domingo, 29 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VIII
No se escuchaba sonido alguno, el silencio reinaba en la oscura habitación. De repente, se sintió una corriente de aire y con el movimiento de sus largas túnicas, los dos amigos pisaron el suelo. Una vez terminada su aventura en el tiempo, volvieron a su época; el departamento de Tommy lucía como lo habían dejado minutos atrás (aunque para ellos había pasado casi un mes); Henry ni siquiera se sentó a descansar, todavía llevaba su bolso de viaje sobre el hombro. Tommy se despojó de sus atavíos y se recostó a lo largo del sofá más próximo a él.
- Bueno mi amigo, aquí me despido. No hace falta que te levantes – dijo Henry ante el gesto de su amigo.
- ¿Hacia donde vas?- le preguntó
- Primero a mi departamento, necesito dejar mis cosas y cambiarme, las túnicas apestan- le contestó Henry.
- Está bien, yo me voy a quedar durmiendo un rato, estoy demasiado cansado- le dijo Tommy.
- Que así sea compañero, hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, cuídate- dijo Henry y desapareció sin emitir sonido alguno.
Los años pasaron bastante rápido para los dos jóvenes magos. Henry volvió a ver a su viejo amigo varias veces al año siguiente; luego las visitas se interrumpieron un tiempo. Pasados cinco años volvieron a verse en la reunión de ex alumnos del Instituto de Cultura Mágica, con el gran revuelo que generó la aparición de Henry. Pasaron otro tiempo sin verse muy seguido; en ocasiones el mago aparecía por la noche en el hogar de Tommy en North Hood, y desaparecía a la mañana temprano.
Henry reapareció finalmente, luego de una larga ausencia, una mañana de Julio. Los rayos del sol calentaban el frío despacho de Tommy, estaba sentado espaldas a la puerta, mirando la ciudad a través del hermoso ventanal. Un suave “pop” se oyó detrás de él y cuando se volvió para observar quien osaba aparecerse de manera tan grosera, quedo boquiabierto.
Vestido con una túnica negra que le cubría el cuerpo por completo, las barbas y cabellos largos hasta la cintura y fumando de su pipa de saúco, su viejo amigo Henry lo miraba dedicándole una sonrisa.
- ¡Tanto tiempo!- dijo Tommy y parándose fue a su encuentro y le dio un abrazo. – Si que has cambiado- observó.
- Ñañas de la edad- dijo Henry riendo- Vos no cambiaste en nada- le dijo a su amigo observándolo de pies a cabeza.
Tommy le pidió noticias sobre él y lo que había hecho durante estos años, pronto estuvieron charlando hasta largas horas de la noche. Así, Henry se enteró de que su amigo no había estado ocioso, tan pronto volvió de Inglaterra, se metió en el Ministerio y gracias a sus cualidades, había escalado posiciones y ahora era el Jefe del Departamento de Justicia. A su vez, Henry le contó parte de sus viajes, había vuelto a recorrer Europa y había logrado aprender algunas cosas más, aunque el decía que eran “los trucos de siempre” pero se notaba que su aura y poder mágico habían crecido notablemente.
- Supongo que imaginarás por que estoy aquí- le dijo Henry mientras tomaba un poco de té.
- Es por el viejo asunto “Potter” ¿Verdad?- preguntó Tommy.
- ¡Exacto!- exclamó Henry- A fin de este mes se cumple el plazo que le dimos a Harry para que se preparara-
- Cierto- dijo Tommy cayendo en la cuenta- Que rápido pasa el tiempo-
- Volando- agregó Henry-, y te voy a contar algo que te va a gustar. Todo este tiempo, no descuidé el asunto ni un segundo, me ocupe de observar su vida. Actualmente es el Jefe del Departamento de Aurors del Ministerio ingles, y vive con su esposa e hijos en Grimmauld Place-
- Predecible- interrumpió Tommy
- Aja- afirmó Henry-, dos de sus hijos ya están en Hogwarts y en cuanto a Ron y Hermione, ambos viven en un departamento del Londres mágico-
- Bien, parece que todo está preparado entonces- dijo Tommy -¿Cuándo nos vamos?- preguntó.
- Ya- dijo Henry sonriendo, desapareció de la silla donde estaba, reapareció al lado de Tommy, lo tomó del brazo y volvió a desaparecer.
*
Diagon Alley se encontraba en el mismo esplendor de las épocas previas a la guerra contra Lord Voldemort. Cientos de negocios florecían por todas partes, y a diferencia de tiempos pasados, la oscuridad no amenazaba con retornar.
A pesar de que no había tantos compradores en potencia colmando las calles, un buen número recorría los negocios. Muchos eran extranjeros y otros eran padres que hacían algunas compras para evitar la locura previa al primero de Septiembre.
El comercio de los gemelos Weasley era una parada obligada para cualquiera que caminara por el lugar, sobre todo los niños, que eran atraídos como por un imán.
George había llevado el negocio adelante, luego de la dolorosa muerte de Fred; y aunque al principio no quería saber nada, la ayuda del pequeño Ron fue de gran provecho. Éste último ya casi no trabajaba en la tienda, estaba muy ocupado con su amigo Harry en el Departamento de Aurors, pero de vez en cuando pasaba y le daba una mano al gemelo.
George había ampliado considerablemente al local, unos años atrás había comprado los locales con los que limitaba el suyo y de esta forma se había transformado en el negocio de ventas más grande del lugar.
Eran alrededor de las cuatro de la tarde y el último comprador salía con las manos repletas, George bastante satisfecho consigo mismo, cerró la puerta de entrada.
- Verity- gritó-, voy a recostarme un rato, estoy algo cansado- y diciendo esto se disponía a subir al altillo donde vivía, cuando la campana de recepción sonó repentinamente. Pero al darse vuelta para ver quién había entrado, lo único que pudo advertir fue un destello verde y la luz se apagó.
Momentos después, un grito de horror se oyó en todo Diagon Alley.
