martes, 17 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VII
La noche cubría el cielo que se extendía sobre los terrenos del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Se podían distinguir infinitas estrellas, pero sobre todas ellas una gigantesca Luna, con su completa forma esférica, se imponía iluminando los terrenos que rodeaban al castillo. La vieja construcción de piedra se elevaba colosalmente sobre sus dominios; iluminada internamente por sus majestuosos candelabros, los cuales le daban el último toque al halo de misticismo que envolvía al colegio en su exterior.
Ya había pasado la hora de comer y aunque todo parecía estar en una paz absoluta, se acercaba una tormenta que dejaría su marca en la historia de la institución mágica.
Paz que no existía en el poblado que se encontraba a tan solo unas leguas del castillo, porque horas atrás, el ejército de Lord Voldemort había decidido activar las barreras para detectar cualquier aparición indeseable. Harry Potter no lo sabía, y jamás lo descubrió, pero esa trampa se la habían dejado dos viajeros, deseosos de gastarle una pequeña broma al “Elegido”. Ni bien apoyó sus pies sobre una de las calles del pueblo, varios Mortifagos aparecieron de la nada y estuvieron a punto de descubrirlo a él y a sus dos fieles amigos. Como siempre la suerte jugaba de su lado, y no solo estaba protegido por la Capa Invisible, sino que Aberforth Dumbledore había actuado oportunamente y lo salvó una vez más como cuentan las crónicas oficiales.
Lejos del pueblo, momentos después de su llegada, dos personas se acercaban a las puertas que conducían a los terrenos del colegio. Aparecidos de la misma nada, ambos volvían a lucir túnicas, diferentes a las de la noche anterior pero sin dejar de ser extravagantes: las de Tommy eran negras y coloradas, pero las de Henry eran violetas y azuladas.
Contemplaron por un tiempo al mágico castillo; era la primera vez que lo veían con sus propios ojos, y como si ambos fuesen alumnos de primer año, los había dejado sin palabras.
- Bien- dijo Henry pasados unos minutos-, llegamos algo temprano, vamos a tener que esperar un tiempo hasta que comience la batalla-.
- Podríamos pasearnos un rato por la Cámara de los Secretos ¿Qué te parece?- Preguntó Tommy.
- Está bien, pero no debemos atrasarnos demasiado, debemos entrar en la oficina dentro de unas horas- dijo Henry observando el portón en forma calculadora.
- ¿No conoces la clave, no?- Preguntó Tommy al observar su consternación.
Su amigo volteó para mirarlo y arqueando una de sus cejas le respondió – Pero por supuesto que la conozco. ¡Reducto!-. Un rayo rojo salio de la varita de Henry, impactó de lleno a la puerta y la destrozó.
- Seguramente se haya activado algún tipo de alarma- comento Henry despreocupadamente, mirando la reja y rascándose la cabeza.
- Ese no es ningún problema, no necesitamos una capa para ser invisibles- Contestó Tommy, dirigió hacia él su varita con un rápido movimiento y dejó de ser visible.
Henry largó una risotada e, imitando lo que su amigo había hecho, desapareció.
Si en verdad habían detectado la destrucción del portón, Henry y Tommy nunca lo supieron, pero era de prever que algún Mortifago informaría de lo sucedido.
Caminar siendo invisible era una de las cosas que mas le gustaban a Henry, la posibilidad de hacer lo que quería sin ser detectado generaba una emoción particular en nuestro joven protagonista amante de las excentricidades, y acumulaba varias aventuras en sus viajes por Europa en las que se había hecho invisible.
Los dos amigos ingresaron en los terrenos de Hogwarts caminado ávidamente y se dirigieron a la entrada del castillo; en su trayecto vieron a lo lejos la tumba blanca, pero no era algo que les interesara ver ya que no eran simpatizantes de los sepulcros. Atravesaron el portón y tomaron las escaleras hasta el tercer piso, donde se encuentra el baño y la entrada a la Cámara. En su trayecto advirtieron algo de movimiento, algunos alumnos subían y por las escaleras, y los dos magos ya conocían hacia donde se dirigían: el Cuarto del Requerimiento.
Una vez dentro del baño descubrieron que Mirtle “la llorona” no se encontraba, agradeciendo su buena fortuna, se acercaron a los lavatorios y se hicieron visibles otra vez.
