Mi descanso espiritual, mi Avalon. En eso se podría resumir mis escapadas a la ciudad de San Rafael. El ser humano suele equivocarse bastante seguido, dicen; yo no soy la excepción. Repudié bastante la mudanza de parte de mi familia a esta ciudad, pero el tiempo me demostró que estaba equivocado. Muy equivocado.
La primera vez que necesité un refugio, no me cerraron las puertas. Y tuve dos semanas espectaculares, luego de cuatro meses oscuros. Realmente no quería volver a la realidad, demasiado turbia, como para querer enfrentarla nuevamente; había sido demasiado feliz como para quererlo. Igualmente volví, sin saber que esperar.
La segunda vez no necesitaba protección, vine para despejar ideas, para tranquilizar la bestia aturdida por la jungla de cemento y acero. Buscaba que me pasara lo mismo que la vez anterior, buscaba no tener ganas de volver, pero no fue así. El contexto era diferente. Igualmente la pase muy bien y retorne sin problemas.
Esta tercera vez es completamente diferente, vengo para aprovechar lo que pueden ser los últimos momentos de algo muy bonito, aunque deseo profundamente que sigan existiendo bastante tiempo todavía. Pero mientras tanto, logre finalizar algo que había empezado allá en el oscuro Este, plasmar en papel distintas ideas que hace tiempo rondaban por mi cabeza. Es increíble lo que pueden lograr la tranquilidad y unos capuccinos, HM tenia razón, el clima que se genera es muy fuerte.
Pronto volveré a la ciudad, porque más allá de que esté buena la tranquilidad que transmite un pueblito, la sangre joven necesita de la jungla de cemento y acero. En definitiva uno no puede vivir sin el otro.
domingo, 23 de marzo de 2008
Uno, dos, UltraMendoza!
lunes, 10 de marzo de 2008
A la hora señalada.
Llega el día esperado por todos, el que determinará cual de los dos está mejor parado. Uno a uno van llegando, formándose y uniéndose a la caravana; miles de almas unidas con un solo propósito.
El viaje es bastante largo, ya que la cantidad de gente hace que el control sea más riguroso, pero esto no nos desanima. El mismo fuego arde dentro nuestro como si fuese la primera vez que enfrentamos esto, aunque hay varios que no saben que pueden llegar a encontrar.
Vamos armados, pero cada uno lleva consigo esa energía que será crucial en el desarrollo del acontecimiento, la que demostrará todas nuestras cualidades, nuestro temple. Pero la resistencia es nuestro pie de apoyo, seguramente jugará un papel muy importante cuando nuestras fuerzas flaqueen y todavía falte para terminar.
Llegamos al punto de encuentro, el sol ilumina fieramente el campo y mientras formamos se puede ver a nuestro enemigo directamente frente nuestro. Varias yardas nos separan, pero notamos algunos estandartes y sus colores característicos. No nos intimidamos y desplegamos los nuestros.
Nos superan en número, pero eso no nos preocupa, mucho antes otros enfrentaron esa adversidad y pudieron salir victoriosos. Sabemos que es posible y que todo depende de nosotros.
Ya pasan de las cuatro de la tarde y los jugadores salen a la cancha, es la hora de alentarlos, de demostrar nuestro apoyo, es la hora del Clásico.