*
Harry Potter apareció de repente en la puerta de la tienda de los hermanos Weasley. Todavía no lo podía creer, la noticia le cayó como un balde de agua helada. Una docena de Aurors iban y venían por el lugar, tomando notas para las pericias. Harry ingresó y observó de lado a lado el local; todo estaba en perfecto orden, nada roto o desparramado, no había ninguna señal de lucha. Se acercó al mostrador, el dinero todavía estaba en la caja, y a los pies de la escalera, el cuerpo de un hombre de cabellos rojos yacía boca arriba. A su lado otro pelirrojo abrazaba su cabeza y las lágrimas caían por sus mejillas.
- Lo siento mucho, Ron- dijo Harry.
Ron Weasley alzó su mirada, tenía los ojos inyectados de sangre. – ¿Por qué?- fue lo único que le dijo, Harry no contestó.
La noticia seguramente destrozaría a la Sra. Weasley; ya había perdido a uno de sus hijos en el pasado. Harry sabía que no podía hacer mucho, por lo tanto ni bien se llevaron el cuerpo de George al Ministerio, habló seriamente con su amigo.
- Deberíamos contarle a tu madre, Ron- le dijo.
- Tienes razón, mejor ahora que esperar a que se entere de otra forma- dijo Ron pesadamente.
Harry le puso una mano en el hombro y lo observó largamente. – Atraparemos al hijo de puta que hizo esto- le dijo a su amigo. Ron solo lo miró y asintió.
Se aparecieron a unos metros de la entrada a la Madriguera; la casa que se sostenía por arte de magia y que tanto amaba Harry, se veía pacífica. Los amigos tardaron en dar el primer paso hacia la casa, estaban como clavados en la tierra y no emitían sonido alguno. De repente un “pop” se escuchó a sus espaldas, se dieron vuelta rápidamente, y una mujer de cabellos castaños y enmarañados abrazó fuertemente al pelirrojo.
- ¡¡Oh, Ron!!- dijo Hermione llorando – No puedo creerlo…-
- Yo tampoco `Mione, todavía no caigo- le decía su mejor amigo a su mujer, sin romper el abrazo - ¿Qué hiciste con los niños?- le preguntó.
- Los dejé con sus primos, en Grimmauld Place- contestó Hermione sin parar de sollozar.
- ¿Ginny se enteró? ¿Por qué no está aquí?- Preguntó Harry algo nervioso, rompiendo el silencio por primera vez desde la llegada de su amiga.
- Ginny no estaba, supongo que todavía no volvió del trabajo- le dijo Hermione sin soltar a Ron.
- Cierto- dijo Harry-, luego de contarle a Molly iré a buscarla-
- Vamos- dijo Ron y pasándole el brazo por la espalda a su mujer, se dirigió a la puerta de la cocina.
Harry se quedó detrás de ellos, no manejaba muy bien esta clase de momentos, por eso prefería entrar una vez todo estuviese dicho. Y todavía no sabía que como se lo diría a su amada Ginny.
De repente, dos terribles gritos llegaron del interior de la casa, interrumpiendo sus pensamientos; con la varita en mano y veloz como un rayo entró en la casa de los Weasley, pero el horror lo golpeó con puños de acero:
Ron estaba arrodillado en el suelo y tenía la cara cubierta por sus manos, Hermione miraba hacia él y lloraba sin contenerse. Harry quedo estupefacto, en la mesa de la cocina y todavía sin terminar sus platos, se encontraban los cuerpos sin vida de Molly, Arthur, Percy y Bill. Apartó rápidamente la vista de ese espectáculo macabro y se desplomó en el suelo, llorando; golpeaba el piso con sus manos, lastimándose con cada puñetazo, pero en ese momento no sentía dolor físico.
Fue entre golpe y golpe que recordó algo; unos años atrás, Dumbledore le había contado algo en la noche de su cumpleaños número veinte. Algo que en ese momento le había parecido muy extraño, pero no le había dado la importancia suficiente.
Había ido a visitar a su viejo amigo y mentor para charlar un rato con él. Pero Dumbledore lo recibió de forma rara y no se notaba su humor característico; le había hecho rememorar su charla luego de la muerte de Sirius.
- La noche de la batalla con Lord Voldemort- comenzó a contarle el anciano ex director-, vinieron a este despacho dos jóvenes magos. Al principio se mostraron muy corteses y me contaron que habían venido al país para visitarlo y conocerme personalmente. Muy atípico me pareció en verdad, pero continuamos la charla. Sabían que se estaba desarrollando la batalla, pero no querían participar, me dijeron que no era su intención. Pero lo que me revelaron a continuación, me dejo estupefacto (si Harry, con todo lo que eso pueda significar para ti), sabían que ibas a ganar. Yo lo suponía, dado al tiempo que conocía a Lord Voldemort y lo que ya te había contado sobre la conexión que mantenían los dos, pero no estaba cien por ciento seguro. Y no solo esto, sino que me dijeron que te matarían, lo más confuso de todo, querido Harry, es que me dieron una fecha para que te encontraras con ellos: el día de tu cumpleaños 38…-
- ¿Cómo?- dijo Harry sorprendido.
- Es todo lo que se, porque luego de decirme estas palabras cerraron el marco de esta pintura por arte de magia- dijo Dumbledore amargamente.
Minutos de silencio siguieron luego de las palabras del anciano, ambos lucían pensativos.
- ¿Qué piensa que debería hacer?- dijo Harry-.
- Prepararte lo mejor que puedas, querido muchacho-.
En verdad, lo que Dumbledore le había contado, le parecía la amenaza de dos Mortifagos chiflados. Harry confiaba en que al haber encerrado a todos los seguidores de Voldemort, que habían quedado en libertad, jamás pasaría lo que Dumbledore le había advertido. Pero la vanidad es el pecado favorito del Diablo y mientras mas grande uno se cree, mas ruido hace al caer.
*
Se levanto del suelo de la cocina y no sabía por que, pero sentía muy adentro de él que algo malo estaba por suceder. Fue entonces cuando pensó en su Ginny; imaginando lo peor y raudo como el viento, desapareció de la “Madriguera” y llegó a la entrada de su casa en el número doce de Grimmauld Place.