- Bueno- dijo Tommy -pensemos los pasos a seguir ¿Esperamos a que vengan Ron y Hermione a abrir la entrada e ingresamos con ellos? O ¿La abrimos nosotros?-
- No hace falta- dijo Henry -, entremos ahora, todavía falta un rato para que lleguen y no tengo ganas de estar mucho tiempo en este baño decrépito- comentó y le hizo ademanes a su amigo para que comenzara.
- All’right- exclamó Tommy que a continuación emitió un extraño silbido, y de repente el grifo brilló con una luz blanca y comenzó a girar. Al cabo de un segundo, el lavabo empezó a moverse. El lavabo, de hecho, se hundió, desapareció, dejando a la vista una tubería grande, lo bastante ancha para meter un hombre dentro.
- Hablar “pársel” sin ser genéticamente apto, no tiene precio. Para todo lo demás, MistarCard, número uno en mi mundo- dijo en broma- Después de ti, Charles- le dijo a su amigo inclinando su cabeza y señalando la entrada.
- Gracias, Charles- contesto Henry, quien se elevo unos centímetros del suelo, se acercó a la tubería y bajó por ellas, levitando.
Era un tobogán interminable. Mientras el muchacho descendía podía ver otras tuberías que surgían a medida que se abría paso, pero ésta se curvaba y retorcía, descendiendo súbitamente. No bajaba tan rápido como Harry en aquella oportunidad, pero luego de un tiempo llego al extremo del gran túnel que conducía a la puerta de la Cámara. Todavía se podía apreciar que la humedad y la inmundicia adornaban la caverna por todas partes, por ésta razón Henry continuó levitando sobre el suelo, y antes de que Tommy llegara hacia donde él se encontraba le dijo -Procura seguir flotando y no tocar el suelo-
- Tenés razón, no hay que dejar huellas, y sobre todo las túnicas son demasiado caras como para ensuciarlas con ésta porquería- comentó Tommy divertido.
De ésta forma se acercaron hasta donde se situaba la parte derrumbada de la cueva, movieron unas piedras más para darse paso y llegaron ante la gruesa pared con las serpientes talladas en ella. Nuevamente Tommy hizo los honores y una vez dentro se encargó de cerrar el pasadizo.
La sala seguía tal como Harry la había dejado años atrás, avanzaron por entre las altísimas columnas de piedra y rápidamente se toparon con la imponente estatua de Salazar Slytherin. Ésta continuaba con la gran boca abierta y a sus pies, el cuerpo del basilisco yacía descomponiéndose, aunque ya casi no quedaba nada más que sus huesos.
Siempre levitando, continuaron admirando la inmensidad de la caverna. Pasado un rato, Tommy optó por recorrer la extensión rocosa, mientras Henry permanecía a los pies de la estatua. Una vez que su amigo termino su paseo, se acercó hacia donde él se encontraba.
- Siempre quise saber a donde lleva el agujero desde donde salía el monstruo- comentó Henry señalando la parte más alta.
- Date una vuelta si querés, yo me quedo vagando por acá. El olor ahí debe ser insoportable.- Le dijo Tommy y siguió deambulando por la cueva.
- Ok- contestó Henry y se elevó hasta la abertura. Ésta era casi tan alta como él, así que no tuvo problemas para entrar.
La guarida tenia alrededor de veintiséis pies de largo por diez de ancho, era bastante amplia y desde afuera uno no se daba cuenta de su verdadero tamaño. Tanto el piso, como las paredes y el techo estaban hechos con bloques de piedra de color verde, y su superficie era tan lisa y resbaladiza que parecía de vidrio. Pero más allá de eso, no había mucho que apreciar, salvo un olor que no era nauseabundo, pero suficiente como para hacerte picar la nariz. Para lamento de Henry no había nido ni huevos que significaran una futura amenaza. Cuando iba a saliendo del lugar escuchó dos voces que hablaban rápidamente, por lo tanto volvió a pasarse rápidamente su varita sobre sí mismo y desapareció.
Ubicarlo a Tommy fue sencillo, utilizando el encantamiento “Humanum Revelio” advirtió que él lo esperaba en la entrada a la Cámara; mientras se acercaba vio como Hermione cortaba varios colmillos de la calavera del basilisco.
