando por vez primera en toda la noche. Cerró su puño sobre el mango de la varita, sosteniéndola en el aire como un cuchillo; comenzó a agacharse y de la punta de la varita brotó una luz blanca. El escudo desapareció mientras apoyaba su rodilla derecha en el suelo. Inesperadamente, los Aurors se habían quedado sorprendidos por lo que estaba haciendo Henry, y todavía no habían atacado; el líder volvió a gritar y la desesperación se notó en su voz.
- ¡¡Deténgase, Persico!!-
Henry ya no lo escuchaba, juntaba todas sus fuerzas y las concentraba en su varita.
- Exevo- dijo dirigiendo la varita hacia la piedra.
- ¡¡¡Deténgase!!!- Volvió a ordenar el líder.
- Gran… Mas- continuó Henry.
- ¡¡¡¡Mátenlo!!!! Gritó el Auror y mientras Henry clavaba su varita en la piedra, decenas de maldiciones se dirigían hacia él.
- ¡¡¡VIS!!!-
Tardó en dar crédito a lo que veía, pero luego no le cabían dudas; y mientras los primeros rayos del Sol, bañaban lo que quedaba de la gran plaza, su risa se escuchó en cada rincón, había resuelto el problema.
lunes, 19 de mayo de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo II
Tommy Castechulix era un mago particular, no ponía mucha atención en clase (en verdad siempre se quedaba dormido), no demostraba respeto alguno por los profesores y solía faltar a clase bastante seguido.
Vivía con su padre en la ciudad de North Hood, la cual quedaba a una distancia bastante considerable de cualquier comunidad mágica y a su vez, era una de las localidades Muggles más importantes del país.
Su padre, Héctor Castechulix, era un millonario e importante empresario Muggle, era el dueño de una enorme empresa multinacional, con distintas sucursales alrededor del globo. Por eso desde muy chico, Tommy había ido de de ciudad en ciudad, viviendo por algún tiempo en una y luego mudándose a otra; gracias a esto, conocía casi todo el mundo.
No era hijo único, tenía dos hermanos y una hermana que eran mucho mas grandes que el y hacía tiempo se habían ido a triunfar a Europa. Dado que era el más joven y que continuaba viviendo con su padre, era un chico bastante consentido.
La sangre mágica la había heredado de su madre, que había muerto al nacer Tommy; aparentemente el esfuerzo que le llevó dar a luz fue enorme y por ello cuando se quedó dormida luego de todo el trabajo de parto, su espíritu abandonó el mundo mortal.
Henry y él se conocieron en el principio de sus años en el Instituto de Cultura Mágica; si bien en los primeros dos años de la enseñanza casi no cruzaron palabra, Henry le caía bien. Tommy conocía bastante bien la historia de los Persico, como cualquier mago del país (el gobierno se había encargado de ello), pero no los repudiaba ni les parecían unos salvajes; de hecho compartía ampliamente la ideología que profesaban, dado que consideraba que los Muggles eran bastante infradotados, y a veces los atacaba para entretenerse. A pesar de eso, solía rodearse de ellos, y consideraba que sus invenciones y su forma de vivir eran bastante provechosas. No le gustaba el -feudalismo- (como usualmente llamaba al estilo de vida de las comunidades mágicas europeas) en que vivían otros magos.
Rápidamente transcurrieron sus primeros años en el Instituto, sin mucho vértigo y de forma muy tranquila, dado que el país estaba en plena época de apogeo luego de la caída de Lord Voldemort, al igual que el resto del Mundo Mágico. Si bien se encontraban a muchos kilómetros de distancia,
Durante esos años casi no se relacionaron e interactuaban muy poco entre si. Tommy lo saludaba cada vez que se lo cruzaba en los pasillos del Instituto y Henry respondía, pero continuaba su camino hundido en pensamientos. A decir verdad, Tommy era bastante más popular que Henry; generalmente se lo podía ver en un grupo de jóvenes magos y brujas, ya sea en el comedor a la hora de alimentarse, o en los recreos que tenían entre una clase y otra. A su vez, Henry era bastante solitario (gracias a la fama de su familia) y como no compartía las mismas asignaturas que Tommy y dormía en una habitación bastante alejada de la de él, lo cruzaba bastante poco.
