domingo, 29 de junio de 2008

Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VIII


No se escuchaba sonido alguno, el silencio reinaba en la oscura habitación. De repente, se sintió una corriente de aire y con el movimiento de sus largas túnicas, los dos amigos pisaron el suelo. Una vez terminada su aventura en el tiempo, volvieron a su época; el departamento de Tommy lucía como lo habían dejado minutos atrás (aunque para ellos había pasado casi un mes); Henry ni siquiera se sentó a descansar, todavía llevaba su bolso de viaje sobre el hombro. Tommy se despojó de sus atavíos y se recostó a lo largo del sofá más próximo a él.

- Bueno mi amigo, aquí me despido. No hace falta que te levantes – dijo Henry ante el gesto de su amigo.
- ¿Hacia donde vas?- le preguntó
- Primero a mi departamento, necesito dejar mis cosas y cambiarme, las túnicas apestan- le contestó Henry.
- Está bien, yo me voy a quedar durmiendo un rato, estoy demasiado cansado- le dijo Tommy.
- Que así sea compañero, hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, cuídate- dijo Henry y desapareció sin emitir sonido alguno.

Los años pasaron bastante rápido para los dos jóvenes magos. Henry volvió a ver a su viejo amigo varias veces al año siguiente; luego las visitas se interrumpieron un tiempo. Pasados cinco años volvieron a verse en la reunión de ex alumnos del Instituto de Cultura Mágica, con el gran revuelo que generó la aparición de Henry. Pasaron otro tiempo sin verse muy seguido; en ocasiones el mago aparecía por la noche en el hogar de Tommy en North Hood, y desaparecía a la mañana temprano.
Henry reapareció finalmente, luego de una larga ausencia, una mañana de Julio. Los rayos del sol calentaban el frío despacho de Tommy, estaba sentado espaldas a la puerta, mirando la ciudad a través del hermoso ventanal. Un suave “pop” se oyó detrás de él y cuando se volvió para observar quien osaba aparecerse de manera tan grosera, quedo boquiabierto.
Vestido con una túnica negra que le cubría el cuerpo por completo, las barbas y cabellos largos hasta la cintura y fumando de su pipa de saúco, su viejo amigo Henry lo miraba dedicándole una sonrisa.

- ¡Tanto tiempo!- dijo Tommy y parándose fue a su encuentro y le dio un abrazo. – Si que has cambiado- observó.
- Ñañas de la edad- dijo Henry riendo- Vos no cambiaste en nada- le dijo a su amigo observándolo de pies a cabeza.

Tommy le pidió noticias sobre él y lo que había hecho durante estos años, pronto estuvieron charlando hasta largas horas de la noche. Así, Henry se enteró de que su amigo no había estado ocioso, tan pronto volvió de Inglaterra, se metió en el Ministerio y gracias a sus cualidades, había escalado posiciones y ahora era el Jefe del Departamento de Justicia. A su vez, Henry le contó parte de sus viajes, había vuelto a recorrer Europa y había logrado aprender algunas cosas más, aunque el decía que eran “los trucos de siempre” pero se notaba que su aura y poder mágico habían crecido notablemente.

- Supongo que imaginarás por que estoy aquí- le dijo Henry mientras tomaba un poco de té.
- Es por el viejo asunto “Potter” ¿Verdad?- preguntó Tommy.
- ¡Exacto!- exclamó Henry- A fin de este mes se cumple el plazo que le dimos a Harry para que se preparara-
- Cierto- dijo Tommy cayendo en la cuenta- Que rápido pasa el tiempo-
- Volando- agregó Henry-, y te voy a contar algo que te va a gustar. Todo este tiempo, no descuidé el asunto ni un segundo, me ocupe de observar su vida. Actualmente es el Jefe del Departamento de Aurors del Ministerio ingles, y vive con su esposa e hijos en Grimmauld Place-
- Predecible- interrumpió Tommy
- Aja- afirmó Henry-, dos de sus hijos ya están en Hogwarts y en cuanto a Ron y Hermione, ambos viven en un departamento del Londres mágico-
- Bien, parece que todo está preparado entonces- dijo Tommy -¿Cuándo nos vamos?- preguntó.
- Ya- dijo Henry sonriendo, desapareció de la silla donde estaba, reapareció al lado de Tommy, lo tomó del brazo y volvió a desaparecer.

