martes, 6 de enero de 2009

El peatón


Abro los ojos. La brillante luz del Sol entra por la ventana de una habitación extraña. No recuerdo bien como llegue aquí, pero mientras mis ojos se acostumbran a la claridad, las sombras van cobrando nitidez y distintos objetos comienzan a tomar forma.

Estoy ubicado en una de las tantas recámaras de un hospital. Tanto mis piernas como mis brazos están enyesados; el dolor se hace presente, todos mis miembros comienzan a hacerme notar que están rotos, como si necesitara que me lo recuerden. Mi cabeza, a pesar de estar vendada, no me duele. Esto es extraño. Uno supondría que con semejante caída, las migrañas serian insoportables… ¿En realidad abre caído?

A unos metros de la cama, se encuentra una mujer sentada, agarrándose la cara con las manos. Luego de unos instantes levanta su mirada y sus ojos hacen contacto con los míos. Una sonrisa intenta dibujarse en su rostro, pero en seguida se levanta y sale de la habitación. No estoy seguro de saber quién es. No recuerdo haber visto ese rostro antes.

Lentamente voy recordando quien soy. Distintas imágenes de hechos pasados vienen a mi memoria, brindándome la información suficiente.

La puerta de la habitación se vuelve a abrir y aparece la mujer acompañada de dos médicos. Se acercan a donde estoy postrado y comienzan a examinarme. No puedo dejar de sentirme incómodo, a pesar del contacto con estas personas no recuerdo a ninguna de ellas. Me hacen preguntas en un idioma que comprendo, pero siento que no es mi lengua madre. Respondo. Finalmente se apartan y van a hablar con la mujer. Sus rostros expresan felicidad, ella se emociona y los abraza. Los tres vuelven a salir de la habitación.

Todo a mi alrededor se va oscureciendo, mis párpados cada vez pesan más y me cuesta mantener los ojos abiertos. Claramente, mi cuerpo todavía no puede mantenerse despierto por mucho tiempo. La oscuridad absorbe todo, finalmente me quedo dormido.

*

Siento que la luz del Sol vuelve a pegarme directamente en la cara, el viento acaricia mi rostro y abro mis ojos sorprendido: ya no estaba en la habitación del hospital. Me encontraba bastante lejos de allí, parado en la terraza de un edificio, sin comprender la verdadera razón. Camino hacia la cornisa y me paro justo en el límite con el abismo; no controlo mis movimientos, pero estoy seguro de que no estoy soñando, debe ser alguna especie de recuerdo. Miro hacia abajo y veo una gran avenida transitada por varios autos. Siento que una angustia muy grande presiona mi pecho, pero no advierto que me afecte; evidentemente perturba al Yo del recuerdo porque noto que las lágrimas comienzan a brotar como por una fuente. Abro mis brazos, vuelvo a mirar al sol y salto al vacío. La oscuridad se hace presente nuevamente.

*

Morir es bastante sencillo, vivir es complejo. Salvo unos pocos, quienes caminamos por la faz de la Tierra encarnamos infinitas veces a lo largo de la eternidad. Uno tras otro, vamos transitando distintos caminos de comienzo a fin. Cada uno de ellos diferente al anterior, pero presentan obstáculos ya conocidos, que fueron sorteados (o no) en tiempos anteriores. Uno creería que al saber cómo eludir los problemas, sería sencillo volver a hacerlo, pero no es así. Cada vez que comenzamos una nueva vida, los recuerdos de nuestros pasos anteriores son olvidados. A pesar de ello, nuestra memoria suele dejar una huella y puede que algún lugar u objeto nos genere reminiscencias de hechos anteriores, aunque sea la primera vez que los vemos en esa vida. Es lo que en la jerga vulgar se llama déjà vu. Algunas personas llegan a acrecentar esa intuición y hasta pueden hacer presentes escenas vagas vividas en el pasado, pero lamentablemente no deja de ser un desarrollo bastante pobre. La realidad demuestra que recordar nuestras vidas pasadas es imposible y quienes persiguen esa meta son fácilmente engañados por ilusionistas.

Hasta donde yo creía, no poseía alguna característica sobresaliente. Vivía una vida prestada y mis mediocres objetivos se veían nublados por mi pereza ante mis pocas responsabilidades. En los últimos años había sufrido una depresión bastante aguda; depresión que viéndola ahora desde ésta perspectiva, era infundada, pero que en ese momento llevó a mi suicidio, o mejor dicho, a mi intento de suicidio.

Todavía sigo sin entender bien, pero el golpe que generó la caída trastornó mi mente de alguna forma. Debo de haber amortiguado la velocidad del descenso con algún obstáculo imprevisto, porque de haber golpeado directamente el suelo, habría muerto y hubiese continuado con el ciclo.

Eventos de mis vidas anteriores vienen a mí como si hubiesen ocurrido horas atrás. He batallado incontables conflictos bélicos, tenido miles de hijos y me he enamorado de mujeres u hombres muchísimas veces. Todo esto no deja de causarme gracia. En la situación que me encuentro, tumbado en la cama de un hospital, todo ello parece tan insignificante. Los problemas de esta vida y las anteriores son ahora simples recuerdos y siento que nada es imposible.

Algunos personajes de ficción tienen a la inmortalidad como una de sus características más importantes. Vienen a mi distintas historias sobre vampiros, hombres lobo, magos y otras criaturas. A diferencia de ellos, no puedo cambiar la naturaleza de las cosas y sigo siendo mortal. Pero a pesar de ello, la muerte ya no es un territorio desconocido, es la puerta que da fin a un camino y principio a otro. Y esta vez, tengo la certeza de que no voy a olvidar nada.

Me veo como el caminante de una avenida amplia e interminable, transitada por muchos más, pero a diferencia de ellos sé de dónde vengo y hacia dónde voy. Soy el peatón de la eternidad.

*

La puerta de la habitación se abre nuevamente y la mujer ingresa rápidamente. Ahora recuerdo ese rostro perfectamente. Se acerca a la cama y se sienta en el borde del colchón. Su cara se encuentra lavada por las lágrimas pero su sonrisa brilla con luz propia. Un sentimiento cálido invade todo mi cuerpo y le devuelvo la sonrisa, la primera en muchos años sombríos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen relato, evidentemente transmite muchos miedos e inseguridades personales, imposible ocultarlas, pero bien escrito.

Te mando un beso

Anónimo dijo...

juntemos firmas para q cruel angel reviva a LIA. quien lea esto q firme en www.fotolog.com/retroactivo

Quike dijo...

Sencillamente espectacular!

Gracias por tus escritos.

un abrazo

Quike

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