Su miedo creció al notar que la puerta estaba abierta; corriendo atravesó el vestíbulo y llegó al living. Se detuvo de repente, por un segundo se quedó sin aire y empalideció completamente; había encontrado los cuerpos de sus hijos y los de Ron, desplomados frente a la chimenea. Llorando los contempló unos instantes, pero entonces el alma le volvió al cuerpo: los niños seguían respirando, solo habían sido aturdidos.
‘Ginny’ pensó y luego grito con todas sus fuerzas – ¡¡Ginny!!
No hubo respuesta. Corrió hacia su habitación, la misma sensación que había tenido en la cocina de los Weasley le decía que debía ir hacia allí. Llegó a la puerta y la encontró cerrada, sin dudarlo un segundo, la hizo volar con un encantamiento y entonces entró y la vio: tendida sobre su cama matrimonial, los largos cabellos colorados cubriendo su rostro angelical. Harry se acerco y la observó, pero ella ya no estaba en la habitación, se había marchado para nunca regresar. Se arrodillo, tomó su cuerpo entre sus brazos y lloró.
*
Golpearon la puerta del Departamento de Aurors. Uno de los que estaban de guardia abrió la puerta, un mago vestido con túnicas violetas estaba parado en la entrada.
- Los horarios de atención son...- comenzó a explicar el joven Auror, acostumbrado a la visita de gente fuera de horario, pero el mago del otro lado levantó la mano.
- Nada de eso- dijo-, vengo a declararme culpable por la muerte de George Weasley-.
El guardia quedo estupefacto y no dijo nada, las palabras lo habían abandonado. Quien había golpeado la puerta ingresó en el Departamento, se sentó frente a uno de los escritorios y tomó una postura relajada. Otros integrantes de la oficina aparecieron y observaron la escena, luego de unos segundos, uno de ellos le habló al que todavía estaba en la puerta.
- ¿Qué pasa?-
- Este hombre viene a declararse culpable por el asesinato de George Weasley- dijo señalando al mago sentado, quien esbozaba una sonrisa. Acto seguido, lo tomaron y lo encerraron en la sala de declaraciones; previamente lo despojaron de su varita y confirmaron lo que decida: efectivamente era el asesino.
- ¿Por qué se entregó, sabe lo que le espera, o no?- le preguntó uno de los Aurors encargados de interrogarlo. Más o menos había una veintena de ellos en la habitación, formaban un círculo cuyo centro era ocupado por el asesino, sentado en una silla de acero.
- Francamente- dijo el mago relajadamente-, lo hice porque si esperaba a que ustedes consiguieran atraparme, me iba a poner demasiado viejo-.
- Bien- dijo quien lo interrogaba, bastante molesto por el tono burlón del otro-, con que tenemos a un mago asesino y bastante engreído ¿Cuál es su nombre, y qué hace en el país?- le preguntó, en realidad, le ordenó contestar.
- Cuatro palabras- contestó el mago sin dejar de sonreír.
- ¿Cuatro palabras?- preguntó el Auror, muy sorprendido.
- Si- afirmo el mago. Sin esperar otra pregunta, chasqueó los dedos de su mano derecha y, ante el estupor de los demás, la varita se materializo en su mano.
Rápidamente, el mago se levantó de la silla, y mientras los Aurors se apuraban por tomar sus varitas y apuntarlo, él dirigió la suya al suelo.
- ¡Exevo gran mas vis!- dijo antes que todos.
Una cegadora luz blanca llenó la habitación y no se pudo ver nada más.
martes, 17 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VII
La noche cubría el cielo que se extendía sobre los terrenos del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Se podían distinguir infinitas estrellas, pero sobre todas ellas una gigantesca Luna, con su completa forma esférica, se imponía iluminando los terrenos que rodeaban al castillo. La vieja construcción de piedra se elevaba colosalmente sobre sus dominios; iluminada internamente por sus majestuosos candelabros, los cuales le daban el último toque al halo de misticismo que envolvía al colegio en su exterior.
Ya había pasado la hora de comer y aunque todo parecía estar en una paz absoluta, se acercaba una tormenta que dejaría su marca en la historia de la institución mágica.
Paz que no existía en el poblado que se encontraba a tan solo unas leguas del castillo, porque horas atrás, el ejército de Lord Voldemort había decidido activar las barreras para detectar cualquier aparición indeseable. Harry Potter no lo sabía, y jamás lo descubrió, pero esa trampa se la habían dejado dos viajeros, deseosos de gastarle una pequeña broma al “Elegido”. Ni bien apoyó sus pies sobre una de las calles del pueblo, varios Mortifagos aparecieron de la nada y estuvieron a punto de descubrirlo a él y a sus dos fieles amigos. Como siempre la suerte jugaba de su lado, y no solo estaba protegido por la Capa Invisible, sino que Aberforth Dumbledore había actuado oportunamente y lo salvó una vez más como cuentan las crónicas oficiales.
Lejos del pueblo, momentos después de su llegada, dos personas se acercaban a las puertas que conducían a los terrenos del colegio. Aparecidos de la misma nada, ambos volvían a lucir túnicas, diferentes a las de la noche anterior pero sin dejar de ser extravagantes: las de Tommy eran negras y coloradas, pero las de Henry eran violetas y azuladas.
Contemplaron por un tiempo al mágico castillo; era la primera vez que lo veían con sus propios ojos, y como si ambos fuesen alumnos de primer año, los había dejado sin palabras.
- Bien- dijo Henry pasados unos minutos-, llegamos algo temprano, vamos a tener que esperar un tiempo hasta que comience la batalla-.
- Podríamos pasearnos un rato por la Cámara de los Secretos ¿Qué te parece?- Preguntó Tommy.
- Está bien, pero no debemos atrasarnos demasiado, debemos entrar en la oficina dentro de unas horas- dijo Henry observando el portón en forma calculadora.
- ¿No conoces la clave, no?- Preguntó Tommy al observar su consternación.
Su amigo volteó para mirarlo y arqueando una de sus cejas le respondió – Pero por supuesto que la conozco. ¡Reducto!-. Un rayo rojo salio de la varita de Henry, impactó de lleno a la puerta y la destrozó.