*
Diagon Alley se encontraba en el mismo esplendor de las épocas previas a la guerra contra Lord Voldemort. Cientos de negocios florecían por todas partes, y a diferencia de tiempos pasados, la oscuridad no amenazaba con retornar.
A pesar de que no había tantos compradores en potencia colmando las calles, un buen número recorría los negocios. Muchos eran extranjeros y otros eran padres que hacían algunas compras para evitar la locura previa al primero de Septiembre.
El comercio de los gemelos Weasley era una parada obligada para cualquiera que caminara por el lugar, sobre todo los niños, que eran atraídos como por un imán.
George había llevado el negocio adelante, luego de la dolorosa muerte de Fred; y aunque al principio no quería saber nada, la ayuda del pequeño Ron fue de gran provecho. Éste último ya casi no trabajaba en la tienda, estaba muy ocupado con su amigo Harry en el Departamento de Aurors, pero de vez en cuando pasaba y le daba una mano al gemelo.
George había ampliado considerablemente al local, unos años atrás había comprado los locales con los que limitaba el suyo y de esta forma se había transformado en el negocio de ventas más grande del lugar.
Eran alrededor de las cuatro de la tarde y el último comprador salía con las manos repletas, George bastante satisfecho consigo mismo, cerró la puerta de entrada.

- Verity- gritó-, voy a recostarme un rato, estoy algo cansado- y diciendo esto se disponía a subir al altillo donde vivía, cuando la campana de recepción sonó repentinamente. Pero al darse vuelta para ver quién había entrado, lo único que pudo advertir fue un destello verde y la luz se apagó.
Momentos después, un grito de horror se oyó en todo Diagon Alley.

*
Harry Potter apareció de repente en la puerta de la tienda de los hermanos Weasley. Todavía no lo podía creer, la noticia le cayó como un balde de agua helada. Una docena de Aurors iban y venían por el lugar, tomando notas para las pericias. Harry ingresó y observó de lado a lado el local; todo estaba en perfecto orden, nada roto o desparramado, no había ninguna señal de lucha. Se acercó al mostrador, el dinero todavía estaba en la caja, y a los pies de la escalera, el cuerpo de un hombre de cabellos rojos yacía boca arriba. A su lado otro pelirrojo abrazaba su cabeza y las lágrimas caían por sus mejillas.
- Lo siento mucho, Ron- dijo Harry.
Ron Weasley alzó su mirada, tenía los ojos inyectados de sangre. – ¿Por qué?- fue lo único que le dijo, Harry no contestó.
La noticia seguramente destrozaría a la Sra. Weasley; ya había perdido a uno de sus hijos en el pasado. Harry sabía que no podía hacer mucho, por lo tanto ni bien se llevaron el cuerpo de George al Ministerio, habló seriamente con su amigo.
- Deberíamos contarle a tu madre, Ron- le dijo.
- Tienes razón, mejor ahora que esperar a que se entere de otra forma- dijo Ron pesadamente.
Harry le puso una mano en el hombro y lo observó largamente. – Atraparemos al hijo de puta que hizo esto- le dijo a su amigo. Ron solo lo miró y asintió.

Se aparecieron a unos metros de la entrada a la Madriguera; la casa que se sostenía por arte de magia y que tanto amaba Harry, se veía pacífica. Los amigos tardaron en dar el primer paso hacia la casa, estaban como clavados en la tierra y no emitían sonido alguno. De repente un “pop” se escuchó a sus espaldas, se dieron vuelta rápidamente, y una mujer de cabellos castaños y enmarañados abrazó fuertemente al pelirrojo.

