martes, 6 de abril de 2010

Alea jacta est


Un sol brillante observa sus dominios desde lo alto del firmamento. El cielo se encuentra limpio, ninguna nube oculta el techo celeste. Irónico.

La alarma se esparció ni bien la noticia llegó a las cabeceras de los medios de comunicación. En internet, a los pocos segundos todos hablaban del suceso. La predicción de esta situación tiempo atrás, habría intentado anticiparnos que el pánico se apoderaría de cualquier ciudad, en cualquier parte del mundo. Debo decir que se hubiese equivocado.

La metrópoli no dejó de respirar con el típico trajín vespertino. Las bocinas de los coches siguen sonando, los perros siguen ladrando, todo fluye con normalidad mientras el sonido del teclado trabajando llena el ambiente.

La inevitabilidad del evento, creo, obliga a quedarse donde uno se encuentra; de una u otra manera la suerte está echada.

Ocho minutos no son muchos cuando se los describe sin una relación con algo. En realidad son algunos menos, pero la esencia de la estructura es casi la misma. Que resten ocho para finalizar un partido de fútbol, podría ser irrelevante, sin embargo en básquet es toda una vida. En este caso, ocho minutos para despedirse, no son suficientes. Hasta el menos sociable de los individuos notaría la injusticia.

Luego de contemplar el cielo me dirijo al teléfono. La primera llamada es predecible:


- Hola, ¿Ma?

- ¿Cómo estás? Si ma, ya lo sé, sólo quería hablar.

- Creo que es en vano que me preguntes si comí hoy.

- Está bien, está bien.

- Yo también te amo.

El corazón me duele como si estuviese a punto de infartarme. Tres minutos.


- Hola ¿Cómo estás?

- Es algo caradura de mi parte, pero creo que necesitaba escuchar tu voz.

- Hipócrita o no, sé que me equivoqué y te quería pedir perdón.

- Es cierto, aunque debo decirte que fueron los mejores años de mi vida.

- Sí, todavía siento lo mismo y eso no cambiará.

- Hasta siempre.

El dolor creció en intensidad de forma exponencial. Cuarenta y cinco segundos.

El sol irradia energía con mas fiereza; preludio de lo que ya pasó, pero todavía no ha llegado. Dejaré el sillón del estudio y saldré a verlo.

Termino el texto y lo subo al blog.

Diez segundos

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