- Seguramente se haya activado algún tipo de alarma- comento Henry despreocupadamente, mirando la reja y rascándose la cabeza.
- Ese no es ningún problema, no necesitamos una capa para ser invisibles- Contestó Tommy, dirigió hacia él su varita con un rápido movimiento y dejó de ser visible.
Henry largó una risotada e, imitando lo que su amigo había hecho, desapareció.
Si en verdad habían detectado la destrucción del portón, Henry y Tommy nunca lo supieron, pero era de prever que algún Mortifago informaría de lo sucedido.
Caminar siendo invisible era una de las cosas que mas le gustaban a Henry, la posibilidad de hacer lo que quería sin ser detectado generaba una emoción particular en nuestro joven protagonista amante de las excentricidades, y acumulaba varias aventuras en sus viajes por Europa en las que se había hecho invisible.
Los dos amigos ingresaron en los terrenos de Hogwarts caminado ávidamente y se dirigieron a la entrada del castillo; en su trayecto vieron a lo lejos la tumba blanca, pero no era algo que les interesara ver ya que no eran simpatizantes de los sepulcros. Atravesaron el portón y tomaron las escaleras hasta el tercer piso, donde se encuentra el baño y la entrada a la Cámara. En su trayecto advirtieron algo de movimiento, algunos alumnos subían y por las escaleras, y los dos magos ya conocían hacia donde se dirigían: el Cuarto del Requerimiento.
Una vez dentro del baño descubrieron que Mirtle “la llorona” no se encontraba, agradeciendo su buena fortuna, se acercaron a los lavatorios y se hicieron visibles otra vez.
- Bueno- dijo Tommy -pensemos los pasos a seguir ¿Esperamos a que vengan Ron y Hermione a abrir la entrada e ingresamos con ellos? O ¿La abrimos nosotros?-
- No hace falta- dijo Henry -, entremos ahora, todavía falta un rato para que lleguen y no tengo ganas de estar mucho tiempo en este baño decrépito- comentó y le hizo ademanes a su amigo para que comenzara.
- All’right- exclamó Tommy que a continuación emitió un extraño silbido, y de repente el grifo brilló con una luz blanca y comenzó a girar. Al cabo de un segundo, el lavabo empezó a moverse. El lavabo, de hecho, se hundió, desapareció, dejando a la vista una tubería grande, lo bastante ancha para meter un hombre dentro.
- Hablar “pársel” sin ser genéticamente apto, no tiene precio. Para todo lo demás, MistarCard, número uno en mi mundo- dijo en broma- Después de ti, Charles- le dijo a su amigo inclinando su cabeza y señalando la entrada.
- Gracias, Charles- contesto Henry, quien se elevo unos centímetros del suelo, se acercó a la tubería y bajó por ellas, levitando.
Era un tobogán interminable. Mientras el muchacho descendía podía ver otras tuberías que surgían a medida que se abría paso, pero ésta se curvaba y retorcía, descendiendo súbitamente. No bajaba tan rápido como Harry en aquella oportunidad, pero luego de un tiempo llego al extremo del gran túnel que conducía a la puerta de la Cámara. Todavía se podía apreciar que la humedad y la inmundicia adornaban la caverna por todas partes, por ésta razón Henry continuó levitando sobre el suelo, y antes de que Tommy llegara hacia donde él se encontraba le dijo -Procura seguir flotando y no tocar el suelo-
- Tenés razón, no hay que dejar huellas, y sobre todo las túnicas son demasiado caras como para ensuciarlas con ésta porquería- comentó Tommy divertido.
De ésta forma se acercaron hasta donde se situaba la parte derrumbada de la cueva, movieron unas piedras más para darse paso y llegaron ante la gruesa pared con las serpientes talladas en ella. Nuevamente Tommy hizo los honores y una vez dentro se encargó de cerrar el pasadizo.
La sala seguía tal como Harry la había dejado años atrás, avanzaron por entre las altísimas columnas de piedra y rápidamente se toparon con la imponente estatua de Salazar Slytherin. Ésta continuaba con la gran boca abierta y a sus pies, el cuerpo del basilisco yacía descomponiéndose, aunque ya casi no quedaba nada más que sus huesos.
Siempre levitando, continuaron admirando la inmensidad de la caverna. Pasado un rato, Tommy optó por recorrer la extensión rocosa, mientras Henry permanecía a los pies de la estatua. Una vez que su amigo termino su paseo, se acercó hacia donde él se encontraba.
- Siempre quise saber a donde lleva el agujero desde donde salía el monstruo- comentó Henry señalando la parte más alta.
- Date una vuelta si querés, yo me quedo vagando por acá. El olor ahí debe ser insoportable.- Le dijo Tommy y siguió deambulando por la cueva.
- Ok- contestó Henry y se elevó hasta la abertura. Ésta era casi tan alta como él, así que no tuvo problemas para entrar.
La guarida tenia alrededor de veintiséis pies de largo por diez de ancho, era bastante amplia y desde afuera uno no se daba cuenta de su verdadero tamaño. Tanto el piso, como las paredes y el techo estaban hechos con bloques de piedra de color verde, y su superficie era tan lisa y resbaladiza que parecía de vidrio. Pero más allá de eso, no había mucho que apreciar, salvo un olor que no era nauseabundo, pero suficiente como para hacerte picar la nariz. Para lamento de Henry no había nido ni huevos que significaran una futura amenaza. Cuando iba a saliendo del lugar escuchó dos voces que hablaban rápidamente, por lo tanto volvió a pasarse rápidamente su varita sobre sí mismo y desapareció.
Ubicarlo a Tommy fue sencillo, utilizando el encantamiento “Humanum Revelio” advirtió que él lo esperaba en la entrada a la Cámara; mientras se acercaba vio como Hermione cortaba varios colmillos de la calavera del basilisco.
Recorrieron el camino de vuelta y velozmente se encontraban, en el baño del tercer piso, otra vez; pero la quietud había sido interrumpida; varias voces podían escucharse yendo y viniendo por los pasillos del Castillo.
- ¿Para dónde vamos ahora?- preguntó la voz de Henry.
