sábado, 31 de mayo de 2008

Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo IV


- Hola mi amigo, no me vas a creer lo que pasó- dijo Henry por teléfono. - Quédate tranquilo, prepara todo para hacer el viaje, después te explico bien-.

Colgó el tubo y la sonrisa todavía no desaparecía de su rostro. ‘Tantos meses’ pensaba una y otra vez; el tiempo suele ser tirano, pero uno cosecha lo que siembra, y en este caso, Henry había invertido gran parte de su tiempo físico (y mental) en desarrollar éstos aspectos de la magia. Tanto para él, como para los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, el ingenio germánico había dado con la respuesta. El inconveniente del vórtice tempo-espacial, era que necesitaba mucha energía si uno deseaba ir más allá de unas horas al pasado; por lo tanto, suponía Henry que el poder destructivo de la “Ultimate Explosion”, alimentaría de manera extraordinaria a la “puerta”, garantizando la posibilidad de hacer el viaje. Solo faltaba decidir a que momento del año 1998 llegarían, sabiendo que la “Batalla de Hogwarts” había comenzado la noche del dos de Mayo, deberían arribar unos días antes como para hacer un reconocimiento del lugar. Pero como esa no era decisión de una sola persona, el joven mago se fue a dormir pensando en su reunión con su amigo al día siguiente.

El sol matutino entraba por el ventanal del despacho de Tommy. Un amplio escritorio se encontraba frente a él; de un lado estaba el muchacho cómodamente sentado y del otro lado, Henry, dándole unos sorbos a una gran taza de té.
La cara de Tommy denotaba una gran sorpresa, casi no había emitido palabra mientras Henry le contaba los sucesos de la noche anterior.
Finalmente se adelantó un poco en su sillón de cuero – Benditos alemanes- le dijo a su amigo.

- Si, benditos sean- dijo Henry sonriendo.

- Ahora me doy cuenta de que me contaste muy por encima sobre lo que estudiaste en Europa- dijo Tommy.

- No creas- dijo Henry agarrando la taza de té nuevamente – no fue tanto, pero viajé con la intención de aprender cosas nuevas y lo logré-

- No me creo nada de esa repentina humildad, amigo mío- dijo Tommy en forma burlona - ¿Crees que el experimento éste nos puede llegar a hacer algún tipo de daño?- le preguntó sirviéndose un poco de té.

- Me parece que no, la energía fluye por el vórtice pero no toca a quien se introduce en él, en todo caso no creo que llegue a matarnos – dijo Henry –. Si la energía nos toca la pasaremos mal, es cierto, pero no moriremos. En todo caso no deberías preocuparte-

- Bueno, ya no me quedan dudas – dijo Tommy-. A propósito, me llegaron comentarios del Ministerio, aparentemente no tienen idea de quien causó el desastre en la plaza de Silverburg. Están bastante sorprendidos y molestos, incluso me pidieron información tuya, saben que viajamos a Europa juntos.

- Sucede que no quedó nadie como para documentar lo sucedido – le comentó Henry-, y hace rato que me perdieron el rastro. Supongo que me consideraban muerto, pero anoche me reconocieron y de alguna forma, un mensaje llegó al Ministerio ¿Por casualidad que les comentaste?- le preguntó a su amigo.

- Que no te veía desde hacía unos años y que desde que te dejé en Praga, no supe mas- le contestó Tommy.

- Gracias-

- No hay por que agradecer. Aunque hay algo que no me cierra del plan ¿Por qué debemos esperar hasta el 2018? Podríamos terminar todo hoy mismo- dijo Tommy.

- Por una simple razón, querido amigo, para ese entonces su círculo familiar se habrá completado- dijo Henry y su amigo quedó más sorprendido que antes.

- ¿Cómo sabes eso?- le preguntó.

- Lo descubrí en el último libro de las “Crónicas de Rowling”- contestó Henry-, aparentemente eran siete tomos y no seis como habíamos pensado en un primer momento. Lo que sucede es que el último de ellos no salió sino hasta unos años luego de nuestra visita a Londres. Actualmente Harry ya tiene tres hijos-.

Al oír esto a Tommy se le escapó una carcajada.

- Bueno- dijo- los próximos años serán provechosos, por lo menos en lo que a mi concierne- y con éstas palabras, termino de beber su té.

Los preparativos para el viaje llevaron un tiempo y las semanas pasaron bastante rápido. El verano había finalizado y el otoño se habría paso velozmente. Henry se había instalado en la morada de Tommy, dándole los últimos toques al hechizo y perfeccionando su ejecución, no deseaba que algo le saliera mal. También recorrió la ciudad natal de su amigo y cada tanto volvía a su hogar para ver como iban las cosas por allí.
Para cuando todo estuvo finalmente preparado, el calendario marcaba la segunda quincena de Abril. El frío se había adueñado poco a poco de la ciudad, cosa que fascinó a Henry, hacía tiempo que no padecía un verano por completo, siempre cambiaba de hemisferio cuando el calor comenzaba a molestarlo.

