lunes, 24 de septiembre de 2007

Henry Persico y la Noche de Bian-Kalá

Hace unos días fui al teatro; Catherine Fulop había invitado a Jorge Rial y compañía a ver la obra en la cual trabaja, como también afirmó “y también los invito a todos los que ven el programa” me dije a mi mismo: “esta es la mía”. Me apersone en el lugar, pero cuando intente entrar me pedían el ticket, yo les dije que una de las protagonistas me había invitado, pero tampoco me dejaron pasar. Intenté convencerlos explicándoles lo que acabo de contarles pero solo atinaron a reírse de mí y pedirme que me retirara por mi cuenta o a los golpes. Temiendo una paliza me alejé rápidamente y volví a mi casa, evidentemente no se puede confiar en la gente del espectáculo.
Como supongo que ésta anécdota no es suficiente para satisfacer sus mentes hambrientas pasaré a relatarles, para matar el tiempo, una historia que ocurrió (o no) un sábado por la noche.

Había pasado la hora de cenar y me encontraba en mi cuarto, sentado y meditando sobre lo que posiblemente me depararía la semana que comenzaría el lunes siguiente. Realmente no tenía nada que hacer y solo estaba matando el tiempo. Pasando las dos de la mañana una lechuza llega a mi ventana con el mensaje de un compañero de armas; en el cual me invitaba a reunirme con él y otros compañeros más, en la morada de uno de ellos. Sin pensarlo mucho más, me aparecí en el lugar indicado unos minutos después. Al llegar a mi destino, hago notar de mi arribo y luego de contestar el salto y seña entro en la vivienda de mi compañero. Una vez dentro me saludo solamente con dos de ellos: Lo-Ru, un guerrero imponente de casi dos metros de altura y bastante musculoso y Da’ n ‘tè, combatiente de más de mil batallas y ampliamente reconocido en nuestro mundo. Rápidamente me comentan lo que haríamos en las horas siguientes: aparentemente Da’ había conseguido la información de que en un castillo cercano a los Bosques de Moren se encontraba celebrando un grupo de Hombres del Sur. No podíamos desperdiciar semejante oportunidad de asesinar y saquear a estos reconocidos joyeros, amantes de la paz y las buenas costumbres. Si bien éramos tres, aún no éramos suficientes para efectuar el ataque, así que debíamos esperar que tres compañeros más se nos unieran, ellos se encontraban cenando en los límites del Principado y por lo tanto tardarían un rato en alcanzarnos.
Mientras Da’ n’ tè concluía su, larga pero muy efectiva, preparación para una escaramuza yo charlaba animadamente con Lo-Ru. De esa forma me enteré de que si el atraco a los Hombres del Sur resultaba exitoso, iríamos a la temible fortaleza de Bian-Kalá para intentar derrotar a sus poderosos sacerdotes y sumar puntos de experiencia.

Completados los preparativos previos a la batalla, salimos en dirección al castillo de los sureños. El viaje transcurrió sin complicación alguna y pronto nos encontrábamos franqueados por la imponente estructura de piedra; los bardos que animaban la fiesta se escuchaban desde donde estábamos ubicados, pero todavía no había rastros de los compañeros que faltaban, así que optamos por esperar en la oscuridad. Pasada una hora, llegaron nuestros amigos: Alexander, un hombre cercano a mi estatura y muy hábil con las sustancias químicas. Y junto a él, Cho PoP; un guerrero venido desde las tierras orientales, con una gran destreza para el combate cuerpo a cuerpo y el saqueo.
Desenvainando nuestras espadas, ingresamos en el castillo fácilmente, porque derrotar a los guardias que cuidaban la entrada fue fácil. Una vez dentro, desplegamos el ataque: Alexander se encontraba en un estado de euforia incontrolable, liquidó a casi todos los invitados de la fiesta y destrozo toda la pista de baile. Da’, Lo-Ru y yo nos dedicamos al saqueo: conseguimos muchas copas hechas con metales preciosos y adornados con joyas, oro proveniente de las arcas que se encontraban en los sótanos y todas las joyas que poseían los invitados.
De lo que haya hecho Cho en ese castillo, nada puedo contar en esta crónica. No porque sea intransmisible, sino que lo perdí de vista minutos después de que ingresáramos y recién lo volví a ver cuando nos reagrupamos varias horas después. En medio del asalto ocurrió algo divertido; nos encontramos con un compañero de armas, que curiosamente había sido invitado a la fiesta y conocía a los anfitriones. Su nombre es Sir Martinrach y como podrán notar es un Caballero, miembro de la sagrada Orden de los Papiros.
Casi no quedaba nadie con vida, solo un grupo de gente que Alexander había dejado con vida: los dueños del castillo y su hija (quien era la homenajeada), un grupo de damas y los bardos. El propio Alexander se encargó de liquidarlos, aparentemente los había dejado con vida para desplegar todo su poder sobre ellos, el porqué lo sabría más tarde: a las damas por haberlo injuriado tiempo atrás; a los dueños por haber engendrado un monstruo, a la joven por horrenda y finalmente, a los bardos por lastimar sus tímpanos.