Recorrieron el camino de vuelta y velozmente se encontraban, en el baño del tercer piso, otra vez; pero la quietud había sido interrumpida; varias voces podían escucharse yendo y viniendo por los pasillos del Castillo.
- ¿Para dónde vamos ahora?- preguntó la voz de Henry.
- ¿Qué te parece si vamos para las cocinas a pedirle algo de comer a los Elfos? Le propuso su amigo.
- Tenés razón, me estoy muriendo de hambre- confesó Henry.
- Además te veo demasiado delgado- comento su amigo y ambos comenzaron a reír.
El camino hacia la cocina del Colegio era por la parte baja del castillo, parecido al que había que tomar para ir al salón de Pociones. Mientras iban caminando se cruzaron con muchas personas y los hechizos volaban por todas partes, era evidente que la batalla estaba desarrollándose, pero como tenían bastante hambre, optaron por no hacer nada y continuar en dirección a la cocina.
Una vez que llegaron ante la pintura de un gigantesco frutero de plata, se hicieron visibles otra vez. Henry le hizo cosquillas a una enorme pera verde, que comenzó a retorcerse entre risas, y se convirtió en un gran mango verde, el cual accionó y abrió la puerta. Pasando por las ollas y sartenes colgadas en los muros, se acercaron hasta una de las mesas y allí se encontraron con uno de los Elfos.
- Queríamos comer algo ¿Podrían ser unos sándwiches de carne con jugo de calabaza?- Le preguntó Tommy.
- ¡Si señor!- Afirmo el Elfo y haciendo una reverencia se fue a preparar todo.
- Me caen bien estos bichitos, son geniales- comentó Henry riendo- siempre quise tener uno-.
- Yo también- le aseguró su amigo-, son muy útiles-.
Varios minutos después, el Elfo Doméstico retornaba con una bandeja repleta de sándwiches y una jarra de jugo. Los jóvenes magos se pusieron a comer tranquilamente, casi no dejaron sobras, y una vez que terminaron se sentaron, sacaron sus pipas y se pusieron a fumar. Mientras tiraban humo escucharon la voz de Lord Voldemort imponiéndose sobre el clamor de la batalla; ésta fue su señal de partida, abandonaron la cocina, volvieron a hacerse invisibles y retomaron unas escaleras ya casi sin gente.
Se tomaron su tiempo para llegar al despacho del Director, observando todo el destrozo que habían provocado los Mortifagos y los gigantes, varias veces tuvieron que sortear los escombros que obstruían el paso, pero finalmente llegaron a su destino. Cuando estaban doblando por la esquina del pasillo que llevaba a la oficina, un muchacho flaco y desgarbado pasó por su lado con la cabeza mirando al piso: Harry Potter se dirigía hacia el Bosque Prohibido, donde lo esperaba su destino.
Sin prestarle mucha atención, se detuvieron ante la gárgola que abre el paso hacia la escalera que conduce al despacho, esperaron unos momentos a por si alguien irrumpía en el pasillo y volvieron a hacerse visibles.
- Nuevamente el dilema de la contraseña, todo tuyo mi amigo- dijo Tommy y se apartó unos metros de figura de piedra.
- Será un placer- le dijo Henry, quien apuntó su varita a la gárgola y diciendo - Reducto- otro rayo rojo salio de la punta y dio de lleno con la escultura haciéndola pedazos.
Despojada de su guardián, la pared de piedra se deslizó y reveló la conocida escalera en espiral. Ambos magos se subieron a sus escalones y ésta los fue llevando en suaves círculos hasta la puerta que daba a la oficina del Director. Entraron y la encontraron tal como Harry la había dejado, los portarretratos seguían vacíos y el pensadero estaba sobre el escritorio.
- ¡Finalmente!- exclamó Henry y se acercó hacia el portarretrato que se ubicaba mas cerca de la silla del Director, sacó su varita y con ella toco uno de los extremos del cuadro, esto generó un leve resplandor y luego de unos momentos una figura apareció en el centro.
- Hola Albus- dijo Henry sonriente e hizo un ademán en forma de saludo.
