jueves, 12 de junio de 2008

Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VI


Era la tarde del primer día de Mayo y los jóvenes caminaban por las calles londinenses, cada uno bebiendo ese elixir Muggle que tanto amaban. Esperaron unos días antes de aparecerse en Hogsmeade y pasaron todo ese tiempo en la capital inglesa, dado a que era su ciudad favorita y una de las que mas conocían de Europa. Disfrutando de la magnificencia de la gran ciudad Muggle y del fresco clima primaveral, cortesía de Lord Voldemort, recorrieron gran parte del centro, donde la parada obligada eran las Casas de Té.
La parte mágica de la ciudad se encontraba completamente desolada, obra del poder del Mago Oscuro; los que no apoyaban al régimen y fueron afortunados huyeron al campo u otros países, y los que tuvieron la mala suerte de quedarse, se escondieron como pudieron; por eso, Tommy y Henry supusieron que visitar Diaggon Alley, u otros reductos del mundo mágico, no tendría sentido. En años posteriores el esplendor con el que resurgirían estos lugares, opacaría a los tiempos en los que Fudge todavía era Ministro.

Los muchachos habían salido de un restaurante de comidas rápidas muy conocido; el día era bastante bueno, casi no había nubes (cosa extraña para una ciudad como Londres), el sol irradiaba una luz calida bastante reconfortable y las calles estaban repletas de personas que iban y venían. Era el último día de la semana laboral y la gente estaba desesperada por llegar a su casa y comenzar a disfrutar del fin de semana. Mientras tanto, los magos caminaban entre la multitud, chocando con cada peatón apurado que pasaba.

- Fue buena idea la de hechizar a la que nos atendió- dijo Henry-, creo que es la primera vez que salgo satisfecho de comer en ese lugar-.

- La verdad que si- dijo Tommy riendo-, comimos muy bien-.

Las horas pasaron y la oscuridad empezó a cubrir el cielo. Faltaba poco para que decidieran aparecerse en la aldea vecina al Castillo. A la mañana siguiente seria el ingreso de Harry en Gringotts y esa misma noche se desarrollaría la “Batalla de Hogwarts”. Por lo tanto debían aprovechar estos últimos momentos de relajo antes terminar la misión.

Las calles de Hogsmeade se encontraban vacías, la oscuridad llegaba a casi todos los rincones de la aldea, aunque se podía notar que algunas ventanas emitían luces. El frío que les había dado la bienvenida la noche de su llegada había recrudecido. Faltaba muy poco para que la Luna completara su forma circular, pero la luz que emitía era suficiente para poder caminar sin la necesidad de alumbrar las calles.
A unos metros de las ventanas tapeadas de Honeydukes se encontraba un callejón. A pesar de la luz no se podía apreciar donde terminaba, tampoco era muy ancho y evidentemente era el deposito de las cajas desechadas del negocio de dulces. En el preciso momento en que un gran gato negro salía de una de las cajas para comenzar su cacería nocturna, se escucharon dos suaves “pop” y el gato corrió espantado.
Los recién llegados salieron del callejón para contemplar las solitarias veredas de la aldea. Esta vez no vestían ropa muggle, Tommy lucía túnicas negras y violetas hasta los pies, y éstos estaban cubiertos por un calzado de color blanco. Henry también vestía túnicas, pero eran completamente oscuras y su calzado era de un colorado intenso.
Con un rápido movimiento sacó su varita del bolsillo y luego de dibujar un círculo sobre su cabeza exclamó - Exeta Res-.

De la punta de su varita salieron unos destellos azulados que cayeron sobre parte de los locales que los rodeaban; pero lo que el hechizo había conseguido no se reflejó de inmediato, varios minutos pasaron y todo siguió igual pero los magos todavía seguían parados en la entrada al callejón. De repente se escuchó el ruido de varias puertas abrirse y el correr de al menos 10 pares de pies. Henry había conseguido lo mismo que un niño destrozando un hormiguero con una rama: alborotar a sus habitantes.
Quienes habían salido de los locales estaban todos encapuchados y tenían las varitas en sus manos, listas para cualquier acción.

Sin preocuparse por la cantidad de personas que los rodeaban, los dos magos solo caminaron hasta la mitad de la calle, convirtiéndose en el centro de un círculo formado por los temidos Mortifagos.
La sorpresa de los seguidores de Lord Voldemort era tal que el murmullo fue lo único que rompió el silencio, que hasta ese momento había reinado en la noche: - ¿Quienes son?-, - ¿Por qué están aquí?-, - Deben ser aliados de Potter-. Distintos comentarios que no eran dirigidos a sus verdaderos destinatarios (que seguían en el mismo lugar), sino que iban y venían entre el grupo de magos.

Fue entonces cuando uno de ellos caminó unos pasos hacia los dos jóvenes y les pregunto: - ¿Quienes son ustedes?-

- Hasta que decidieron hablarnos- dijo Tommy-, nuestro nombre es irrelevante y de no ser así, tampoco es de su incumbencia-.

