lunes, 10 de marzo de 2008

A la hora señalada.

Llega el día esperado por todos, el que determinará cual de los dos está mejor parado. Uno a uno van llegando, formándose y uniéndose a la caravana; miles de almas unidas con un solo propósito.
El viaje es bastante largo, ya que la cantidad de gente hace que el control sea más riguroso, pero esto no nos desanima. El mismo fuego arde dentro nuestro como si fuese la primera vez que enfrentamos esto, aunque hay varios que no saben que pueden llegar a encontrar.

Vamos armados, pero cada uno lleva consigo esa energía que será crucial en el desarrollo del acontecimiento, la que demostrará todas nuestras cualidades, nuestro temple. Pero la resistencia es nuestro pie de apoyo, seguramente jugará un papel muy importante cuando nuestras fuerzas flaqueen y todavía falte para terminar.
Llegamos al punto de encuentro, el sol ilumina fieramente el campo y mientras formamos se puede ver a nuestro enemigo directamente frente nuestro. Varias yardas nos separan, pero notamos algunos estandartes y sus colores característicos. No nos intimidamos y desplegamos los nuestros.
Nos superan en número, pero eso no nos preocupa, mucho antes otros enfrentaron esa adversidad y pudieron salir victoriosos. Sabemos que es posible y que todo depende de nosotros.
Ya pasan de las cuatro de la tarde y los jugadores salen a la cancha, es la hora de alentarlos, de demostrar nuestro apoyo, es la hora del Clásico.

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