- ¿Qué te parece si vamos para las cocinas a pedirle algo de comer a los Elfos? Le propuso su amigo.
- Tenés razón, me estoy muriendo de hambre- confesó Henry.
- Además te veo demasiado delgado- comento su amigo y ambos comenzaron a reír.
El camino hacia la cocina del Colegio era por la parte baja del castillo, parecido al que había que tomar para ir al salón de Pociones. Mientras iban caminando se cruzaron con muchas personas y los hechizos volaban por todas partes, era evidente que la batalla estaba desarrollándose, pero como tenían bastante hambre, optaron por no hacer nada y continuar en dirección a la cocina.
Una vez que llegaron ante la pintura de un gigantesco frutero de plata, se hicieron visibles otra vez. Henry le hizo cosquillas a una enorme pera verde, que comenzó a retorcerse entre risas, y se convirtió en un gran mango verde, el cual accionó y abrió la puerta. Pasando por las ollas y sartenes colgadas en los muros, se acercaron hasta una de las mesas y allí se encontraron con uno de los Elfos.
- Queríamos comer algo ¿Podrían ser unos sándwiches de carne con jugo de calabaza?- Le preguntó Tommy.
- ¡Si señor!- Afirmo el Elfo y haciendo una reverencia se fue a preparar todo.
- Me caen bien estos bichitos, son geniales- comentó Henry riendo- siempre quise tener uno-.
- Yo también- le aseguró su amigo-, son muy útiles-.
Varios minutos después, el Elfo Doméstico retornaba con una bandeja repleta de sándwiches y una jarra de jugo. Los jóvenes magos se pusieron a comer tranquilamente, casi no dejaron sobras, y una vez que terminaron se sentaron, sacaron sus pipas y se pusieron a fumar. Mientras tiraban humo escucharon la voz de Lord Voldemort imponiéndose sobre el clamor de la batalla; ésta fue su señal de partida, abandonaron la cocina, volvieron a hacerse invisibles y retomaron unas escaleras ya casi sin gente.
Se tomaron su tiempo para llegar al despacho del Director, observando todo el destrozo que habían provocado los Mortifagos y los gigantes, varias veces tuvieron que sortear los escombros que obstruían el paso, pero finalmente llegaron a su destino. Cuando estaban doblando por la esquina del pasillo que llevaba a la oficina, un muchacho flaco y desgarbado pasó por su lado con la cabeza mirando al piso: Harry Potter se dirigía hacia el Bosque Prohibido, donde lo esperaba su destino.
Sin prestarle mucha atención, se detuvieron ante la gárgola que abre el paso hacia la escalera que conduce al despacho, esperaron unos momentos a por si alguien irrumpía en el pasillo y volvieron a hacerse visibles.
- Nuevamente el dilema de la contraseña, todo tuyo mi amigo- dijo Tommy y se apartó unos metros de figura de piedra.
- Será un placer- le dijo Henry, quien apuntó su varita a la gárgola y diciendo - Reducto- otro rayo rojo salio de la punta y dio de lleno con la escultura haciéndola pedazos.
Despojada de su guardián, la pared de piedra se deslizó y reveló la conocida escalera en espiral. Ambos magos se subieron a sus escalones y ésta los fue llevando en suaves círculos hasta la puerta que daba a la oficina del Director. Entraron y la encontraron tal como Harry la había dejado, los portarretratos seguían vacíos y el pensadero estaba sobre el escritorio.
- ¡Finalmente!- exclamó Henry y se acercó hacia el portarretrato que se ubicaba mas cerca de la silla del Director, sacó su varita y con ella toco uno de los extremos del cuadro, esto generó un leve resplandor y luego de unos momentos una figura apareció en el centro.
- Hola Albus- dijo Henry sonriente e hizo un ademán en forma de saludo.
- Hola muchachos- contestó el viejo mago- ¿Quiénes son ustedes?- Preguntó luego de unos momentos, no podía reconocerlos
- Mi nombre es Henry y él es mi compañero de aventuras, Tommy- el cual repitió el ademán de saludo- Es un gusto hablar con usted- continuo el muchacho en forma sonriente. Los jóvenes ocuparon las dos sillas enfrentadas a la del Director y comenzaron con la charla.
- Valla, valla, hacía tiempo que no me encontraba con dos muchachitos tan educados ¿Puedo preguntar a que debo la visita? Me arriesgaría a decir que por la forma de hablar, ustedes no son de estas regiones- Les dijo Dumbledore, con su habitual brillo en los ojos.
- Tiene razón, Albus. Vinimos desde muy lejos para hacer algunas cosas, y dado a que nos encontrábamos en el país no queríamos irnos sin cruzar unas palabras con usted- dijo Tommy.
- Son muy amables- dijo Dumbledore -Aunque me parece extraño que estén aquí tan tranquilamente sentados. Afuera se está librando una de las batallas más importantes de los últimos años-
- Preferimos no intervenir, Albus- dijo Henry - no es el objetivo de nuestro viaje, a decir verdad, nadie sabe que estamos aquí. No fue difícil, sabemos ocultarnos bastante bien- dicho esto sacó rápidamente su varita y agitándola hizo aparecer dos posillos y una tetera de porcelana. Con otro movimiento de la varita la tetera comenzó a llenar los dos posillos con un humeante té.
- Gracias- dijo Tommy agarrando uno de los posillos y dándole un sorbo - Espectacular- le dijo a su amigo.
- Veo que no son magos comunes y corrientes- dijo Dumbledore
- No lo somos- dijo Tommy- hemos recorrido varios países del ancho mundo tratando de profundizar nuestros conocimientos-.
- Cierto- agregó Henry que había terminado de beber su té y cruzó las piernas adoptando una posición relajada -, en un principio creímos saber lo suficiente como para cumplir nuestros designios. Pero descubrimos que estábamos completamente equivocados-.
- A partir de entonces intentamos no dejar ninguna rama de conocimiento sin abarcar- dijo Tommy.
- ¿Y cuáles eran esos designios?- Preguntó Dumbledore algo curioso.