- ¿No saben que esta prohibido aparecerse en Hogsmeade?- dijo el mortifago bastante enfadado por los comentarios de Tommy - ¡Lárguense de aquí!-.

- Creo que tenemos un problema, porque no nos vamos a retirar-dijo Henry jugando con su varita.

- Entonces vamos a matarlos- sentencio el mortifago, alzo su varita y le lanzo una maldición asesina a Henry; pero antes de que ésta llegara a su objetivo, ambos magos habían desaparecido.

Los mortifagos rompieron el círculo y varios de ellos se acercaron hacia el punto donde antes habían estado Tommy y Henry. Fue entonces cuando dos rayos de luz verde golpearon a dos de los que se habían acercado al centro de la calle y cayeron sin vida. El resto se volteó rápidamente hacia donde creían que estaban quienes habían lanzado las maldiciones asesinas, pero no lograron ver nada.
Desde el techo de uno de los locales, que se encontraba frente a Honeydukes, surgieron más destellos de luz verde que envolvieron a otros dos Mortifagos. Quienes todavía quedaban en pie empezaron a correr por las calles, intentando huir de una muerte segura, puesto que seguían sin ubicar a quienes los estaban eliminando poco a poco. Pero sin darse cuenta, las puertas de los locales habían sido cerradas, evitando que se pusieran al resguardo de los asesinos.

Uno de los Mortifagos (el que había hablado con los jóvenes) comenzó a lanzar varios rayos hacia las terrazas de los locales, otros tres intentaban sin éxito abrir las puertas y los dos que restaban comenzaron a correr hacia el corazón del pueblo para dar la alarma. En ese momento, se escucharon dos “pop” cerca de donde estaban los cadáveres de los primeros caídos; el mortifago que acuchillaba el aire con sus maldiciones giro hacia su izquierda y lanzo otro haz de luz verde hacia los recién llegados, pero Tommy conjuro un gran escudo de titanio el cual hizo rebotar la maldición en la dirección opuesta. Mientras se escuchaba un ruido parecido a un “gong”, Henry, a espaldas de su amigo, apuntó su varita en dirección a los mortifagos que huían y luego tiro de ella, logrando que éstos fuesen arrastrados hacia atrás por una soga invisible. Tommy hizo desaparecer el escudo, giro hacia su derecha y apunto su varita hacia dos de los que intentaban abrir las puertas, dándole un golpecito un fogonazo de luz blanca salio de la punta de la varita, alcanzó a los desesperados Mortifagos y los desintegro en el acto. A su vez, Henry dirigió su varita hacia el ultimo que quedaba en pie y murmuro unas palabras en un idioma desconocido; el Mortifago comenzó a elevarse mientras gritaba sin emitir sonido alguno, moviendo los brazos y pataleando, luego de ganar varias decenas de metros, su cuerpo comenzó a hincharse y termino explotando en una bola de fuego.

Habiendo terminado el espectáculo, Tommy caminó hacia la entrada del callejón y se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared de Honeydukes. Henry se quedó en el centro de la calle, observando a los dos mortifagos que había capturado momentos atrás y que se encontraban a unos treinta metros de distancia.

- El trámite fue un poco mas complejo que la noche anterior- dijo Tommy sacando su pipa, encendiéndola y dándole una pitada- bueno, esta vez eran cinco más- culminó pensativo.

- Se complico un poco- dijo Henry acercándose a su amigo-, pero valió la pena- puntualizó y se sentó al lado de su amigo.

- ¿Que pensas hacer con esos dos?- pregunto Tommy señalando a los mortifagos sobrevivientes.

- Crearles un recuerdo en sus mentes, para que cuando se despierten mañana activen las barreras de la aldea y así detecten cuando Harry aparezca. Quiero darle un susto- dijo Henry y acto seguido hizo un movimiento con su varita y apareció su bebida preferida.

Se quedaron allí casi diez minutos, descansando y saboreando el momento.

- Bueno ¿Te parece ir yendo?- pregunto su amigo.

- Si, pero antes desásete de esos cadáveres mientras yo implanto los recuerdos- dijo Henry y se acercó tranquilamente a los Mortifagos. Los desmayó y giró tres veces su varita sobre la cabeza de uno y murmuro unas palabras, luego hizo lo mismo con el otro. Al terminar los hizo levitar a cada uno y los dejó apoyados contra las cajas de Honeydukes que estaban en el callejón; allí quedaron, luciendo profundamente dormidos y jamás recordarían los eventos de esta noche. Para ese entonces Tommy ya había hecho desaparecer los cinco cuerpos de los desafortunados Mortifagos, acercándose a Henry que terminaba su bebida le dijo - ¿Listo para irte?-

- Si- contestó su amigo. Y con dos suaves “pop” desaparecieron de las calles de Hogsmeade.

1 comentario:

» Filybu dijo...

Cada vez más intrigante :P
Sí, ya me volví fiel lectora hace rato pero esto de comentar es un trabajo U^^
Saludos HP

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