El dieciocho de Abril, los amigos se encontraban nuevamente en el despacho de Tommy, resolviendo cosas de últimos momentos y observando si no habían olvidado nada. Los bolsos de viaje lucían en unos sofás, en el estar que estaba tres metros detrás del escritorio. Henry estaba sentado en el suelo, con sus piernas estiradas y apoyando su cabeza y espalda en la parte baja del sofá. Tenía los ojos cerrados y meditaba los pasos a seguir por enésima vez, mientras jugaba con su varita entre los dedos de la mano derecha.
En ese momento Tommy ingresó en el despacho, observó a Henry unos instantes y finalmente le dijo –Todo está listo-.
Henry abrió los ojos, se levantó del piso – ¡Excelente!- exclamó-, cuando gustes nos vamos hacia tu departamento en Londres-. Tommy agarró su bolso, se puso su campera negra con interior de lana y dijo – vamos-. Los amigos dieron una vuelta en el lugar y con dos suaves “pop” desaparecieron.

Luego de la muerte de su padre, Tommy había pasado unos días en Europa visitando a sus hermanos, y como había quedado tan impresionado con la capital inglesa, decidió volver a verla. Dado a que le gustaba tanto, decidió comprarse un hogar donde parar para descansar de las obligaciones empresariales que le había dejado su padre. El departamento se encontraba en las afueras de la ciudad, en el ultimo piso de un edificio bastante alto, tendría unos veinte pisos, y desde allí se podía apreciar toda la extensión urbana y como la cruzaba el Támesis. Tenía varias habitaciones, pero la preferida de Tommy era la biblioteca, donde pasaba la mayor parte del tiempo cuando estaba en el país. La sala era bastante amplia, en el centro se podía observar una mesa de estudio y alrededor, contra la pared, se ubicaban las repisas atestadas de libros.

Los jóvenes magos entraron en la habitación y se dirigieron a la mesa del centro, habían encogido sus bolsos y los llevaban en los bolsillos de sus pantalones, para que no los molestaran, y ahora se preparaban para ir al lugar donde crearían el vórtice. Mientras Henry se ponía un buzo negro para abrigarse del frío local, Tommy le comentaba a donde irían.

- Existe un lugar- le dijo-, donde podes hacer el hechizo, se encuentra a unos kilómetros de aquí y está bastante apartado de cualquier contacto Muggle; además es lo bastante despejado como para moverse con comodidad-.

- Bien- dijo Henry guardando su varita en el bolsillo trasero de su pantalón-, vas a tener que guiarme hasta allí.

- Ningún problema- le dijo Tommy ofreciéndole su brazo derecho para que se agarrara de el. Henry apenas lo alcanzó y desaparecieron rápidamente.

Segundos después, estaban respirando aire salvaje; habían aparecido en un lugar descampado, a lo lejos se podía ver un valle que desembocaba en una cadena montañosa y un lago iluminado por la luz de la Luna. La primavera ya había comenzado pero todavía quedaba un clima fresco, resabio del crudo invierno británico; no hacían falta mucho abrigo, pero ninguno de los dos se quitó el que traía puesto.

- Bueno- dijo Henry sacando su varita- llegó el momento-.

- Sorpréndeme- le pidió Tommy.

El joven mago le dio la espalda a su amigo y mirando hacia el valle, pensó en voz alta – nueve vueltas bastarán-. Con un movimiento fluido de la varita dibujó un círculo en el aire, y mientras tanto, murmuraba unas palabras ininteligibles. Repitió tanto los movimientos de su varita, como las palabras unas nueve veces; luego de susurrar las palabras por última vez, un agujero negro del tamaño de una manzana, se recorto en el cielo, a la altura de su cabeza.

- Excelente- dijo Henry jadeando un poco-, ahora mira esto-. Ante la atenta mirada de Tommy, introdujo la varita en el vórtice, cerró los ojos y concentró todo su poder mágico. Tardó unos segundos en lograrlo, pero luego de respirar profundamente un par de veces, pronunció las cuatro palabras: Exevo Gran Mas Vis.
Del pequeño agujero negro, surgió una intensa luz blanca, que ilumino el lugar donde estaban casi por completo, obligándolos a cubrirse los ojos. Mientras la luz perdía fuerza, el vórtice se iba expandiendo, hasta el punto de ser lo suficientemente amplio para que los magos lo crucen.

- Increíble- dijo Tommy con los ojos bien abiertos.

- Después de ti, Charles1- le dijo Henry, notablemente agotado por lo que acababa de hacer. Tommy dudo unos instantes, pero cruzó el vórtice por completo y desapareció; Henry se recupero unos segundos y lo imitó, y mientras su cuerpo desaparecía se escucho una voz que venía desde el interior del agujero – Finite incantatem-, y con esto el vórtice se cerró.



1 Así solían llamarse el uno al otro, en los años del Instituto. Era un código interno que tenían, el cuál hacía referencia a los modales ingleses.

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