- Bueno, a mi con ser mago me alcanza y así será siempre, pero a mi amigo le gustaría meterse en política; llegar a gobernar algo pequeño (no es tan ambicioso), tal vez todo el mundo mágico- dijo Henry, y ante la mirada llena de sorpresa de Dumbledore, ambos empezaron a reír.
La conversación cambió drásticamente, incluso el aire del despacho no era el mismo; Dumbledore ya no sonreía y solo se mantenía expectante. Los ocupantes de los otros cuadros ya no disimulaban y observaban atentamente. Henry le dio otra veloz sacudida a su varita y el juego de té desapareció.
Luego de apreciar a quienes se sentaban frente a él unos instantes, Dumbledore volvió a hablar - Si Harry gana esta noche, y confío en que así será, sus planes se van a complicar significativamente-.
- Harry va a ganar esta noche. Eso ya lo hemos visto y es la verdadera razón por la que estamos aquí- dijo Tommy -Nos gustaría que le de un mensaje de parte nuestra-.
- Dígale que su muerte ya está fechada. Será el 31 de julio del 2018, ante las puertas de este hermoso Castillo- dijo Henry.
Dumbledore se quedó boquiabierto - ¿Por qué dentro de veinte años? ¿Por qué no lo hacen ahora si se creen tan hábiles?- preguntó.
- Suficiente- dijo Tommy levantándose de su asiento y el cuadro no dijo nada más, había sacado su varita y lanzado un encantamiento que lo dejó vacío al igual que el de los otros ex directores.
- Con eso bastará para que le avise en el momento oportuno- dijo el joven mago.
Henry todavía estaba sentado, juntando los dedos de sus manos y lo miraba algo serio.
– Esperemos que Harry sea lo demasiado obstinado y orgulloso como para pedirle instrucciones a Dumbledore. Si eso sucede, se complicará todo. Pero pase lo que pase, estaré preparado – le dijo, cosa que sorprendió mucho a Tommy, quien no esperaba semejante reflexión de su amigo.
Mientras se podía observar como la Luna cumplía su viaje y algo de luz matinal comenzaba a aparecer en el cielo, la oficina volvía a estar vacía.
jueves, 12 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo VI
Era la tarde del primer día de Mayo y los jóvenes caminaban por las calles londinenses, cada uno bebiendo ese elixir Muggle que tanto amaban. Esperaron unos días antes de aparecerse en Hogsmeade y pasaron todo ese tiempo en la capital inglesa, dado a que era su ciudad favorita y una de las que mas conocían de Europa. Disfrutando de la magnificencia de la gran ciudad Muggle y del fresco clima primaveral, cortesía de Lord Voldemort, recorrieron gran parte del centro, donde la parada obligada eran las Casas de Té.
La parte mágica de la ciudad se encontraba completamente desolada, obra del poder del Mago Oscuro; los que no apoyaban al régimen y fueron afortunados huyeron al campo u otros países, y los que tuvieron la mala suerte de quedarse, se escondieron como pudieron; por eso, Tommy y Henry supusieron que visitar Diaggon Alley, u otros reductos del mundo mágico, no tendría sentido. En años posteriores el esplendor con el que resurgirían estos lugares, opacaría a los tiempos en los que Fudge todavía era Ministro.
Los muchachos habían salido de un restaurante de comidas rápidas muy conocido; el día era bastante bueno, casi no había nubes (cosa extraña para una ciudad como Londres), el sol irradiaba una luz calida bastante reconfortable y las calles estaban repletas de personas que iban y venían. Era el último día de la semana laboral y la gente estaba desesperada por llegar a su casa y comenzar a disfrutar del fin de semana. Mientras tanto, los magos caminaban entre la multitud, chocando con cada peatón apurado que pasaba.
- Fue buena idea la de hechizar a la que nos atendió- dijo Henry-, creo que es la primera vez que salgo satisfecho de comer en ese lugar-.
- La verdad que si- dijo Tommy riendo-, comimos muy bien-.
Las horas pasaron y la oscuridad empezó a cubrir el cielo. Faltaba poco para que decidieran aparecerse en la aldea vecina al Castillo. A la mañana siguiente seria el ingreso de Harry en Gringotts y esa misma noche se desarrollaría la “Batalla de Hogwarts”. Por lo tanto debían aprovechar estos últimos momentos de relajo antes terminar la misión.
Las calles de Hogsmeade se encontraban vacías, la oscuridad llegaba a casi todos los rincones de la aldea, aunque se podía notar que algunas ventanas emitían luces. El frío que les había dado la bienvenida la noche de su llegada había recrudecido. Faltaba muy poco para que
A unos metros de las ventanas tapeadas de Honeydukes se encontraba un callejón. A pesar de la luz no se podía apreciar donde terminaba, tampoco era muy ancho y evidentemente era el deposito de las cajas desechadas del negocio de dulces. En el preciso momento en que un gran gato negro salía de una de las cajas para comenzar su cacería nocturna, se escucharon dos suaves “pop” y el gato corrió espantado.
Los recién llegados salieron del callejón para contemplar las solitarias veredas de la aldea. Esta vez no vestían ropa muggle, Tommy lucía túnicas negras y violetas hasta los pies, y éstos estaban cubiertos por un calzado de color blanco. Henry también vestía túnicas, pero eran completamente oscuras y su calzado era de un colorado intenso.
Con un rápido movimiento sacó su varita del bolsillo y luego de dibujar un círculo sobre su cabeza exclamó - Exeta Res-.
De la punta de su varita salieron unos destellos azulados que cayeron sobre parte de los locales que los rodeaban; pero lo que el hechizo había conseguido no se reflejó de inmediato, varios minutos pasaron y todo siguió igual pero los magos todavía seguían parados en la entrada al callejón. De repente se escuchó el ruido de varias puertas abrirse y el correr de al menos 10 pares de pies. Henry había conseguido lo mismo que un niño destrozando un hormiguero con una rama: alborotar a sus habitantes.
Quienes habían salido de los locales estaban todos encapuchados y tenían las varitas en sus manos, listas para cualquier acción.