*
Algunas semanas después del comienzo del sexto año, Henry se encontraba en la biblioteca del Instituto leyendo unos libros y trabajando en un largo ensayo. Era bastante temprano y la hora del desayuno todavía no llegaba, pero el insomnio (o la falta de apetito) era algo concurrente en los últimos tiempos y se había levantado antes del alba. Cerca de la hora del comienzo de clases se abre la puerta de la biblioteca y entra Tommy con su mochila al hombro y fumando de una pipa de sauce. Lo vio a Henry y se dirigió a la mesa donde se encontraba, luego de sentarse y sacar unos libros de su mochila se puso a leer.
Sin levantar la mirada, Henry le dijo - No sabía que fumabas-.
Tommy levantó la vista y sonriendo le contestó - Hace unos meses que empecé, un día tuve muchas ganas de fumar y me termine haciendo una pipa ¿Te molesta?-
- No, para nada- dijo Henry- tiene un olor bastante agradable- y mirando a su compañero por primera vez, le sonrió.
- ¿Querés fumar vos también? Tengo una de más- le ofreció alcanzándole el objeto de madera.
Henry dudó unos instantes pero terminó aceptando, llenó la pipa con la tabaquera que le dio Tommy y la encendió con su varita. Momentos después, tiraba humo y continuaba con su ensayo.
- No entiendo la razón- dijo al rato - pero fumar me genera mucha paz-
Tommy volvió a alzar la vista y le dijo - Ese es el objetivo, aunque seguramente su poder te pueda ayudar en otros aspectos, no se te ve muy bien-, a lo que Henry quedó bastante sorprendido.
Momentos más tarde estaban inmersos en una conversación, y al parecer Tommy estaba bastante enterado de su vida y hacía preguntas hábiles, porque Henry se encontró hablándole de sus propias esperanzas y temores como nunca antes se había atrevido a hacer con otra persona. Tommy asentía con movimientos de cabeza, y los ojos le brillaron cuando oyó hablar de los Aurors.
A partir de ese día su relación creció y se hicieron grandes amigos, Tommy lo introdujo en el grupo y pronto la soledad de Henry pasó a ser algo del pasado. Vivían encerrados en la biblioteca; Tommy le confesó que las clases lo aburrían mucho y que cuando faltaba, en realidad se la pasaba leyendo en esa sala. Henry quedó muy sorprendido, no imaginaba que su amigo tuviese tanto amor por el conocimiento y la magia. A decir verdad, Tommy se la pasaba leyendo para aumentar sus poderes mágicos, ya que naturalmente era bastante poderoso, y había logrado hacer ciertas cosas antes de conseguir una varita y entrar al Instituto. Tenía muchos planes luego de terminar con su educación, los cuales le explicó a Henry con el pasar del tiempo.
Henry también era un mago bastante hábil, había dedicado su tiempo extracurricular a expandir sus conocimientos, y cuando volvía a su casa en los veranos se internaba en la biblioteca que había construido su padre. La mayoría de los libros eran de magia negra, pero al pasar los años, Henry le había agregado otras categorías como, curación, transfiguración, encantamientos, etc. Y había aprendido a aparecerse, mucho antes de que tuviese el permiso del Ministerio.
Finalmente (y sin complicaciones) concluyeron los siete años de educación, sortearon los exámenes medios y finales con bastante facilidad y pronto estaban planeando su futuro. Les habían llovido muchas ofertas laborales, pero habían desechado casi todas; Tommy quería un puesto de alto rango dentro del Ministerio, pero entendía que no tenía la experiencia suficiente para desempeñarlo. Henry solo deseaba seguir ampliando lo que había aprendido en el Instituto y en una de las tantas noches que pasaban debatiendo que camino tomar, le comentó a su amigo que le gustaría irse a estudiar a Europa, donde estaban los orígenes de la magia.
