Mi descanso espiritual, mi Avalon. En eso se podría resumir mis escapadas a la ciudad de San Rafael. El ser humano suele equivocarse bastante seguido, dicen; yo no soy la excepción. Repudié bastante la mudanza de parte de mi familia a esta ciudad, pero el tiempo me demostró que estaba equivocado. Muy equivocado.
La primera vez que necesité un refugio, no me cerraron las puertas. Y tuve dos semanas espectaculares, luego de cuatro meses oscuros. Realmente no quería volver a la realidad, demasiado turbia, como para querer enfrentarla nuevamente; había sido demasiado feliz como para quererlo. Igualmente volví, sin saber que esperar.
La segunda vez no necesitaba protección, vine para despejar ideas, para tranquilizar la bestia aturdida por la jungla de cemento y acero. Buscaba que me pasara lo mismo que la vez anterior, buscaba no tener ganas de volver, pero no fue así. El contexto era diferente. Igualmente la pase muy bien y retorne sin problemas.
Esta tercera vez es completamente diferente, vengo para aprovechar lo que pueden ser los últimos momentos de algo muy bonito, aunque deseo profundamente que sigan existiendo bastante tiempo todavía. Pero mientras tanto, logre finalizar algo que había empezado allá en el oscuro Este, plasmar en papel distintas ideas que hace tiempo rondaban por mi cabeza. Es increíble lo que pueden lograr la tranquilidad y unos capuccinos, HM tenia razón, el clima que se genera es muy fuerte.
Pronto volveré a la ciudad, porque más allá de que esté buena la tranquilidad que transmite un pueblito, la sangre joven necesita de la jungla de cemento y acero. En definitiva uno no puede vivir sin el otro.