- ¡¡Oh, Ron!!- dijo Hermione llorando – No puedo creerlo…-
- Yo tampoco `Mione, todavía no caigo- le decía su mejor amigo a su mujer, sin romper el abrazo - ¿Qué hiciste con los niños?- le preguntó.
- Los dejé con sus primos, en Grimmauld Place- contestó Hermione sin parar de sollozar.
- ¿Ginny se enteró? ¿Por qué no está aquí?- Preguntó Harry algo nervioso, rompiendo el silencio por primera vez desde la llegada de su amiga.
- Ginny no estaba, supongo que todavía no volvió del trabajo- le dijo Hermione sin soltar a Ron.
- Cierto- dijo Harry-, luego de contarle a Molly iré a buscarla-
- Vamos- dijo Ron y pasándole el brazo por la espalda a su mujer, se dirigió a la puerta de la cocina.

Harry se quedó detrás de ellos, no manejaba muy bien esta clase de momentos, por eso prefería entrar una vez todo estuviese dicho. Y todavía no sabía que como se lo diría a su amada Ginny.
De repente, dos terribles gritos llegaron del interior de la casa, interrumpiendo sus pensamientos; con la varita en mano y veloz como un rayo entró en la casa de los Weasley, pero el horror lo golpeó con puños de acero:
Ron estaba arrodillado en el suelo y tenía la cara cubierta por sus manos, Hermione miraba hacia él y lloraba sin contenerse. Harry quedo estupefacto, en la mesa de la cocina y todavía sin terminar sus platos, se encontraban los cuerpos sin vida de Molly, Arthur, Percy y Bill. Apartó rápidamente la vista de ese espectáculo macabro y se desplomó en el suelo, llorando; golpeaba el piso con sus manos, lastimándose con cada puñetazo, pero en ese momento no sentía dolor físico.
Fue entre golpe y golpe que recordó algo; unos años atrás, Dumbledore le había contado algo en la noche de su cumpleaños número veinte. Algo que en ese momento le había parecido muy extraño, pero no le había dado la importancia suficiente.
Había ido a visitar a su viejo amigo y mentor para charlar un rato con él. Pero Dumbledore lo recibió de forma rara y no se notaba su humor característico; le había hecho rememorar su charla luego de la muerte de Sirius.

- La noche de la batalla con Lord Voldemort- comenzó a contarle el anciano ex director-, vinieron a este despacho dos jóvenes magos. Al principio se mostraron muy corteses y me contaron que habían venido al país para visitarlo y conocerme personalmente. Muy atípico me pareció en verdad, pero continuamos la charla. Sabían que se estaba desarrollando la batalla, pero no querían participar, me dijeron que no era su intención. Pero lo que me revelaron a continuación, me dejo estupefacto (si Harry, con todo lo que eso pueda significar para ti), sabían que ibas a ganar. Yo lo suponía, dado al tiempo que conocía a Lord Voldemort y lo que ya te había contado sobre la conexión que mantenían los dos, pero no estaba cien por ciento seguro. Y no solo esto, sino que me dijeron que te matarían, lo más confuso de todo, querido Harry, es que me dieron una fecha para que te encontraras con ellos: el día de tu cumpleaños 38…-
- ¿Cómo?- dijo Harry sorprendido.
- Es todo lo que se, porque luego de decirme estas palabras cerraron el marco de esta pintura por arte de magia- dijo Dumbledore amargamente.
Minutos de silencio siguieron luego de las palabras del anciano, ambos lucían pensativos.
- ¿Qué piensa que debería hacer?- dijo Harry-.
- Prepararte lo mejor que puedas, querido muchacho-.

En verdad, lo que Dumbledore le había contado, le parecía la amenaza de dos Mortifagos chiflados. Harry confiaba en que al haber encerrado a todos los seguidores de Voldemort, que habían quedado en libertad, jamás pasaría lo que Dumbledore le había advertido. Pero la vanidad es el pecado favorito del Diablo y mientras mas grande uno se cree, mas ruido hace al caer.