- Porque allá están los pilares fundamentales de cualquier tipo de conocimiento, y el origen de cualquier rama mágica, y si logramos cubrirlas por completo, llegaríamos a ser imparables- le dijo a Tommy.
Aunque su amigo no estaba muy seguro, lo que le dijo esa noche terminó de convencerlo y al poco tiempo de recibirse, comenzaron su largo viaje. A penas tenían dieciocho años cuando pisaron el Viejo Continente, y su primera parada fue en Inglaterra país de origen de Merlín, Dumbledore y tantos otros.
Fue en las Islas Británicas donde conocieron por completo las historias que habían alimentado su infancia. El relato del surgimiento del Señor Oscuro y de su derrota ante el “Elegido”, un adolescente huérfano llamado Harry Potter.
Demasiado vano les pareció la forma en que el ‘Elegido’ se alzó victorioso de la “Batalla de Hogwarts”; increíblemente Lord Voldemort, tenido por uno de los magos más poderosos de los últimos tiempos, había sido derrotado. De cualquier manera, las “Crónicas de Rowling” les sirvieron para darse cuenta de que una vez mas, el Poder Oscuro no siempre es omnipotente.
No se quedaron más de unos meses en las islas y siguieron su viaje hacia el este, donde hicieron paradas en Francia, Alemania, la región del Báltico, etc. Encontraron a muchos eruditos que habían elegido recluirse de la comunidad mágica, cada uno había elegido una vida casi eremita, y a duras penas pudieron lograr que les enseñaran sus secretos; el oro es siempre tentador. Cuando se establecían en las ciudades mágicas se la pasaban en las bibliotecas o comprando libros en los bazares ocultos de los suburbios, como los viejos mercados de Bagdad.
Sus caminos se separaron en Praga; Tommy se volvió a casa, había recibido una carta de su padre y requería de su presencia. Para Henry era demasiado pronto para el regreso, solo habían pasado unos años y sentía que le quedaba mucho más por recorrer. Al cabo de un tiempo vagando por los Balcanes, decidió visitar los países del Báltico nuevamente y, luego de meditarlo algunos días, se instaló definitivamente en Trondheim.
Pasados casi seis años en el viejo continente, decidió retornar a su casa; su crecimiento intelectual todavía no había terminado (pensaba él), pero extrañaba demasiado su hogar. Es difícil dejar todo atrás y que esto no se transforme en una cruz; Henry había partido con ganas, pero el tiempo pasaba y los últimos años en el país nórdico habían sido algo melancólicos.
Fue entonces cuando apareció en su viejo hogar en Silverburg. La habitación se encontraba de la misma forma en la que la había dejado, no había razones de cambio, pero ‘los imbéciles del Ministerio siempre se meten donde no los llaman’ pensaba Henry. Ya no tenía el aspecto de aquel joven de dieciocho años que había partido luego de finalizar sus estudios, el tiempo no había tocado su rostro pero su pelo y la barba habían crecido notablemente. A los pocos días de llegar, recibió una carta de su amigo, en la cual le pedía de verse nuevamente. Sin pensarlo partió hacia North Hood, y luego de seguir las indicaciones que le dio su amigo, arribo a su despacho. Tommy lucía como cuando se despidieron en Praga, aunque Henry lo veía más cansado y agobiado.
Rápidamente le contó de su vida; Héctor había fallecido el año anterior y le había dejado todo a su amigo. Manejar una multinacional no es tan sencillo, ni si quiera para un mago, pero éstos tienen más facilidades que los Muggles; desde entonces le había dedicado tiempo completo, ya que sus hermanos habían apoyado la decisión de su padre y deseaban que Tommy se encargara de todo.