Sin preocuparse por la cantidad de personas que los rodeaban, los dos magos solo caminaron hasta la mitad de la calle, convirtiéndose en el centro de un círculo formado por los temidos Mortifagos.
La sorpresa de los seguidores de Lord Voldemort era tal que el murmullo fue lo único que rompió el silencio, que hasta ese momento había reinado en la noche: - ¿Quienes son?-, - ¿Por qué están aquí?-, - Deben ser aliados de Potter-. Distintos comentarios que no eran dirigidos a sus verdaderos destinatarios (que seguían en el mismo lugar), sino que iban y venían entre el grupo de magos.
Fue entonces cuando uno de ellos caminó unos pasos hacia los dos jóvenes y les pregunto: - ¿Quienes son ustedes?-
- Hasta que decidieron hablarnos- dijo Tommy-, nuestro nombre es irrelevante y de no ser así, tampoco es de su incumbencia-.
- ¿No saben que esta prohibido aparecerse en Hogsmeade?- dijo el mortifago bastante enfadado por los comentarios de Tommy - ¡Lárguense de aquí!-.
- Creo que tenemos un problema, porque no nos vamos a retirar-dijo Henry jugando con su varita.
- Entonces vamos a matarlos- sentencio el mortifago, alzo su varita y le lanzo una maldición asesina a Henry; pero antes de que ésta llegara a su objetivo, ambos magos habían desaparecido.
Los mortifagos rompieron el círculo y varios de ellos se acercaron hacia el punto donde antes habían estado Tommy y Henry. Fue entonces cuando dos rayos de luz verde golpearon a dos de los que se habían acercado al centro de la calle y cayeron sin vida. El resto se volteó rápidamente hacia donde creían que estaban quienes habían lanzado las maldiciones asesinas, pero no lograron ver nada.
Desde el techo de uno de los locales, que se encontraba frente a Honeydukes, surgieron más destellos de luz verde que envolvieron a otros dos Mortifagos. Quienes todavía quedaban en pie empezaron a correr por las calles, intentando huir de una muerte segura, puesto que seguían sin ubicar a quienes los estaban eliminando poco a poco. Pero sin darse cuenta, las puertas de los locales habían sido cerradas, evitando que se pusieran al resguardo de los asesinos.
Uno de los Mortifagos (el que había hablado con los jóvenes) comenzó a lanzar varios rayos hacia las terrazas de los locales, otros tres intentaban sin éxito abrir las puertas y los dos que restaban comenzaron a correr hacia el corazón del pueblo para dar la alarma. En ese momento, se escucharon dos “pop” cerca de donde estaban los cadáveres de los primeros caídos; el mortifago que acuchillaba el aire con sus maldiciones giro hacia su izquierda y lanzo otro haz de luz verde hacia los recién llegados, pero Tommy conjuro un gran escudo de titanio el cual hizo rebotar la maldición en la dirección opuesta. Mientras se escuchaba un ruido parecido a un “gong”, Henry, a espaldas de su amigo, apuntó su varita en dirección a los mortifagos que huían y luego tiro de ella, logrando que éstos fuesen arrastrados hacia atrás por una soga invisible. Tommy hizo desaparecer el escudo, giro hacia su derecha y apunto su varita hacia dos de los que intentaban abrir las puertas, dándole un golpecito un fogonazo de luz blanca salio de la punta de la varita, alcanzó a los desesperados Mortifagos y los desintegro en el acto. A su vez, Henry dirigió su varita hacia el ultimo que quedaba en pie y murmuro unas palabras en un idioma desconocido; el Mortifago comenzó a elevarse mientras gritaba sin emitir sonido alguno, moviendo los brazos y pataleando, luego de ganar varias decenas de metros, su cuerpo comenzó a hincharse y termino explotando en una bola de fuego.
Habiendo terminado el espectáculo, Tommy caminó hacia la entrada del callejón y se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared de Honeydukes. Henry se quedó en el centro de la calle, observando a los dos mortifagos que había capturado momentos atrás y que se encontraban a unos treinta metros de distancia.
- El trámite fue un poco mas complejo que la noche anterior- dijo Tommy sacando su pipa, encendiéndola y dándole una pitada- bueno, esta vez eran cinco más- culminó pensativo.
- Se complico un poco- dijo Henry acercándose a su amigo-, pero valió la pena- puntualizó y se sentó al lado de su amigo.
- ¿Que pensas hacer con esos dos?- pregunto Tommy señalando a los mortifagos sobrevivientes.
- Crearles un recuerdo en sus mentes, para que cuando se despierten mañana activen las barreras de la aldea y así detecten cuando Harry aparezca. Quiero darle un susto- dijo Henry y acto seguido hizo un movimiento con su varita y apareció su bebida preferida.
Se quedaron allí casi diez minutos, descansando y saboreando el momento.
- Bueno ¿Te parece ir yendo?- pregunto su amigo.
- Si, pero antes desásete de esos cadáveres mientras yo implanto los recuerdos- dijo Henry y se acercó tranquilamente a los Mortifagos. Los desmayó y giró tres veces su varita sobre la cabeza de uno y murmuro unas palabras, luego hizo lo mismo con el otro. Al terminar los hizo levitar a cada uno y los dejó apoyados contra las cajas de Honeydukes que estaban en el callejón; allí quedaron, luciendo profundamente dormidos y jamás recordarían los eventos de esta noche. Para ese entonces Tommy ya había hecho desaparecer los cinco cuerpos de los desafortunados Mortifagos, acercándose a Henry que terminaba su bebida le dijo - ¿Listo para irte?-
- Si- contestó su amigo. Y con dos suaves “pop” desaparecieron de las calles de Hogsmeade.
jueves, 5 de junio de 2008
Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo V
Era pasada la media noche y la oscuridad era casi absoluta. No corría mucho viento por el valle, sin embargo la temperatura era notablemente baja para ser primavera y se podía apreciar que los picos montañosos todavía se conservaban bastante blancos.
A los pies de la montaña más alta había una pequeña laguna, franqueada por varios árboles que también cubrían parte de la extensión del valle.
De repente, como salidos de la nada, aparecieron dos figuras en las proximidades de la laguna. Eran dos personas, una de ellas de unos
Observaron detenidamente en donde se encontraban, tratando de reconocer el lugar. Avanzaron hacia un extremo de la laguna y se instalaron cerca de los árboles. Uno de los hombres, el más alto, se adentro en el bosque mientras el otro se sentó sobre el pasto, sacó una pipa de madera y comenzó a fumar. Pasado varios minutos, el que se adentrado en el bosque volvía cargando algunos leños; se acercó a su compañero, acomodó los maderos en el suelo y los encendió
Henry sacó una botella de plástico, con una etiqueta negra que rodeaba el centro y que contenía un líquido negro el cual comenzaron a beber.
- ¿Te parece que éste es el mismo lugar?- preguntó Henry a su amigo- Apenas lo observé antes de partir-.
- Creo que si- respondió Tommy y bebió un trago de la botella.- Sin duda estamos en el lugar correcto, a este lago lo conozco casi como la palma de mi mano. Lo que me pregunto es si estamos realmente en abril, este frío no es primaveral- continuó y le paso la bebida a su amigo, que lo miro pensativo.
- No caben dudas en cuanto al vórtice, te transporta a la misma fecha pero en el pasado. La diferencia climática se debe a los Dementotes que azotan al país- dijo Henry dándole un trago a la botella- Independientemente de eso el plan salió tan bien como esperaba, no podría haberse dado una situación más óptima. Hace mucho tiempo que deseábamos esto, Tommy, y finalmente lo logramos- le dijo sonriente.
Tommy asintió con la cabeza, termino la bebida y la botella desapareció - Si, nos vamos a divertir bastante, vamos comprobar si las crónicas eran ciertas-.
Henry se alzó y sacudió la tierra de sus jeans - Bueno, solo hay una forma de despejar cualquier duda que nos quede- dijo mirando a su alrededor mientras sacaba su varita - Vamos a entretenernos un rato-. Esperó a que su amigo se preparara, y una vez listo pronunció el nombre maldito, “Lord Voldemort”.
El más alto y fornido de los cinco habló primero, su voz, aunque bastante ronca, denotaba cierta alegría.
Eso fue suficiente para que los Snatchers dejaran de reír y el líder saco una lista de su bolsillo. - ¿Nombres?- preguntó bruscamente, toda posibilidad de jugar con su presa se había desvanecido.
-Tommy Castechulix- contestó el mago.
-Henry Persico- dijo su amigo -¿Con quien tenemos el placer?-
El líder los miro de arriba abajo, con desden, pero respondió - Mi nombre es Jack y estos son mis hombres- y luego de buscar durante unos momentos en su lista agrego - No los encuentro, pero su acento no es de estas regiones, vamos a tener que llevarlos al Ministerio para que allí vean que hacen con ustedes- y con un ademán a los otros cuatro dijo - encadénenlos-. Entonces ambos jóvenes rompieron a reír, tomando por sorpresa a los cinco Snatchers. Todavía riendo Henry dijo - Siguen estando equivocados si creen que vamos a ¿Como se dice? Ir calmados- y dejando de reír continuó - No tenemos intención de ir al Ministerio y francamente me parece una perdida de tiempo-. Mientras Henry hablaba, la expresión de los caza recompensas era cómica. Parecía como que los habían golpeado con un hechizo paralizante, manteniendo por unos largos segundos las caras de sorpresa.
- ¿Creen que dos magos solitarios, en medio de un descampado, son suficientes para ganar un duelo contra cinco?- preguntó Jack levantando su varita al igual que sus subordinados. Los dos jóvenes movieron sus cabezas afirmativamente- Entonces vamos a tener que jugar un poco con ustedes- sentenció finalmente.
Frente a ellos quedaban Jack y su secuaz que apuntaba su varita temblorosamente hacia Tommy.
- Parece que dos magos solitarios fueron suficientes para liquidar a tres de ustedes en quince segundos- dijo Henry -Ahora que estamos mano a mano, veamos si pueden aprovechar esta segunda oportunidad-.
Dos rayos de luz verde salieron dirigidos hacia los jóvenes, pero la mezcla de miedo y sorpresa hizo que erraran su blanco por varios centímetros. Tommy contestó con otra maldición asesina que golpeo a su contrincante mientras Henry decía -Crucio!-Ésta le dio de lleno a Jack quien cayó al suelo gritando y retorciéndose de dolor.
-Bueno- dijo Tommy -, dale un respiro para que disfrute los últimos momentos de su vida- Henry levanto la varita y Jack dejo de gritar. Luego de unos minutos se acercó hacia él, quien parecía a punto de perder el conocimiento; Henry dirigió su varita directo al corazón de su enemigo y dijo - Avada Kedavra!-
Los dos jóvenes magos se miraron y volvieron a reír, pero esta vez con más ganas, como si lo que acababan de vivir fuera inmensamente cómico.
- Nunca en sus vidas habían visto a alguien moverse tan rápido- dijo Tommy mirando a su alrededor y observando los cinco cadáveres.
- Cierto- dijo Henry -; pobres tontos, nunca tuvieron una chance. Creá un pozo, yo los voy a transformar en algo que no llame mucho la atención-.
Algunos minutos después Tommy había cavado mágicamente un pozo bastante profundo cerca de los árboles (donde todavía ardía la fogata) y Henry se acercaba levitando los cadáveres de los Snatchers, los cuales habían sido transformados en huesos tan grandes como el fémur de una vaca. Los dejo caer en el pozo y Tommy lo volvió a llenar con tierra.
- ¿Qué te gustaría hacer ahora?- Preguntó Henry.
- Mmm, no se. ¿Qué te parece ir Hogsmeade? Potter todavía no va a andar por ahí y la ciudad esta repleta de Mortigafos- dijo Tommy.
- Ok, tenemos varios días para disfrutar antes de que debamos volver. Y espero que los Mortifagos presenten más pelea que estos pobres Snatchers-
- Yo no me ilusionaría- le recomendó Tommy-, ver para creer-.
Apagaron el fuego y unos minutos después habían desaparecido. Dejando todo casi como estaba antes de que llegaran.