- Hola muchachos- contestó el viejo mago- ¿Quiénes son ustedes?- Preguntó luego de unos momentos, no podía reconocerlos
- Mi nombre es Henry y él es mi compañero de aventuras, Tommy- el cual repitió el ademán de saludo- Es un gusto hablar con usted- continuo el muchacho en forma sonriente. Los jóvenes ocuparon las dos sillas enfrentadas a la del Director y comenzaron con la charla.
- Valla, valla, hacía tiempo que no me encontraba con dos muchachitos tan educados ¿Puedo preguntar a que debo la visita? Me arriesgaría a decir que por la forma de hablar, ustedes no son de estas regiones- Les dijo Dumbledore, con su habitual brillo en los ojos.
- Tiene razón, Albus. Vinimos desde muy lejos para hacer algunas cosas, y dado a que nos encontrábamos en el país no queríamos irnos sin cruzar unas palabras con usted- dijo Tommy.
- Son muy amables- dijo Dumbledore -Aunque me parece extraño que estén aquí tan tranquilamente sentados. Afuera se está librando una de las batallas más importantes de los últimos años-
- Preferimos no intervenir, Albus- dijo Henry - no es el objetivo de nuestro viaje, a decir verdad, nadie sabe que estamos aquí. No fue difícil, sabemos ocultarnos bastante bien- dicho esto sacó rápidamente su varita y agitándola hizo aparecer dos posillos y una tetera de porcelana. Con otro movimiento de la varita la tetera comenzó a llenar los dos posillos con un humeante té.
- Gracias- dijo Tommy agarrando uno de los posillos y dándole un sorbo - Espectacular- le dijo a su amigo.
- Veo que no son magos comunes y corrientes- dijo Dumbledore
- No lo somos- dijo Tommy- hemos recorrido varios países del ancho mundo tratando de profundizar nuestros conocimientos-.
- Cierto- agregó Henry que había terminado de beber su té y cruzó las piernas adoptando una posición relajada -, en un principio creímos saber lo suficiente como para cumplir nuestros designios. Pero descubrimos que estábamos completamente equivocados-.
- A partir de entonces intentamos no dejar ninguna rama de conocimiento sin abarcar- dijo Tommy.
- ¿Y cuáles eran esos designios?- Preguntó Dumbledore algo curioso.
- Bueno, a mi con ser mago me alcanza y así será siempre, pero a mi amigo le gustaría meterse en política; llegar a gobernar algo pequeño (no es tan ambicioso), tal vez todo el mundo mágico- dijo Henry, y ante la mirada llena de sorpresa de Dumbledore, ambos empezaron a reír.
La conversación cambió drásticamente, incluso el aire del despacho no era el mismo; Dumbledore ya no sonreía y solo se mantenía expectante. Los ocupantes de los otros cuadros ya no disimulaban y observaban atentamente. Henry le dio otra veloz sacudida a su varita y el juego de té desapareció.
Luego de apreciar a quienes se sentaban frente a él unos instantes, Dumbledore volvió a hablar - Si Harry gana esta noche, y confío en que así será, sus planes se van a complicar significativamente-.
- Harry va a ganar esta noche. Eso ya lo hemos visto y es la verdadera razón por la que estamos aquí- dijo Tommy -Nos gustaría que le de un mensaje de parte nuestra-.
- Dígale que su muerte ya está fechada. Será el 31 de julio del 2018, ante las puertas de este hermoso Castillo- dijo Henry.
Dumbledore se quedó boquiabierto - ¿Por qué dentro de veinte años? ¿Por qué no lo hacen ahora si se creen tan hábiles?- preguntó.
- Suficiente- dijo Tommy levantándose de su asiento y el cuadro no dijo nada más, había sacado su varita y lanzado un encantamiento que lo dejó vacío al igual que el de los otros ex directores.
- Con eso bastará para que le avise en el momento oportuno- dijo el joven mago.
Henry todavía estaba sentado, juntando los dedos de sus manos y lo miraba algo serio.
– Esperemos que Harry sea lo demasiado obstinado y orgulloso como para pedirle instrucciones a Dumbledore. Si eso sucede, se complicará todo. Pero pase lo que pase, estaré preparado – le dijo, cosa que sorprendió mucho a Tommy, quien no esperaba semejante reflexión de su amigo.
Mientras se podía observar como la Luna cumplía su viaje y algo de luz matinal comenzaba a aparecer en el cielo, la oficina volvía a estar vacía.
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