- Estuve unos días en Italia y luego visité Londres- le comentó Tommy - pero no pude contactarte, habías desaparecido del mapa-.
- Hacía un tiempo que estaba erradicado en Noruega, continuando con las investigaciones- le dijo Henry tomando un poco de té.
- Bueno, pero no hay por que lamentarse, aquí estamos- le dijo Tommy - cuéntame algo de tus viajes-.
Henry le contó lo que había hecho, o parte en verdad, ya que el relato era demasiado extenso como para hacerlo en ese momento, de otra forma hubiesen charlado hasta el equinoccio de invierno. Pero continuaron hasta bien entrada la noche; a la mañana siguiente se encontraban en la cocina de la casa de Tommy. Luego de un desayuno tardío Tommy había prendido su pipa y Henry observaba la ciudad desde una de las ventanas.
- ¿Que te parecería hacer un viaje?- le preguntó a su amigo.
- ¿A dónde?- dijo Tommy
- ¿Que te parecería visitar Londres?- le volvió a preguntar Henry, había abandonado su lugar frente a la ventana y volvía a sentarse en una de las sillas de la cocina.
- Pero ya conocemos Londres ¿Tantas ganas de volver tenés?- le pregunto Tommy sorprendido por la idea de su amigo. Henry se quedo un momento mirándolo y luego le dijo - ¿Pero que te parece si visitamos a
Tommy casi se ahoga con la hebra de humo que había tragado, Henry solo sonreía.
- ¿Cómo pretendes hacer ese viaje? Es imposible- dijo tosiendo.
- No- dijo Henry -, pocas cosas son imposibles dentro del Universo de
- Pero todos los giratiempos fueron destruidos hace años, la técnica para fabricarlos hace tiempo que está perdida y sobre todo sería imposible volver tanto tiempo atrás- dijo Tommy sorprendido por las palabras de Henry.
- Tranquilo mi amigo- comenzó -Tengo en cuenta todas las complicaciones y obstrucciones que implican hacer ese viaje. Como te conté, en mis últimos tiempos en Europa había ido a vivir a Noruega, fue allí donde hace más de un año me encontraba leyendo en una biblioteca de Trondheim. Estaba solo, la medianoche había pasado; tenía un libro bastante antiguo en mis manos, otra pila en la mesa y un cuaderno donde apuntaba los temas que más me interesaban. Hacia un tiempo que intentaba encontrar alguna forma de controlar el espacio-tiempo, algo parecido a la forma de aparecerse, pero que se concentrara en la utilización de nuestro poder mágico. Si lo llegáramos a controlar, evitaríamos un gasto enorme de energía; porque toda acción que implique el uso de magia, genera una reacción que reduce la energía que poseemos para ella (el vulgarmente conocido como Maná).
“Así que en eso me encontraba, cuando leyendo teoría tras teoría, llegué a una parte donde se explicaba básicamente lo que hace un giratiempo. Aparentemente, cuando uno le da las famosas vueltas, se crea un pequeño vórtice dimensional. Una puerta que nos transporta unas horas al pasado. Yo no sabía eso, nunca tuve un giratiempo en mis manos, por eso todo era nuevo para mí. De hecho, uno vuelve solo algunas horas al pasado, porque la energía no es lo suficientemente grande como para que sean semanas, meses o más. Seguí leyendo y explicaba el hechizo para generar el vórtice, pero volvíamos al mismo problema: la falta de energía. Y en todo este tiempo todavía no conseguí resolver el enigma”- dijo finalmente y por un largo rato ninguno emitió un sonido.
- El viaje- dijo Tommy hablando nuevamente - que lástima que no pude quedarme más tiempo en Europa-.
- No te lamentes, ya lo voy a resolver- dijo Henry y se levantó para irse - Me vuelvo a casa, te mantengo al tanto de lo que vaya descubriendo-.
Se dieron un abrazo y Henry desapareció.