*
Se levanto del suelo de la cocina y no sabía por que, pero sentía muy adentro de él que algo malo estaba por suceder. Fue entonces cuando pensó en su Ginny; imaginando lo peor y raudo como el viento, desapareció de la “Madriguera” y llegó a la entrada de su casa en el número doce de Grimmauld Place.
Su miedo creció al notar que la puerta estaba abierta; corriendo atravesó el vestíbulo y llegó al living. Se detuvo de repente, por un segundo se quedó sin aire y empalideció completamente; había encontrado los cuerpos de sus hijos y los de Ron, desplomados frente a la chimenea. Llorando los contempló unos instantes, pero entonces el alma le volvió al cuerpo: los niños seguían respirando, solo habían sido aturdidos.
‘Ginny’ pensó y luego grito con todas sus fuerzas – ¡¡Ginny!!
No hubo respuesta. Corrió hacia su habitación, la misma sensación que había tenido en la cocina de los Weasley le decía que debía ir hacia allí. Llegó a la puerta y la encontró cerrada, sin dudarlo un segundo, la hizo volar con un encantamiento y entonces entró y la vio: tendida sobre su cama matrimonial, los largos cabellos colorados cubriendo su rostro angelical. Harry se acerco y la observó, pero ella ya no estaba en la habitación, se había marchado para nunca regresar. Se arrodillo, tomó su cuerpo entre sus brazos y lloró.

*
Golpearon la puerta del Departamento de Aurors. Uno de los que estaban de guardia abrió la puerta, un mago vestido con túnicas violetas estaba parado en la entrada.

- Los horarios de atención son...- comenzó a explicar el joven Auror, acostumbrado a la visita de gente fuera de horario, pero el mago del otro lado levantó la mano.
- Nada de eso- dijo-, vengo a declararme culpable por la muerte de George Weasley-.

El guardia quedo estupefacto y no dijo nada, las palabras lo habían abandonado. Quien había golpeado la puerta ingresó en el Departamento, se sentó frente a uno de los escritorios y tomó una postura relajada. Otros integrantes de la oficina aparecieron y observaron la escena, luego de unos segundos, uno de ellos le habló al que todavía estaba en la puerta.
- ¿Qué pasa?-
- Este hombre viene a declararse culpable por el asesinato de George Weasley- dijo señalando al mago sentado, quien esbozaba una sonrisa. Acto seguido, lo tomaron y lo encerraron en la sala de declaraciones; previamente lo despojaron de su varita y confirmaron lo que decida: efectivamente era el asesino.
- ¿Por qué se entregó, sabe lo que le espera, o no?- le preguntó uno de los Aurors encargados de interrogarlo. Más o menos había una veintena de ellos en la habitación, formaban un círculo cuyo centro era ocupado por el asesino, sentado en una silla de acero.
- Francamente- dijo el mago relajadamente-, lo hice porque si esperaba a que ustedes consiguieran atraparme, me iba a poner demasiado viejo-.
- Bien- dijo quien lo interrogaba, bastante molesto por el tono burlón del otro-, con que tenemos a un mago asesino y bastante engreído ¿Cuál es su nombre, y qué hace en el país?- le preguntó, en realidad, le ordenó contestar.
- Cuatro palabras- contestó el mago sin dejar de sonreír.
- ¿Cuatro palabras?- preguntó el Auror, muy sorprendido.
- Si- afirmo el mago. Sin esperar otra pregunta, chasqueó los dedos de su mano derecha y, ante el estupor de los demás, la varita se materializo en su mano.
Rápidamente, el mago se levantó de la silla, y mientras los Aurors se apuraban por tomar sus varitas y apuntarlo, él dirigió la suya al suelo.
- ¡Exevo gran mas vis!- dijo antes que todos.
Una cegadora luz blanca llenó la habitación y no se pudo ver nada más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

You made me cum Henry, thanks for this wonderful piece of art.

Sincerely yours, J.K.R.

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