viernes, 22 de mayo de 2009
La Taberna
1
Tormentas tan fuertes no suelen ser buenos augurios. Desde las ventanas de la taberna se puede ver como la lluvia cae pesadamente sobre la aldea. Poca gente ocupa las mesas, no más de seis personas, algunos vinieron por un trago que los reconforte, otros por un abundante plato de comida. La chimenea ofrece calidez contra el frío húmedo, por lo que casi todos están a unos metros de ella.
Bien alejado de los aldeanos, inadvertido por el resto, se encuentra un forastero. Trae un abrigo de pieles que le envuelve el torso por completo; tiene cabellos largos y barba de varios días, ambos de color oscuro como la noche. A sus pies yace un bolso de viaje, el cual cargó varias millas. No se ha movido de ese asiento por cuatro horas, está esperando a sus amigos y mientras tanto, fuma una larga pipa de roble.
Repentinamente, luego de que varios truenos aturdieran a los presentes, entraron en la taberna tres viajeros empapados de pies a cabeza; se acercaron al posadero, hicieron sus pedidos y se sentaron junto a su compañero. A penas se saludaron con un gesto y la charla no se hizo esperar más.
2
Horas más tarde, luego de que el tabernero confirmara que pasarían la noche allí, la conversación tomó el verdadero rumbo. En estos tiempos tan oscuros, complotar abiertamente contra el gobernante sería poco sensato. La situación a debatir era bastante delicada; habían pasado muchos años desde que el Oscuro se adueñara de todo el mundo conocido. La resistencia había sido eliminada casi por completo, de esta forma, el nuevo Poder se había asegurado su permanencia.
Los cuatro sabían que la tarea era difícil de cumplir. Carecían de un ejército que los ayudara en un ataque contra el palacio principal, tampoco disponían de muchos aliados y quienes habían formado parte de los insurgentes se encontraban escondidos en distintos puntos del globo. El Oscuro también sabía esto y buscaba por todas partes a quien conspirara contra él; cualquiera que se quejara lo suficiente, era apresado por los centinelas y desaparecido del mapa.
La hora que antecede al alba no tardó en llegar, por lo que cada uno se retiró a su habitación. No habían llegado a una conclusión satisfactoria, pero ahora emprenderían el viaje juntos. Sea cual fuera la solución, la encontrarían.
3
Lord Rakken siempre fue reconocido por su enorme capacidad. Desde muy joven había emprendido una búsqueda de conocimiento, fuerza y destreza que lo habían transformado en uno de los guerreros más distinguidos. Si bien en un primer momento había combatido al mal, la soberbia lo llevó por el camino contrario. Sus cualidades lo habían transformado en un ser arrogante y poco a poco, el desprecio hacia cualquiera que no fuera él, fue aumentando. Luego de la Guerra de las Joyas, donde el mago oscuro Astargos fue destruido, abandonó el país. A decir verdad, se cuenta por allí que fue en el final del conflicto cuando su alma terminó de corromperse. Dicen, quienes estuvieron en esa última batalla, que al entrar en el salón donde se encontraba el mago, bloqueó las puertas para que nadie lo ayudara; al salir victorioso de aquel lugar, su cara había cambiado y sus ojos brillaban con una impactante luz colorada. Se apartó de sus compañeros rápidamente y se esfumó en la confusión de la ofensiva. Su amigo y camarada Tristan lo buscó en vano durante varios meses, pero le perdió el rastro en las fronteras con lo desconocido y supo que no podía hacer mucho más. Finalmente, luego de años sin noticias sobre él, reapareció. Sorprendiendo a todos, comenzó su ataque contra los pueblos libres del mundo; varios intentaron detenerlo, incluso Tristan, pero todos fracasaron.
4
El sol brillaba en lo alto del firmamento. De la tormenta, que azotara a la aldea los últimos dos días, ya no quedaba rastro. Los cuatro amigos se encontraban en la puerta de la taberna, dando los últimos preparativos a su partida. Se dirigirían al norte, a las frías extremidades del mundo, donde se dice que la luz solar no llega nunca.
Uno de ellos, quien llegara primero la noche anterior, tenía la intención de encontrar allí las armaduras sagradas. Aquellas mencionadas en una leyenda, conocida por todos los niños, pues sus madres se la relatan antes de dormir. Estas vestimentas fueron usadas por cinco divinidades de la antigüedad, para combatir a los gigantes del Gard-Az; una vez consumada su victoria, se las quitaron y las dejaron en una cueva escondida, pues no podían volver con ellas a su dimensión sagrada. Cada una de ellas, representaba a un animal y un elemento de la naturaleza. Intentando dormirse, recordó como su madre Aleta se la contaba noche tras noche. Y sabiendo que muchas veces las leyendas tienen parte de ficción y parte de realidad, pensó que no perdían nada intentando encontrarlas.
- ¿Estás listo Akranes?-, le preguntó uno de sus amigos.
- Si, vámonos-, contestó el hijo de Tristan y cargando su bolso en la espalda, emprendieron viaje.
5
Lejos de la calidez y la belleza de los campos del sur, pensamientos sombríos sacuden la tranquilidad del Poder. La habitación donde se encuentra es de piedra, mide varios metros cuadrados y está iluminada por distintas luces de colores que brillan con intensidad. Un gigantesco trono real se posiciona en uno de los extremos, en el otro, un portón negro da acceso al resto del palacio. Una alfombra roja cubre el suelo y se extiende desde el trono hasta la entrada.
De pronto, la puerta se abre e ingresa velozmente un hombrecillo. Llega a unos metros del sitial y se inclina en forma respetuosa.
- Señor, traigo noticias del Heredero-, dice el recién llegado de forma apresurada y sin levantarse.
-¿Y cuáles son esas, Astrid?-, pregunta quién estaba sentado en el trono.
- Va en camino hacia los confines septentrionales y lo acompañan tres hombres-, contesta el hombrecillo.
- Ahhhh-, exclama el poderoso- en busca de las Cinco, excelente Astrid, ahora vete-. Luego de retirarse el hombrecillo, la figura oscura se levanta y se acerca a la pared más cercana, donde cuatro armaduras brillan con luces de colores.
-¿Qué harás, pequeño Akranes, cuando veas que Lord Rakken posee cuatro de las Cinco?-, y diciendo esto, su risa perversa llena la habitación.
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