Habiendo concluido exitosamente esa parte de la noche, decidimos emprender la siguiente (y más peligrosa) parte del viaje: el ataque a Bian-Kalá.
Nuevamente el camino hacia nuestro objetivo no fue problema. Para que se den una idea, la fortaleza queda a unas 2 millas hacia el norte del Principado y solo hay un camino que te puede llevar de modo rápido y seguro. De otra forma deberían acceder por una zona infestada de Orcos Negros, y éstos son muy peligrosos.
Llegando a Bian-Kalá tuvimos que sortear el primer obstáculo: en los terrenos que dan a la entrada se encontraban seis orcos. Ni bien nos vieron, corrieron hacia nosotros para atacarnos y de no ser por la efectiva intervención de Alexander hubiésemos perecido violentamente. Los Orcos Negros son muy temidos porque: matar a uno de ellos solo logra que de su asquerosa sangre surjan otros dos. La única forma de exterminarlos es con fuego de modo tal que su sangre no toque el suelo; y solo nuestro, todavía eufórico, amigo podía generarlo de la nada.
Una vez que el fuego consumió la amenaza, nos dirigimos hacia la fortaleza. Si bien no esta defendida por murallas infranqueables o guardias temibles, su fama de ser terrible se debe a la mágica música que posee el lugar. Los sacerdotes que viven allí son quienes generan las melodías y, si uno no es suficientemente fuerte mentalmente, ésta te puede transformar en un ente: no estarás ni vivo ni muerto y te moverás, al ritmo de la música, por todo el lugar, golpeando a cientos de otras almas que cayeron en las redes de los sacerdotes.
Entrar fue fácil, pasamos las puertas de madera y nos encontramos con la primera habitación del lugar. Ésta media unos 20 metros de ancho por 40 de fondo y estaba repleta de gente; la música era bastante tranquila y pudimos resistirla con facilidad, pero a pesar de esto a Alexander, Cho y Sir Martinrach los perdí de vista y no los volví a ver recién pasadas varias horas.
Junto a Da’ y Lo-Ru exploramos el lugar y pronto nos encontramos en la segunda habitación: ésta era más grande que la primera y la música era más violenta, había una gran cantidad de personas que saltaban y se chocaban brutalmente. Aquí fue cuando desenfundamos nuestras espadas y comenzamos a destrozarlos, porque los sacerdotes habían notado nuestra intrusión y deseaban transformarnos. La batalla duró varias horas y en algunos momentos perdía de vista a Da’, quien iba y venia entre la marea de gente, degollando a quien se le cruzaba en el camino. Me alejé de la lucha cuando tuve la primera oportunidad, deseaba conseguir algo de valor y que demostrara que había estado en la temible fortificación. Mientras vagaba por el pasillo que conectaba a las dos habitaciones, por el cual también deambulaban almas perdidas, vi algo que brillaba a unos metros de donde me encontraba; camine unos pasos y lo observe en detalle, era un papel dorado que decía “Bian-Kalá” y tenía la fecha del día. Sumergido en un mar de dudas opte por agarrarlo, no dejaba de ser un objeto preciado y delataba lo que yo deseaba. Fue el peor error que cometí: en seguida la música se intensificó y la gente que circulaba por el lugar arremetió contra mí. Luché con ellos y hubiese perecido de no ser por la oportuna aparición de Lo-Ru, quien con su poderosa espada mató a muchos de ellos. Combatí hombro con hombro junto a él hasta que la luz del sol hizo su aparición; si bien caían muchos enemigos, nos habían sacado del pasillo y nos acorralaban contra otra parte de la fortaleza que no está edificada. Fue allí cuando volví a ver a Alexander: alto y poderoso, se alzaba por sobre nuestros enemigos y desplegaba toda su furia sobre ellos. A su lado se encontraba Cho, quien hundía una y otra vez su espada en el cuerpo de nuestros adversarios. Se acercaron a nosotros y juntos pudimos escapar gracias a una treta de Alexander. Pero no todo fue un éxito, Cho nos contó que Da’ y Sir Martinrach habían sido convertidos y ahora vagaban por las habitaciones junto a otros entes.

Junto a los que quedábamos retorné a mi hogar, guardé el preciado papel y no pienso usarlo para enriquecerme pues lo conservaré como trofeo, para que todos sepan que yo estuve en Bian-Kalá.


Hasta la próxima y que El Señor perdone sus éteres pecadores.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails